domingo, 18 de noviembre de 2012

Paseo Dominical Derruido


Paso muchas veces por la calle de Antonio Caso, en la col. San Rafael, antes porque cerca de ahí vivía un muy querido amigo que siempre me recibió y me invitaba un café con buen cuerpo y excelso aroma, al que acompañaba de su único e inolvidable pay de mandarina coronado de merengue; también paso por ahí para ir a los eventos culturales gratuitos (o muy baratos) en The Anglo; para sacar citas en la clínica del ISSSTE, para exámenes de laboratorio (de la mamibicha), e incluso para asistir a la agencia funeraria Gayosso, para despedir a un conocido; y siempre que paso, me detengo a ver admirada el edificio que está en la esquina con la calle José Rosas Moreno.

Tengo una debilidad por los edificios en ruinas, especialmente por los que aún muestran signos de un pasado glorioso, de una belleza que el tiempo y el maltrato o descuido humano no han podido aniquilar. Los miro como a las estrellas de cine de hace muchos años, que no pudieron detener el tiempo y este se ha ensañado alrededor de sus ojos, de sus labios o en su cuello, surcándolos de arrugas, pero que con todo y eso, siguen manifestando una belleza y una presencia arrobadora, ya sea a través de unos impresionantes ojos o de un perfil perfecto. Alguna vez en el teatro El Granero vi el magnífico perfil de Kitty de Hoyos, que volteó a verme de reojo con su mirada felina cuando escuchó a mi acompañante pedirle el autógrafo a Susana Alexander, que la acompañaba; cuando se dio cuenta que el de ella no fue requerido se volteó displicente, pero es que mi acompañante no la conocía, yo sí, y lo que ella no supo es que el resto de la obra me la pasé admirando su madura y espléndida belleza, que se imponía con gracia y dignidad al paso del tiempo (calculo que tendría alrededor de sesenta años entonces).

Así me parece que estos edificios afrontan el tiempo y el descuido: con dignidad, con orgullo de los detalles que han logrado conservar. Tengo en la mente desde hace un par de décadas un proyecto de libro con fotografías e historias de esos edificios, cuando descubri los blogs pensé que era la oportunidad de hacerlo realidad, en un inicio dudé entre comenzar este blog o hacer ese proyecto, luego los paseos dominicales fueron pensados también para eso, pero mi dispersión mental no me ha dejado concretarlo. Este sería el primero de esos posts largamente pensados.

Y este sería el edificio idóneo con que comenzar:

Desde la contraesquina de Antonio Caso y Rosas Moreno

Fachada sobre la avenida Antonio Caso

Entrada principal y parte del edificio aledaño

Ventana y detalle de la puerta principal

Ventana sobre la calle Jose Rosas Moreno

Entrada sobre la calle José Rosas Moreno, con letrero de declaratoria de protección

Balcón

Ventana y balcón de la fachada principal

Detalle de la ventana y puerta principal

El edificio se llama Gregoire du Wollant, en honor del encargado de negocios de la embajada de Rusia en 1905, quien convivió bastante con los personajes de la escena cultural y gubernamental del porfiriato, como comprueba la nota periodística de El Imparcial, que reseña el festejo de Año Nuevo con el nombre del también escritor ruso, junto al del General Díaz, Justo Sierra y Amado Nervo, entre otros. El edificio se encuentra en la esquina de Antonio Caso y Rosas Moreno.

La colonia San Rafael fue fundada en 1882 a iniciativa del ingeniero Francisco Somera, y concebida para alojar a la pequeña burguesía de arquitectos y estudiantes de esa disciplina en la Academia de San Carlos (en ese tiempo era conocida como "la colonia de los arquitectos"), sus calles fueron nombradas como algunos de los positivistas más destacados en México. Sus habitantes eran tanto familias acaudaladas como de clase media y popular, por lo que se encontraban desde fastuosas mansiones, privadas (propiedades departamentales con calles cerradas para uso exclusivo de sus moradores) y vecindades. 

Ahora la mayoría de los edificios evidencian la falta de mantenimiento, pero todavía es posible encontrar vida dentro de sus deterioradas paredes, como "documenté" en el edificio aledaño al Gregoire du Wallant, cuando un hombre de avanzada edad se asomó a ver con reprobación al ruidoso grupo de jóvenes debajo de su balcón, para luego meterse entre desesperanzado y despectivo:






El edificio Gregoire du Wallant no siempre lució así, dicen que hace décadas hubo un incendio y que desde entonces está abandonado, quizá por un litigio familiar no resuelto. Hay quien dice que ahí vivieron Renato Leduc y Leonora Carrington, cuando él se casó con ella para ayudarla a escapar de España y el yugo nazi. 

Así lucía en los 70´s:

Fotografía tomada de la estupenda página de Facebook La Ciudad de México en el tiempo

Actualización:

En los comentarios nos dejaron información muy valiosa que me permite hacer la siguiente información:

No fue la primera colonia del Distrito Federal (como originalmente puse en esta entrada, afortunadamente en los comentarios Angelitaaa me sacó amablemente del error), antes de ella se fundaron las colonias Santa María la Ribera, en 1861, y la Guerrero, en 1871. También nos recomienda el libro de Carlos Chanfon Olmos: "Historia de la Arquitectura y el urbanismo mexicanos" V.III Tomo II. Mexico: UNAM Fondo de Cultura Economica, 1998.

Y Sabina Vinyl nos regala un enlace a la página de Facebook del Proyecto Óxido, donde encontramos una versión encantadora sobre el abandono de esta casa, por favor no se pierdan de leerla, es una de esas historias que subyugan.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Los Castrati y el Sexo


¿Postpubertos de apariencia y modales afeminados, voces agudas y peinados de salón que vuelven locas a cientos de muchachas que pululan a su alrededor, persiguiéndolos y gritando como posesas?

Si pensaste en las Beliebers o las Directioners y en los objetos de su idolatría, o te tocó crecer viendo a tus hermanas convulsionarse ante los Uff, Backstreet boys o Menudo, sin entender por qué la locura femenina parece proporcional a la falta de varonilidad en el aspecto de sus ídolos, tal vez te interese saber que en realidad me estoy refiriendo a los castrati, cantantes de ópera con voces soprano, mezzosoprano o contralto, logradas y conservadas gracias a la castración genital. Eran tiempos en que una mujer no podía participar en actividades escénicas, y así como en el teatro, también en la ópera los papeles femeninos eran interpretados por hombres de complexión y rasgos faciales más finos.

La restricción tuvo origen en las leyes canónicas decretadas por Pablo IV que obedecía las palabras de San Pablo ("las mujeres debían mantener silencio en la Iglesia"), entre muchas otras prohibiciones derivadas de los prejuicios religiosos sobre la impureza ritual de la mujer... pero ese es un tema mucho más complejo. Volvamos a los castrati.

La voz de características femeninas, combinadas con el alcance en las notas que una garganta preadolescente puede alcanzar, y la potencia que un pulmón adulto ofrece, provocó un furor por la ópera italiana y por los cantantes mantenidos a fuerza en una eterna pubertad. Por lo que, cuando un muchacho mostraba cualidades vocales en el coro de la iglesia, se le llevaba con un cirujano, o a veces con un barbero en local de barrio bajo, se le drogaba con opio o se le aturdía con ron (a veces simplemente se le provocaba un desmayo) y se le sumergía en una tina con agua, o leche caliente y especias, para atrofiarle el tejido testicular. Sin el aporte hormonal la voz continuaba tan diáfana (y alta) como la de un niño, tan flexible como la de una mujer, pero tan poderosa como la de un hombre adulto. Por esta combinación reinaron en los escenarios durante tres siglos, incluso cuando ya las mujeres se subían a ellos para hacer "de mujeres"... lo cual provocaba mucho morbo (por extraño que esto nos parezca ahora, que pasa al contrario, y a veces un espectáculo consiste en el sólo hecho de que un hombre se trasvista como una cantante mujer y finja cantar como ella utilizando una pista musical).



De los cuatro mil jovencitos que se sometían a la castración con pretensiones artísticas, voluntariamente o coaccionados por sus familiares y la mortal pobreza en la que vivían (la esperanza de vida en las zonas rurales era de apenas 30 años, pero castratis consagrados vivieron alrededor de 70), sólo algunos trascendían al éxito, el resto formaba parte de coros de iglesias o quedaba marginado como fenómeno, repudiado por una sociedad que lo consideraba incompleto y una iglesia que le negaba el entierro en tierras santas.

Pero los que llegaban al estrellato tocaban el cielo, pues incluso eran comparados con los ángeles en la imaginería popular, incluso, a los jóvenes estudiantes de canto se les mandaba vestidos de ángeles a los velorios de niños, y la voz y virtuosismo de un cantante exitoso era comparada con la de las criaturas celestiales. Aunque su comportamiento fuera completamente distinto.

Veleidosos, caprichosos, déspotas, engreídos y acostumbrados a que todo el mundo les rindiera pleitesía, incluyendo a la realeza, el clero y compositores de renombre -como Haendel, Mozart y Rossini-, los castrati fueron las primeras superestrellas de la música, tenían vidas como los actuales y más extravagantes rockstars, en donde el dinero, las fiestas exclusivas, las giras artísticas y las mujeres giraban a su alrededor.

El éxito y la veneración que conseguían era tal, que de haber sido grabadas, las escenas serían comparables a las que hoy conocemos con los fanáticos de personalidades como Elvis Presley, The Beatles, Michael Jackson o la boyband de moda. Sobretodo las mujeres de la alta sociedad se rendían ante ellos. Su frágil apariencia, la delicadeza en sus modales, la exquisitez en su arreglo, el exotismo en su imagen y sobretodo el embelesamiento que su virtuosismo despertaba, provocaban desmayos, tumultos, excesos y sobretodo pasiones alrededor de un castrati. Eran verdaderos sex-simbols

Además de su aspecto andrógino, que lejos de ahuyentar, atraía a gran cantidad de mujeres que se olvidaban de la rigidez de la etiqueta y la severidad del protocolo para acercárseles, descartar un embarazo era también una poderosa razón para preferir una aventura con ellos, que se garantizaba discreta y sin complicaciones, y encima, estaba la creencia de que la castración aumentaba el rendimiento sexual del hombre, además de que lo volvía más dispuesto a complacer a su pareja sexual. Eso lo describe bien un poema dedicado a Farinelli, el más famoso de todos los caltrati (por su belleza física, su virtuosismo y su influencia política), durante su visita a Londres en 1734, donde una dama inglesa compara -desventajosamente- a los conquistadores ingleses, a quienes llama "fanfarrones presumidos", cuyo entusiasmo "expira demasiado rápido, mientras que Farinelli lo mantiene hasta el final". Farinelli ingresó a las filas de nuestra cultura popular en 1994, cuando se exhibió una película sobre él, que los especialistas dicen es bastante imprecisa históricamente, pero que también muestra esta faceta sexual de los castrati en una escena sobre un mènage a trois con su hermano y una joven. 



Aun con todos los cambios morfológicos posibles de suceder por la castración, como la ausencia de vello, la obesidad, los rasgos feminoides, pechos incipientes o pene infantil, además de las alteraciones psicológicas que también podrían presentarse, muchos tenían un desarrollo y un desempeño físico normal. La fama de "mejores amantes" acompañaba a su prestigio vocal. Y sus aventuras amorosas fueron tan numerosas como turbulentas.

Siface fue muerto -con extrema violencia- por órdenes del Marqués de Bolonia, hermano de su eterna enamorada con la que se encontraba a escondidas, después de seguirla hasta el monasterio en que fue encerrada para separarlos; Gasparo Pacciarotti estuvo a punto de serlo, a consecuencia de su romance con la duquesa de Santa Marca; Tenducci, amigo de Mozart, fue apresado por fugarse con Dorothy Maunsell, hija quinceañera de acaudalado irlandés que no paró hasta dar con él y hacerlo encarcelar; Velluti, el último de los grandes de la época de oro, siguió hasta Rusia a una bella duquesa. 

Baldassare, el primero de los caltrati en ser considerado gran divo (en 1625), fue también el primero en ser considerado un símbolo sexual, contándose la anécdota de cuando arribaba a Florencia, y, cuando aún faltaban cuatro kilómetros, una turba de mujeres salió al encuentro para bajarlo de su carruaje y llevarlo en hombros hasta la ciudad. La misma reina Cristina de Suecia suspiraba por él; hubo también una mujer enmascarada  que le obsequió, en plena presentación, un costoso anillo con varias incrustaciones de piedras preciosas. 

La ambigüedad sexual no sólo atraía mujeres, también los hombres se acercaban a los castrati con pretensiones sexuales, y algunos relatos del siglo XVIII cuentan de los que se enfundaban en corpiños y se ofrecían para "servir... por igual como hombre o como mujer".

Sobre esto también hay una anécdota que merece destacarse: narra el mismo Casanova en su libro Historia de mi vida, que conoció en una taberna a Bellino, un joven castrati de singular belleza que le provocaba sentimientos confusos que al principio rechazó, pero que finalmente pagó un doblón de oro para que le mostrara sus genitales, pero ver no le fue suficiente y entonces tomó entre sus manos el miembro del joven cantante... descubriendo que era falso: ¡era una mujer! Teresa Lenti evadía con ese disfraz masculino la prohibición que seguía vigente sobre las cantantes mujeres en Italia; posteriormente Casanova la abandona con un hijo y ella regresa a su carrera artística, pero ahora abiertamente como mujer, en los escenarios más progresistas de Europa.

martes, 6 de noviembre de 2012

Instantáneas Personales de Grandes Fotógrafos


Conocemos sus imágenes, íconos de la fotografía y documentos de la historia de la humanidad. Pero conocemos menos sus personalidades, sus historias de vida y sus anécdotas.

Aquí ya vimos que detrás de las arrobadoras fotografías de Miroslav Tichý había una historia y una persona igual de magnéticas; platicamos la anécdota de la foto de Dalí atómico, y también de la verdad detrás de la emblemática fotografía de la niña y el buitre de Kevin Carter. Vimos también la historia detrás de las imágenes de Lee Jeffries; nos enteramos de cómo Muybridge inició la cinematografía a partir de probar el vuelo de los caballos (y hasta de sus pleitos de alcoba), y contamos anécdotas sobre las fotografías más famosas; nos preguntamos qué pasó con la Madre Emigrante, quien fuera el rostro de la Gran Depresión, y en El (micro)Fanzine recordamos el experimento fotográfico de Robert Doisneau sobre la gente, un desnudo y un escaparate.  Hoy volvemos a los fotógrafos con algunas anécdotas alrededor de su obra y su vida:

Henry Cartier-Bresson era camarógrafo del ejército francés cuando fue capturado por los nazis en 1940, casi tres años fue prisionero en un campo de trabajos forzados, del que pudo escapar en su tercer intento, aliándose a la resistencia antinazi. Había escondido su famosa Leica todo ese tiempo en un lugar de los bosques de los Vosgos, recuperándola. Y con esa cámara tomó la siguiente fotografía, en 1945, de una mujer que colaboraba con los nazis en los campos de concentración, sometida al repudio y escarnio público.


Cartier-Bresson es considerado uno de los mejores fotógrafos de todos los tiempos, y es famosa su idea del "momento decisivo", donde se capta la efímero. Una tarde de lluvia neoyorquina, saliendo de su propia muestra en el Museo de Arte Moderno, se dedica a captar los "momentos decisivos" de los transeúntes en busca de resguardo, y alcanza a escuchar cuando alguien, señalándolo, dice: "Miren a este tipo. ¡Otro más que se cree Cartier-Bresson!".

Henri Cartier-Bresson en la lluvia
Pero la anécdota más memorable quizá sea la que él mismo contó para ejemplificar que en su vida todo le debía al azar: un día recibió una llamada de Jorge Luis Borges, explicándole que él quería nominarlo para un premio que otorgaba una millonaria siciliana, con la particularidad de que era el artista ganador anterior quien nominaba al siguiente galardonado. Cuando el fotógrafo preguntó la razón de quisiera entregarle ese premio, el escritor respondió: "Porque soy ciego. Y quiero dártelo en reconocimiento a tus ojos". Sin embargo, Borges murió antes de poder dárselo, así que Cartier-Bresson le pidió a su viuda María Karuna que ella se lo entregara. Así, viajó a Palermo (Sicilia) para recibir su premio; curiosamente, Borges había sido criado en Palermo, Buenos Aires, y él, Cartier-Bresson, fue concebido en Palermo, Sicilia... justo en el hotel en que lo hospedaron los organizadores, y donde sus padres pasaron su luna de miel, nueve meses antes de que él naciera.

Borges y Cartier-Bresson
Edward Steichen fue un representante destacado del Pictorialismo, movimiento artístico de finales del siglo XIX que buscaba distinguirse de la fotografía de aficionados, que se multiplicaban por la comercialización accesible de la cámara Kodak (cualquier parecido con la actualidad, donde recursos como Instagram hacen que cualquiera se sienta "artista de la imagen", es mera coincidencia, je). Entre otras características se buscaba un efecto de desenfoque o bruma. Cuando Steichen fotografió la estatua de Honoré de Balzac que hizo Rodin, a la luz de la luna, usó una exposición de una hora para lograr un efecto fantasmal. Al ver la fotografía el escultor le dijo: "Harás que el mundo entienda mi obra con tus fotos".


Al contrario de los pictorialistas, que buscaban alejarse de la fotografía como instrumento para retratar la realidad, Paul Strand (también discípulo del gran Alfred Stieglitz, mentor de Steichen) realizó los primeros trabajos de foto-verdad, con retratos espontáneos y naturales de gente de las calles, para los cuales utilizaba una cámara que parecía estar enfocando hacia otro lado, pero en realidad enfocaban al objetivo situado a 90º, lo que le permitía captar rostros sin pose. Esta es su imagen icónica:


Cuando Jacob A. Riis, de profesión reportero, se hizo acompañar de dos fotógrafos aficionados para realizar el primer trabajo de fotoperiodismo en la historia, titulado "Como vive la otra mitad", y que trataba sobre los vagabundos, borrachos y demás personas en situación de calle de Nueva York, no imaginó que la policía los perseguiría alertados por las denuncias de varios testigos, que aseguraban, habían visto visitantes de carácter sobrenatural, según consta en el diario Sun, de 1988: "Extraños acontecimientos han sumido en la intranquilidad las noches de nuestra ciudad. Son varios los testigos que afirman haber distinguido en la penumbra a tres o cuatro fantasmagóricas figuras cargadas de bultos. Luego, vieron un relámpago, oyeron unas pisadas que se alejaban... y los misteriosos visitantes habían desaparecido sin dejar rastro". Riis, además de ser considerado pionero tanto del fotoperiodismo, también lo fue de la fotografía... al ser de los primeros en trabajar con flash

Nido de bandoleros, Calle Mulberry. 1888

Riis es conocido por su filantropía y labor de concienciación hacia los más necesitados, e incluso era llamado por el presidente Roosevelt, el ciudadano más útil de Nueva York y el mejor estadounidense que he conocido.

Pero la más grande de las anécdotas es de la fotógrafa Vivian Maier, quien trabajó como niñera casi toda su vida dejando su pasión por la fotografía oculta del mundo, hasta que un agente literario (John Maloof, que hacía una investigación sobre la ciudad de Chicago) compró una caja con cientos de imágenes en un sitio de subastas. Al ver la naturaleza y la calidad de las fotos regresa al mismo sitio y compra el resto de las cajas, con más de cien mil negativos y más de veinte mil rollos sin revelar: el trabajo de más de treinta años recorriendo las calles de Nueva York y Chicago con una cámara colgando del cuello. Apenas algunos reflejos, opacos y tímidos, como el anonimato de esta mujer, permiten adivinar como era la fotógrafa, y por fin, casi un año después, un nombre en un sobre da una pista, Maloof la busca en Internet y sólo aparece un obituario informando de su muerte... ocurrida dos días antes.



Aquí está el blog que John Maloof le dedica, mientras edita un libro y un documental con su extenso trabajo. Y la reflexión ineludible es: ¿cuántos y cuántas Vivian Maier habrá en las filas de Flickr, en los álbumes de Picasa, en las categorías de Hipstamatic e Instagram, esperando por ser descubiertos?

Y, ¿cuál será la historia detrás de la imagen que nos impacta?

viernes, 2 de noviembre de 2012

De Cuando la Muerte Volvió a la Ciudad


La Muerte ya pide esquina
lleva meses de ajetreo
le cargan mano de a feo
y le merman la propina
-No es negocio- se lamenta.
en el bar donde ya es clienta.


-Mejor le sirvo un tequila-.
(Un cantinero paciente
cuando pide otro aguardiente
y empieza su retahíla:
de la campaña electoral
a la reforma laboral).

-Me dijeron "es sencillo"-
dice la pobre catrina
acodada en la cantina.
-Me lo dijo el jelipillo
(refiriéndose a Calderón
y su gobierno en transición)-.


"Va a ser fácil, ya está armado"
y me dio toda una lista
con alguna que otra pista
sobre el orden acordado:
"A ésta le hacemos el fuchi
cuando llegue al cuchi-cuchi.

A éste ya ni hay que pelarlo, 
´ora sí dalo por muerto
no sé si es rancho o es huerto
pero ya hay donde mandarlo: 
hoy sí se va de volada
directito a La Chingada".


-Y de veras parecía-,
dijo la Parca azorada,
en encuestas no subía
y la tele lo ignoraba.
Todos seguían al idiota
y a su vieja La Gaviota.


Más que pierden la jugada
y justo donde más dolía:
muchachada que venía
de la clase acomodada.
Ya no sólo los jodidos
los juzgaban de bandidos

Y sin nadie que se rife
pensando aunque sea poquito
acuden al juayderito
y a las mamadas del IFE.
Sólo faltó el Vaticano
bendiciéndoles el... ¡la mano!


Pero yo seguí mi friega
aunque con la mala paga,
mientras Fecal en la briaga
y la gente en la refriega
Más de sesenta mil muertos
más las ausencias y entuertos.

No me quejo, esa es mi chamba
lo que sí me pega gacho
es que el infame borracho
diga que la cosa cambia
mi labor ya no valora:
¿siete pesos cada hora?


Nadie más ha trabajado
lo que yo en este sexenio.
Nadie ha cumplido tanto
Nadie tiene mi promedio.
¿Fe de mi productividad?:
índice de mortalidad.

¿Y me pagan con centavos?
¿con tarjetas de Soriana?
¿qué me van a dar mañana?:
¿espacio en tele pa´ chavos?
No es justo. Es muy mala treta.
Tratan mejor a La Maestra-.


-Pos es que ella da más miedo-.
dijo el barman con voz fuerte
a la sorprendida muerte
que ya ni la hizo de pedo.
La Huesuda es muy pareja
pero tampoco es pendeja:

Al César lo que es del César
... y a Elba Esther lo del temer.


Hace años ya habíamos publicado aquí la primera parte de las aventuras de La Huesuda en el defecito: De Cuando La Muerte Vino a la Ciudad. Y también de las memorias de La Catrina en esos tiempos de Don Porfirio: Ecos del Día de Muertos.

También dejamos calaveritas para nuestros amigos (De cuando La Muerte llegó al Fanzín), y luego para nuestros difuntitos más extrañados (Ofrenda y Calaveritas). Y un cuentito para celebrar estas fechas: Calaveras y Diablitos (éste sí vayan a leerlo, hasta a mí me gusta, je).

También hubo una entrada con algunos epitafios notables: De Epitafios. Y también se habló seriamente sobre la muerte: La Muerte, Eterna Amiga.

Las imágenes son de las ofrendas expuestas en el corredor cultural de la Av. Camarones, en la delegación Azcapotzalco, con la participación ciudadana de vecinos e instituciones aledañas (denle click a cada imagen para ampliarlas). Esta es de la yo puse en casa para mi papá: