lunes, 25 de junio de 2012

Bestiario 2.0


La ciberfauna que uno encuentra en el mundo virtual (y de la que palmariamente formamos parte) ha encontrado hábitats generosos en las redes sociales, a las que se ha mudado desde los canales de chat y foros para establecer la dictadura de su particular estilo, algunos sin mayores variantes y otros usando técnicas por completo innovadoras para adaptarse al vertiginoso ritmo que la inmediatez de una comunidad virtual exige.

A figuras sempiternas, como el troll, el hacker o el geek, se le suman las nuevas caras de la egolatría, la intolerancia, la obsesión-compulsiva, el narcisismo, la sociopatía, el oportunismo y, a veces, una mera y simple maldad tan pueril y fortuita como insaciable. Y es en situaciones coyunturales -como la actual época electoral- que se muestran más orondas ante los demás, como cucarachas en las horas más cálidas, deshinibidas y cínicas.

Ilustración de Los trolls y la princesa, de John Bauer

El Troll, casi todos en el mundo virtual lo saben, es el elemento provocador que busca animar el debate por medio de la controversia y la polémica, ya sea con agresiones, cuestionamientos incómodos, intrigas, suplantaciones, falsas evidencias, argumentos políticamente inaceptables... y un espíritu chingativo a prueba de bloqueos, insultos y hackeo. Lo mueve la necesidad de atención y una genuina convicción de la estupidez ajena, por lo que debe evidenciarla y con eso hacerle un favor a la humanidad entera. Un troll que se precie no es sensible, no se amedrenta ni con amenazas ni con lloriqueos, no se arrepiente del daño causado y si pide perdón es sólo para bajar la guardia del contendiente y tirar otro golpe bajo; a diferencia de lo que se cree, no muere de inanición si se le niega el alimento de la atención de los demás (lo que sí es cierto es que embarnece si se la brindan), le basta con la adulación propia para sobrevivir en lo que encuentra un nuevo flanco descubierto o una nueva víctima (o una nueva identidad, si se ha puesto en evidencia la suya).

El verdadero antídoto (además de la autocrítica, para ver qué tanto de sus ofensas traen de cierto) es el humor, si no se le toma tan en serio llega a ser divertido y hasta entrañable. Habrá que decir también, que muchos usuarios de la red son calificados como trolls sin realmente serlo, cualquier crítica o disenso, cualquier visitante, follower o amigo que no se muestre complaciente y no brinde un aplauso servil ya es calificado por un anfitrión intolerante (o por sus seguidores lambiscones) como troll. 

Y habrá que decir, además, que muchos somos trolls sin proponérnoslo: nuestros enlaces spam, nuestros #FF indiscriminados, nuestras etiquetas continuas en fotos cursis, nuestra obsesión monotemática, nuestra infatigable defensa de la ortografía sin mancha, nuestro rechazo sistemático a la corrección política (hasta el grado de justificar la intolerancia y la indolencia), nuestro optimismo desenfrenado, la pesimista tozudez o el cinismo enquistado que nos lleva a rebatir cada estado de ánimo contrario que se muestra entre nuestros contactos, nos convierte también en trolls que han dejado de vivir bajo un puente, para habitar en las secciones de comentarios y líneas de tiempo de una red social.

En El Fanzín enlistamos algunos personajes que se dejan ver mucho en nuestros timelines en estos desesperanzadores pero pasionales días, y que forman parte de nuestro muy particular y muy arbitrario Bestiario de la Socialización Virtual, quizá reconozcas alguno... y con suerte, quizá te reconozcas (a tiempo) en uno:

El Fanático

Seguidor de una persona pública, rendido ante el culto de su personalidad, no sólo es un admirador devoto sino también un defensor imbatible, su lucha contra los molinos de viento que se avientan al paso de su ídolo nunca es menor, toma cualquier crítica al objeto de su veneración como una afrenta personal que no merece amnistía (mucho menos indiferencia). Presumiendo de intolerancia y autocrítica, termina con amistades, lazos sanguíneos y relaciones laborales con tal de que permanezca incólume el vínculo entre él y su admirado, que puede ser un cantantito pop con melena de muñeca, un gurú informático o un escritor de ciencia ficción, pero en estas épocas electoreras se da más que sea un candidato a la presidencia. Aunque el vínculo que lo une a su ídolo es real sólo para él, su lealtad es ilimitada, no así su inteligencia o su capacidad de diálogo, pues parte de la única premisa de que el pendejo es el otro, y su único argumento es decírselo.

El Exgroupie

Una variante del anterior es el que se declaró fan de un bloguero, facebookero, twitstar o de alguna persona medianamente pública, y que en algún momento dado se sintió defraudado por él, quizá por darse cuenta que el sentimiento no era recíproco, que su atención entusiasta no era lo suficientemente valorada, o por una grave falta a su escala de valores (de SUS valores, que decide son los importantes para todos), trastocando la admiración cuasi amorosa en odio regurgitante. El desdén, desaire u ofensa que sintió recibir se transforma en resentimiento ácido que le impide dar (y darse) un descanso en su ataque a todo lo que su antes admirado publica, en su enfermizo afán de enterarlo de cómo perdió su valioso aprecio. Ese paso de fan a hater es muy fácil de dar pues ambas posiciones pretenden que alguien responda a nuestro deseo y criterio, llenando las expectativas que se depositan en él; en el fondo quizá lo que haya es una proyección al verlo alcanzar la notoriedad que se aspira, y lo que en un principio fue identificación se volvió en rencorosa envidia.

El Hater

La envidia es también el otro alimento del hater más común, junto al reflejo. Es difícil admitirlo pero es así: cuando alguien te desagrada sobremanera es sólo por dos posibles razones: envidia o reflejo (y hazte pa´ donde quieras, pero no hay más). O tiene lo que tú quieres (y en tu opinión no lo merece o no lo aprovecha como tú lo harías), o tiene las características que menos te gustan de ti (y descubrirlas en esa persona te sacan de quicio). Incluso si esa persona te desagrada por déspota, maleducada o corrupta, y tú juras que no eres así, quizá secretamente te gustaría darte ese permiso con ese descaro que tanto te indigna. Porque de otra forma sólo reprobarías su conducta y ya, no te enfrascarías en una cruzada en su contra. Pero si te desgastas las yemas de los dedos al enumerar las razones por las que no merece tanta atención; si te ofende su falsedad evidente y sólo vives para desenmascararlo ante todos (y desde tus múltiples cuentas con avatares distintos denuncias que no es auténtica si no una poser); si para destruir su reputación has sido capaz de "aligerar" tu ética, si cada actualización de su estado te parece una oportunidad de mostrarle tu indiferencia; si el desprecio que sientes por el protagonismo de esa persona ya no te deja hablar de otra cosa... quizá la odias menos de lo que te odias tú.

Hay que hacer un inciso para el hater intolerante, este no odia por sentirse identificado, sino odia por sentirse diferente, aunque en el fondo hay un prejuicio que es lo que lo hace pensar que hay una distinción y en un inicio no había odio, sólo rechazo. Los odios más grandes son entre personas que, a simple vista, son idénticas (esta certera frase no es mía, pero no encuentro a quién debo atribuírsela).

El Spammer

Es fácil saber quién daba forward masivo a las cadenas de mails, pues ha sustituido las cursis presentaciones de power point por los #FF masivos cada viernes en Twitter y las etiquetas en las fotos de Facebook. Cuando tuvo un blog se autopromocionaba en los más populares dejando la dirección del suyo ("Que maravilloso blog tienes, me fascina como escribes. Siento una conexión especial contigo. Visita miblog.com"); en Twitter te sigue primero para que tú lo sigas (y los peores son los que enseguida te dan unfollow), si son Social Media Expert o Community Manager (que es la especie de mayor reproducción en el mundillo virtual, parecen que se multiplican con sólo echarles agua) te agradecen el follow con un mensaje personal invitándote a visitar su sitio personal, algunos sólo usan su cuenta para enlazar a las entradas de su blog, sin preocuparse por unirse a la conversación. En Facebook envían solicitudes de amistad hacia todos los puntos cardinales, te etiquetan en fotos de gatitos, flores sonrientes u ositos besucones; te mandan besos, peluches, rosas y abrazos virtuales, te invitan cervezas (también virtuales... si no no me estaría quejando, je), te invitan a su granja a ordeñar a sus vacas (virtuales, también... de otra forma qué miedo). Y en estas épocas pululan los spammers ocasionales, inundados de fervor informativo hacia su filia y sus fobias políticas; se dan todavía peor en Twitter, tan dable a compartir enlaces y a abrir la conversación mediante hashtags, pongo un ejemplo que muestra casi todos los excesos posibles:


Retweet a sus propias menciones, abuso de hashtags (generalmente los que están en ese momento en los Trending Topics), abuso de menciones, mayúsculas innecesarias, y encima, demanda de retweet urgente.


Otro ejemplo de en lo que se convierte un timeline en viernes de recomendaciones a seguir (y que es muy similar a los que mandan saludos a varios en un solo tweet, y dan retweet a las respuestas masivas que reciben):


En Facebook pasa algo similar con los que te incluyen en un comentario junto a otra docena de contactos o te etiquetan en una foto junto a otros cien; el resultado es que a tu bandeja de notificaciones te llega un aviso cada que alguien responde y cuando revisas tu cuenta te emociona ver que tienes 32 notificaciones pendientes y das enter saltando de gusto porque por fin eres popular y dejarás de sentir que estas aislado del mundo... y resulta que ninguna es para ti, sino que alguien te etiquetó en una foto con un lindo atardecer recordándote que hoy es el primer día del resto de tu vida, y sus 193 contactos están devolviéndole la atención con una frase similar, tipo: "No sé hacia donde vamos, sólo sé que quiero ir contigo..."

El Ruidoso

Muy de la mano con el anterior, el contacto ruidoso es el que habla mucho, dominando tu timeline con sus actualizaciones de estado continuas durante todo el día. En estas épocas de furor electorero se da mucho más todavía, los enlaces a artículos polémicos, a anuncios de último momento, a la más reciente encuesta o a las declaraciones más controversiales y las consecuentes reacciones a todo esto aumentan el "ruido" de una red social, pero en realidad siempre está presente con algunos usuarios que se sienten con la obligación de contar cada pensamiento, estado de ánimo, conversación, experiencia, anécdota y suceso en su vivir cotidiano; no hablamos de eventos extraordinarios, hablamos de las actividades más elementales y de los pensamientos más insustanciales registrados a toda hora durante todo el día, incluyendo reseñas de los programas de televisión que miran y de las conversaciones que están teniendo con sus amigos. 

Aquí también encontramos otras modalidades, como los inefables Social Media Experts, con sus inagotables consejos sobre como hacer social media y networking a favor de tu marca personal (aunque seguramente dirán branding personal, pues apantalla más), aunque en general son los últimos en seguir sus consejos pues pocas veces responden a las menciones o se prestan para una conversación, limitando ésta al abuso de citas edificantes y decretos de optimismo mágico. 

Están también los opinócratas, que son las segundas personas más felices con las nuevas TIC pues ahora ya no sólo torturan a sus familiares y compañeros de oficina con sus expertos análisis sobre cualquier tópico (esos familiares y compañeros laborales son las primeras personas más felices con las nuevas TIC, pues agradecen la nueva adicción del insoportable sabelotodo, ya que por fin pueden descansar de sus densas peroratas), aparentemente propician el debate siempre, así como el pensamiento crítico, pero en realidad lo único que quieren es tener una audiencia para sobar su ego hambriento y sus aseveraciones infundadas, para sentirse más listos están en contra de todo y discuten cada aseveración ajena, a todo el que los cuestiona acusan de ignorante, maniqueo o falto de inteligencia, piden se les confronte con argumentos pero son incapaces de reconocer que los suyos son sofismas, que se equivocaron o que su razonamiento es imperfecto, están tan enamorados de su propia identidad virtual que prefieren negarle la razón a su oponente con descalificaciones y alarde de sus estudios y conocimientos. Podría ser triste, porque en realidad para muchos es obvio su trastorno narcisista, pero como logran encontrar un público con el que establecen una relación simbiótica (le aplauden como focas mientras el opinócrata les dice qué pensar), en realidad es, hasta cierto punto, enternecedor: si el narcisista encuentra la atención que tanto le hace falta (y los descabezados encuentran su cabeza líder), ¿qué mas da que no se entere que en vez de admiración da pena? 

Otra modalidad son las cuentas creadas con el único objetivo de hacerse el gracioso, volverse populares e improvisar una carrera de comediante. Tras el éxito de Werevertumorro en Youtube, o de blogstars y twitstars de estilo desenfadado que incluso saltaron a los medios tradicionales (los ejemplos más notorios son Tamara de Anda y Chumel Torres), un buen número de comiqueros han tomado por asalto las redes sociales con una sucesión de frases de intención cómica, junto a memes tropicalizados y repetidos hasta la náusea. En Twitter hacen las interrupciones necesarias para sumarse al TT más frívolo del momento, en el que no aportan nada más que el retweet a las frases más ingeniosas (y si se puede, robándoselas y haciéndolas pasar por propias). Dan retweet también a sus notificaciones de Favstar y otras aplicaciones similares, para que se sepa lo populares que ahora son.


De los tres últimos su modo de operar es seguir indiscriminadamente para captar más seguidores mediante el followback, luego dar unfollow a algunos y continuar siguiendo a otros; el rey de esta técnica es también el rey del humorismo... pero involuntario: el periodista de enorme descrédito Federico Arreola, quien, pese a que muchos no lo toman en serio como periodista (ni como ser humano, je), sí ha capitalizado los beneficios de ser una celebridad en Twitter y sí logra engañar a muchos de ser una fuente confiable de información actual.

El Porro Twittero

Quizá esta es la única verdadera aportación del ya mencionado periodista Federico Arreola al mundo tuiteril mexicano, al designar así a sus trols que no desperdician ninguna de las muchas oportunidades que da para reírse a sus costillas o criticarlo sin contemplaciones. En la jerga política mexicana, los porros son elementos de desestabilización insertados en las escuelas de educación media y superior, para provocar confrontaciones violentas con grupos disidentes del régimen establecido, es decir, pseudoestudiantes que se colaban en movimientos estudiantiles de protesta, para desacreditarlos, provocar escisiones y justificar el uso de la fuerza pública. En el mundo virtual también existen, y en época electoral han proliferado de manera asombrosa. Provocadores que usan cuentas abiertas exprofeso para hacerse pasar por simpatizantes de alguna corriente política, buscando en realidad desacreditar a los verdaderos partidistas. Variantes de esta situación son los clones de algunas personalidades notorias, que opinan de forma censurable o que apoyan posturas contrarias a la persona original. También podrían entrar aquí los "huevos": perfiles falsos sin una verdadera persona detrás, sólo existentes para fingir un apoyo o una reprobación masiva hacia un partido político o un candidato.

Mención aparte, por su protagonismo en esta etapa de virulencia electoral, ameritan los bots, perfiles falsos generados a partir de un programa informático que maneja varias cuentas simultáneas, para engrosar artificialmente la participación en hashtags favorables a un candidato y dar una falsa percepción de apoyo masivo, y de la mano de éstos, los perfiles falsos que sí son manejados por personas, pero que son pagadas para participar en dicha actividad, de la misma forma y con el mismo objetivo. Los más identificables son los que favorecen al candidato priísta Enrique Peña Nieto, dada la torpeza y descaro con que han manejado su activismo virtual, resultando contraproducente. Se dice también que ofrecen pagar a twitstars para pronunciarse o iniciar hashtags a favor de algún candidato, aprovechando su popularidad y la influencia sobre sus seguidores (aquí los supuestos twitteros pagados por PAN y PRD, y  los que supuestamente pagó el PRI). También en Facebook este aparente apoyo masivo ha sido descubierto, con cuentas abiertas sin que muestren mayor actividad, además de señalar como simpatizante a usuarios que no se han manifestado a su favor, pero que así lo muestran ante sus contactos (las más de las veces sin enterarse, al parecer basta con entrar a dar un vistazo a las páginas oficiales de los candidatos para que sean señalados como simpatizantes en espacios pagados por las campañas).

El Outsider

Autoproclamado como outsider por él mismo en clara acción de curarse en salud por no poder integrarse en ningún otro grupito más, el outsider podría pertenecer a un grupo realmente grande si sólo admitiera que es tan igualmente diferente a todos los otros que se quieren diferenciar. Va por ahí señalando con tanto desprecio al estereotipo y al cliché que se convierte en otro. El outsider (el apestado, decíamos antes de que se agringara tanto el concepto) presume de iconoclasta, de antisocial, de solitario, de solitito... y lo único que los demás ven es el arraigadísimo rencor social que trae por dentro. "Es que soy antisocial", dice... y no mi rey: son los demás los que no te quieren. Y no hay incongruencia más grande que abrir un perfil en una red social para decir que prefiere estar solo, que por favor no le hablen. Y como la red social está que supura de outsiders, no falta el que encuentre la popularidad al presumir su manera de evitarla, incluso no falta el que de veras se lo cree (que la desprecia). Igualito que los hipsters se adapta a un molde tratando de ser singular, y para ello se fabrica un outfit bordado con el cinismo nihilista del que se cree superior al resto, y su amargura irónica apantalla a los que no recuerdan a Ciorán. Lo que lo convierte en troll no es esta postura, que como tantas otras posturas incongruentes no amerita mayor reprobo, sino la necedad de señalar despectivamente las actitudes ajenas como parte del sistema, del mainstream o del adocenamiento mediático desde su púlpito de superioridad moral.

El Ciberpsyco

No puede negarse, hay gente realmente enferma (perdón, denme un segundo mientras me limpio el hilito de sangre que escurre de mi lengua, je). A la gente obsesionada que es capaz de invadir la privacidad de alguien más, incapaz de vencer la compulsión por saber más de quien venera o aborrece, sólo la supera el que utiliza la información hallada en contra de la víctima de su espionaje, y junto a éste, el que la difunde a un público con animadversión hacia ella, a sabiendas de que puede ocasionar con esto un perjuicio tangible. Hay que precisar que no todos los hackers son stalkers -y viceversa-, y que en la cultura hacker hay categorizaciones de acuerdo a su código de ética. Además hay que precisar que les facilitamos mucho su trabajo de espionaje, pues voluntariamente subimos mucha de nuestra información e intimidad a las redes. 

Está también el que consiente a su odio y lo deja crecer hasta que no logra dominarlo, el que alimenta su intolerancia por la convicción de que su creencia merece imponerse a las otras, o que la diferencia justifica su odio, el que se divierte sembrando miedo -o dolor-, el que aprovecha el anonimato de la virtualidad para vulnerar a alguien y el que hace uso de las nuevas tecnologías para perjudicar a otros. El ciberbullying, el fraude cibernético, la difusión de pornografía infantil, la trata de blancas, la suplantación de identidades, el chantaje, la extorsión, el acoso y la violación de la privacidad, son delitos que tienen sus variantes informáticas además de ser conductas antisociales. Los que realizan estas actividades son, además de delincuentes, sociópatas.

Pero los hay también que no llegan a realizar el crimen, sólo a fantasearlo y a recrearlo en su mente... y a sembrarlo en la de su posible víctima. La amenaza también es un delito pero en nuestro sistema de justicia, que no logra imponerse a los crímenes ya realizados, menos esperanza hay de que lo haga en los que sólo están en proyecto. Sin embargo la amenaza puede tener efectos reales. La intimidación, incluyendo la sexual, los linchamientos virtuales, el acoso, el bullying... están presentes en las redes sociales y los espacios de la web 2.0, que idealmente eran para interactuar, compartir y crear. Propagando el silencio. Gracias a Internet se abre una gran plaza pública para el debate y la libertad de crítica, pero los más enfermos degradan la conversación no sólo con insultos y vulgaridades demasiado subidas de tono, si no también con actitudes todavía más hostiles, que inhiben la participación del resto y que impiden el sano ejercicio de establecer una postura, además de la libre convivencia social.

El resto son bestiecillas sin domar, que pueden tomarse con humor, con amor o con cafeína, para evitar corajes de más y entuertos que caen pesados.

sábado, 16 de junio de 2012

La Señora Presidenta


Desde hace 30 años hay una mujer contendiendo por la presidencia de México (con excepción del año 2000). En 1982 el desaparecido Partido Revolucionario de los Trabajadores impulsaba a la legendaria activista Rosario Ibarra de Piedra a la silla presidencial. En tiempos en que levantar la voz contra el gobierno para protestar y cuestionarlo, podía significar la desaparición, la tortura y la muerte, Rosario Ibarra representaba a los desaparecidos, a los presos políticos y a los perseguidos ideológicos. En 1988 volvió a ser candidata presidencial, pero además lo fue también para el premio Nobel de la Paz por su labor de defensa de derechos humanos. En 1994 Cecilia Soto representó al Partido del Trabajo en la contienda presidencial. 

También del Partido Revolucionario de los Trabajadores surgió Patricia Mercado, quien en el 2000 perdió ante Gilberto Rincón Gallardo la posibilidad de representar al joven Partido Democracia Social en la pugna por la presidencia del país. Fundadora del Partido México Posible, transformado después en Alternativa Socialdemócrata, Patricia Mercado ganó el registro de su partido en el 2006, cuando obtuvo 2.70 del total de votos, sorprendiendo a todos de la misma forma en que lo hicieron sus vanguardistas propuestas sobre equidad de género, despenalización del aborto y la marihuana, la unión de personas del mismo sexo y otros temas polémicos no abordados antes en la agenda política del país.

Las candidatas a la presidencia siempre habían representado a las corrientes de izquierda. Hasta ahora. Aunque Cecilia Soto se acercara posteriormente a los gobiernos del PAN, Josefina Vázquez Mota es la primer mujer que representa al partido más conservador, que en años pasados ha impuesto la criminalización del aborto en 17 estados, ha obligado a adolescentes violadas a seguir adelante con los embarazos resultantes y ha frenado la reforma constitucional a favor de los derechos de la comunidad LGBT, entre otras acciones.

Josefina Vázquez Mota define su candidatura como "diferente", basando gran parte de esa diferencia en que es mujer, usando este hecho como argumento. Así, sin más. "Vota por mí porque soy mujer", es el mensaje. Hace alegorías del país como un hogar al que ella administrará bien porque "es mujer". Da (cursis) "recetas culinarias" para un México mejor, ofrece cuidar a los mexicanos como una madre a sus hijos, afirma que pondrá el país en orden como una mujer que limpia permanentemente su casa, asegura que será una presidenta "con pantalones" (implicando con esto que la decisión y la valentía son valores masculinos), propone ejercicios de imaginación para imaginar a sus contrincantes como mujeres a las que ridiculiza... y recientemente, sugiere a sus partidarias a usar el sexo como instrumento de manipulación y chantaje si sus parejas (hombres, por supuesto) no votan por ella. 

Nuevo Movimiento en Pro del Cuchi-cuchi

Josefina Vázquez Mota reduce el placer sexual a una prerrogativa masculina, reduce también a la mujer al estereotipo negativo de una manipuladora sexual, no le concede mayores capacidades para debatir más que el uso de su cuerpo, e incita a una "huelga sexual" de piernas cerradas como mejor medida femenina para apoyar su candidatura. Y lo hace con el lenguaje más absurdo posible: castigando a las parejas que no voten "sin un mes de cuchi-cuchi".


Es inevitable que cause gracia, que mueva a la risa y a la parodia burlona. Pero es necesario que se señale el pensamiento detrás del eufemismo tan cobarde como ridículo (je, otra vez la malbicho contra el humor, pinche amargada que no sabe disfrutar de un chistecito sin más intención que sacar una sonrisa), es importante señalar la incongruencia de una mujer que se aprovecha de serlo, mientras traiciona a las que lograron los avances que hoy le dan la oportunidad que aprovecha. 


Para que una mujer pudiera trabajar de forma remunerada se llevó muchos años y muchas vidas. Para que pudiera estudiar una carrera profesional de su elección, para que pudiera participar en la vida política tanto emitiendo su voto como recibiéndolo, para que se le otorgara un liderazgo (especialmente sobre los hombres), para que se le pudiera considerar como una contendiente para el gobierno de un país, para que incluso pudiera vestir pantalones, se llevó a cabo una lucha a través de décadas y a través de enemil obstáculos para que una mujer dejara de ser concebida sólo para el rol materno y el rol sexual. Y de todo esto se ha servido la candidata panista para poder serlo, y de todo esto se ha olvidado al reducir el rol femenino nuevamente al de ama de casa y de satisfactor sexual.


Huelgas de sexo se han dado a través de la historia, tanto para no gestar a los nuevos oprimidos de un pueblo conquistador, para lograr un alto a la guerra (como alguna vez lo hicieron las mujeres atenienses y espartanas), para obligar a los hombres a cumplir con una necesidad comunal o para reducir la violencia. Pero nunca a cambio de votos, y menos aún incitados por una mujer que ofrece que un voto para ella es "un voto para la libertad de la mujer". La paradoja es ofensiva por la carga de incongruencia y misoginia que conlleva.

Mi aportación a la denuncia de coacción del voto
(click para agrandar la imagen)
México está listo para que una mujer lidere el gobierno del país, eso es lo único bueno que ha demostrado la candidatura de la panista. Pero es Josefina la que no está lista para hacerlo. Una mujer que piensa que la mayor capacidad de una mujer es su capacidad maternal, y que intenta llevar sus competencias domésticas a la presidencia para gobernar al país como gobierna su casa, sólo demuestra su falta de visión de estado. Encima, una mujer que en su discurso sexista perpetua los estereotipos y prejuicios que han significado la falta de equidad entre géneros en perjuicio de la mujer, tampoco garantiza el gobierno que la población femenina necesita para su desarrollo social. 

Mientras en otros países del mundo el liderazgo femenino demuestra un desempeño notable, y muchas veces digno de aplauso, como es el caso de la expresidenta chilena Michelle Bacheller, quien dejó su cargo con la aprobación popular más alta hacia un gobernante, y en la actualidad se pueden encontrar liderazgos como el de Angela Merkel y Dilma Rousseff, con probados aciertos e influyentes decisiones, en México las dos mujeres más notorias en la escena política atraen el rechazo y la desconfianza hacia sus gestiones.

Adios Chepina. Gracias por participar
Campaña anónima que recuerda a la de "Tu le crees a Madrazo. Yo tampoco", de hace años, y que le fue atribuida también a Elba Esther Gordillo, caudilla magisterial de enorme desprestigio

Imágenes provenientes de Twitter y Google

martes, 5 de junio de 2012

Morir para Vivir


El domingo anterior celebrábamos la vida en una cabañita de La Marquesa, parque natural del Estado de México en donde se pueden pescar truchas, andar a caballo, rentar una cuatrimoto, volar cometas, caminar entre el bosque y asar carnes al carbón. Celebrábamos los primeros cuatro años del más pequeño de la familia, yo celebraba además de eso, la reconciliación con el mejor amigo que he tenido en mi vida, una persona tan especial que la quiero en mi vida siempre, como amigo-hermano-ángel guardián. Celebrábamos, además la naturaleza, que ese día nos mostró su cara luminosa y también la gris, cuando la lluvia helada cayó con fuerza y tuvimos que partir entre el granizo, el lodo y el tremendo frío. Y entre risas, porque somos una familia muy inclinada a reír por todo y de todos. Uno de los motivos de esa tarde era la forma en que tuvimos que acomodarnos todos dentro de la camioneta, incluso los que no habíamos venido en ella, pero por la terrible lluvia se complicaba descender hasta la carretera a tomar un transporte público. Así que íbamos con sobrecupo y con sobrepeso abusando de la capacidad del vehículo, y un poco más adelante nos lo hizo saber.

Yo acababa de hacer una broma protestando sobre la música que escuchábamos y que coreaban mis hermanas (si hay un letrista más efectivo que Arjona para dar nombre común a los sentimientos que se antojaban sublimes es Espinoza Paz, ambos tienen una capacidad pasmosa para las metáforas rústicas y el simbolismo opaco), la camioneta se inundó de risas... y enseguida de azoro. 

Un zig zag violento y amplio, que se prolongó demasiado en nuestras mentes, que se detuvo un instante para sembrar el miedo, que pareció acentuarse a medida que la calma intentaba hacerse oír, que los padres abrazaban a los hijos y que las madres perdían la voz al querer brindar consuelo. A la pared tasajeada de la montaña se sucedía el límite impuesto por el guardarraíl, y ambos se alternaban ante nuestra vista con rapidez de vértigo. Una voz flotaba en el aire: "Sostenlo... cálmate", en un tono inusualmente apacible, para luego añadir, dirigiéndose al resto: "Agárrense", con un dejo de alarma imposible de camuflar, contrastando la suavidad del volúmen con lo imperativo del mensaje. 

Ahí pensé que había acabado todo (o más bien, que acababa de empezar).

La camioneta se inclinaba notoriamente hacia un lado, además de alejarse diagonalmente del camino que marcaban las líneas en el asfalto húmedo, eso era lo único que yo alcanzaba a percibir ya que me encontraba en la parte posterior de la camioneta, que normalmente se destina a las maletas; recargada en mí se encontraba una de mis hermanas; frente a mí, con sus pies sobre los míos, se encontraba la otra. Nos habíamos acomodado así para dejar los asientos a los más altos, que se encimaban entre ellos y además llevaban a los niños dormidos en sus rodillas. Mi sobrino iba al volante y en el asiento de copiloto, mi mamá. 

En mi mente se formaron tres escenarios: nos volcábamos del lado contrario al que yo me encontraba, los niños quedarían resguardados del impacto directo... no así mi mamá; mientras en mi mente pasaba eso la camioneta viró hacia la izquierda, con suave aspereza, lo que me llevó al segundo escenario: nos estrellábamos contra la montaña, teniendo el impacto justo donde estaba sentada mi mamá, a pesar de que todo esto pasó en segundos, hubo tiempo para que en mi mente se formaran imágenes de la carrocería destrozada, los cuerpos prensados, los cristales rotos ensangrentados y los gritos de dolor anunciando la magnitud del daño. El tercer escenario se impuso a esas imágenes: se va a enderezar... todo va a estar bien. Todo va a estar bien. Todo va a estar bien.

No hubo un suspiro de alivio, sólo hubo más silencio cuando comprobamos que ya íbamos de frente y que la velocidad disminuía un poco. No recuerdo quien habló primero ni qué se dijo, pero de repente ya todos estábamos hablando diciendo alguna expresión de alivio, sorpresa o desahogo, sin importar si alguien nos prestaba atención. Era una necesidad de hacerse presente, de dar evidencia de que seguíamos ahí, como un pase de lista. "¡Ay, mi amor!", dijo mi hermana a su hijo, el conductor, poniendo el énfasis más en el tono que en el volúmen, para plasmar su admiración. Vendrían luego las preguntas del qué y el cómo, las posibles respuestas, la explicación de la llanta ponchada, las soluciones propuestas. Al final nos separamos y unos decidimos esperar un transporte público bajo la lluvia que arreciaba a ratos, para liberar de peso el vehículo, mientras los más diestros cambiaban la llanta de repuesto. Y nuevamente el más diestro fue el chofer, que ignorando su agravado resfriado terminó empapado, chorreando agua de los largos cabellos, que a disgusto de su madre ha dejado crecer hasta media espalda advirtiendo que se volverán rastas en algún momento. 

Y de la misma forma en que se sacudía el agua se sacudió las palabras de reconocimiento ante sus sorprendentes reflejos, diciendo con su sonrisa fácil: "Fue como un videojuego".

Y pensar que su madre repitió durante años, preocupada ante su alarmante afición: "Deja ya ese aparato, no deja nada bueno que te pases horas jugando ahí".

Es muy barata, muy ramplona, muy cursi y muy desgastada la reflexión de que la vida puede cambiar en un instante, y que sentir cercana la muerte cambia la manera de percibir la propia existencia... pero es así -je-. Perdonen el lugar común pero: me siento frente a una nueva oportunidad -je, je-... y no quiero dejar esta experiencia sin abrazar todo el aprendizaje que se le pueda exprimir. Ya me había tardado, ¿no?, quien sea lector de este blog sabe que siempre llega un momento de introspección en que me pregunto que qué onda conmigo, que me siento feliz o triste o a gustito y que vengo aquí a abusar de este espacio y de su atención para decirlo. Y casi siempre me llega en esta época del año, soy un animal estacional -je-. Lo dije aquí, lo dije aquí y cuando más me gustó fue cuando lo dije aquí (así que si no quieren ir a todos los enlaces, privilegien este último). Y hoy lo digo de nuevo: soy una persona con distimia crónica, con desesperante facilidad para el llanto e irredenta propensión al drama y la depresión más abismal, pero con todo eso, siempre me llega el tiempo de agradecer lo que tengo, la familia de la que formo parte, los amigos que he logrado conservar, el aprendizaje que he podido almacenar... y celebrar la vida.

Gracias por estar aquí.

viernes, 1 de junio de 2012

Por una Cultura del Disenso


"La locura es la excepción en los individuos pero la norma en los grupos".
Nietzche.

"¡Muerte a los intolerantes!"
Makelele (comentarista bloguero de fino y caústico humor)


Yo soy una persona muy intolerante y muy cínica, de fácil inclinación al sarcasmo, secretamente pensando que eso me pone en un plano superior a los demás, especialmente a los que critico. Sin embargo, es algo que ya no "ejercito". Me doy cuenta que si me siento superior al burlarme de alguien es porque busco reducirlo, sobajarlo. Y que no tengo derecho a eso, especialmente cuando sólo es una persona que no coincide con mi forma de ver las cosas, que lo único que hace es pensar distinto a mí. Llegué a este punto después de "ejercitar" ese músculo del sarcasmo y el trolleo precisamente en Internet desde hace unos  años, me di cuenta de lo enfermizo que era (a pesar de que es divertido y que atrae muchos simpatizantes, y que aparentemente es muy inocuo en la red, debido a su virtualidad y anonimato). Y después de comprobar, también, que no aportaba nada a las causas que buscaba defender, casi siempre en contra de la discriminación y en defensa de derechos humanos. Mi incongruencia era así de grande.

Ahora veo repetir mi error en la mayoría de los que participa en cualquier foro público de expresión, virtual o no virtual. La diferencia es que en la red, por su virtualidad y por el anonimato que existe (aún si la persona comenta utilizando su nombre real, si no es figura pública sigue teniendo un parcial anonimato que la protege), es más sencillo -y tentador- usar la palabra como arma en contra de quienes piensan distinto.

La intolerancia es una de las condiciones frecuentes en la naturaleza humana, casi inherente dada nuestra  natural soberbia (hay una inclinación a creernos moralmente superiores al resto) y a nuestra cultura de discriminación, de intransigencia a lo diferente, a lo que cuesta un esfuerzo adicional aceptar porque que sale de la norma y lo habitual. O porque nos confronta ideológicamente, como es el caso de las diferencias de pensamiento y posturas políticas. Asumir que el otro es el incorrecto porque no coincide con nuestra postura, denostar la opinión contraria, acusar de traición ante la distancia crítica, descalificar los argumentos ajenos con insultos o sorna, negar la opción del desacuerdo sin que eso implique la ruptura, agredir al que nos cuestiona... todas son muestras de nuestra inmadurez política. Inmadurez que no otorga la garantía del disenso.

Dos recientes eventos me sirven de ejemplo, los dos dentro de nuestra actualidad electoral: el primero es el juicio a los estudiantes de la Ibero que manifestaron su rechazo a Enrique Peña Nieto, candidato príista, debido a las formas de las que se valieron (gritos, abucheos, pancartas con mensajes en contra, consignas) para expresar su reprobación al PRI. Analistas, periodistas (de "dudosa neutralidad", como bien los describieron los estudiantes) y representantes del partido político coincidieron en los primeros momentos en señalar una "campaña de odio" orquestada desde un equipo rival. Los estudiantes fueron calificados de "porros" (elementos de desestabilización en las escuelas), de infiltrados (negando que fueran verdaderos estudiantes de la universidad), de acarreados, de instrumentos al servicio del PRD, de "turbas fascistas", incluso, de promover un discurso de odio. Todo antes que admitir que el rechazo fuera legítimo y espontáneo. Porque simplemente se negaban a admitir que un grupo amplio de estudiantes de clases media y alta se inconformaran con su plataforma política y su manera de gobernar. Que disintieran con el candidato líder. En los siguientes días continuaron las voces descalificadoras, apuntalándose en la falta de cortesía de esos estudiantes que, decían, incitaban la violencia. Y si bien es cierto que la protesta masiva tenía un tono alto, también es cierto que eso no desligitimiza la manifestación, fuera de excesos como arrojar un zapato, lo demás fue la reacción lógica a los recursos que se tenían en ese momento: no todos pudieron ingresar al auditorio, no todos tenían la oportunidad de tomar un micrófono, no se les iba a dar la palabra uno por uno y además no todos tenían la intención de dialogar, sólo  de expresar su desacuerdo frente a la persona que representa el status quo, que es algo que no se puede hacer siempre pues no existen los medios para ser escuchados por ellos, y que además es completamente válido.

Manifestantes en la Ibero a favor y en contra de Peña Nieto.

Una reflexión importante es que el debate, la confrontación de ideas, el intercambio de posicionamientos no siempre va a seguir un manual de buenas maneras, la crítica dura y directa, el señalamiento al error o al exceso, el obligado reclamo al abuso de poder también vendrán acompañados de la intensidad, la emocionalidad y la vehemencia. Que contengan contenido y razones, es la condición para que ameriten un espacio. A veces sólo una sacudida logra romper la inercia.

Pero también está la denostación fortuita o ligera, la que adelanta juicios, la que obstruye el diálogo y sólo ensordece. Una crítica que no es constructiva y que sólo busca reducir.

El otro ejemplo es el de los Diálogos por la Paz, convocado por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, cuya cara más visible es el poeta Javier Sicilia. En ese marco los simpatizantes de López Obrador se enojaron por la crítica que Sicilia le hizo. Los mismo que minutos antes daban un retweet entusiasta a las críticas directas que le hacía a los otros candidatos, cuando le tocó el turno al suyo recularon violentos, descalificando la labor del activista que rechaza la guerra contra el narco -que a la fecha lleva alrededor de 60 mil muertos-, descalificando incluso su labor artística y la persona misma del poeta. Paradojicamente en la misma crítica que Sicilia dijo a López Obrador, se encuentra la siguiente frase: "...hay un espíritu fascista entre algunos de quienes lo apoyan". Por cierto, "fascista" es el adjetivo (des)calificativo más fuerte que leí sobre Sicilia en Twitter (entre "viejito ridículo", "viejo loco", incongruente, frustrado, protagónico, megalomaníaco... en fin); "fascistas", también, les dijo Román Revueltas a los estudiantes de la Ibero que se manifestaron contra Peña Nieto, por lo que "fascista" parece ser la palabra más fácil de decir cuando se trata de etiquetar a un contrario ideológico. Ante cualquier oposición a nuestras ideas defendidas podemos usar alegremente y con total ligereza el término fascista, nos hace quedar bien y hace que nuestro enemigo ideológico quede como el más malo de la película. Y sobretodo, nos da la altura moral suficiente para reducirlo en sus argumentos. Como han querido hacer con Sicilia, denostando sin matices todas sus acciones a partir de esa crítica. Y no es porque yo crea que es incuestionable, que no sucumba al protagonismo o que no tiene defectos ni errores (uno de los cuales fue generalizar igualando a todos los partidos y sus candidatos al repartir culpas sobre la indiferencia a las víctimas de la guerra al narcotráfico), pero sí me parece excesiva la respuesta de los amloístas más agresivos, por su virulencia y su radicalismo cuando se cuestiona a su líder.

El beso de Sicilia que no aceptó López Obrador
("Un mundo nace cuando dos se besan", le dijo Sicilia citando a Octavio Paz, como respuesta)

La de Sicilia fue una voz entre muchas, que coincide con otras más, la forma en que describió a López Obrador se acerca mucho a la opinión que tienen de él los que no son sus simpatizantes, y elegir al crítico como enemigo, en lugar de considerar qué se debe hacer para que esa percepción errónea (si es que realmente es errónea) cambie, es otra muestra de inmadurez política.

La diferencia entre la violencia del reclamo de estudiantes a Peña Nieto, y la violencia del reclamo de usuarios de redes sociales al activista Javier Sicilia, es que los primeros reflejaron el rechazo guardado durante años hacia una plataforma política ineficaz aprovechando el momento que tenían para poder expresarlo (ellos mismos se han pronunciado en contra de esas expresiones ahora que han organizado un movimiento más formal), y los segundos reflejaron un enojo inmediato hacia una crítica a su líder, con una reacción visceral y sin mayor profundidad en su razonamiento, más que la mera descalificación. La crítica cabe, es algo que no entienden los que se sienten traicionados cada que reciben una, con un pensamiento maniqueísta.

Y justo antes de la protesta estudiantil antipeñista en la Ibero, se daba a conocer un texto del escritor Héctor Aguilar Carmín en donde criticaba esta actitud, que mediaticamente nombraron La República del Odio (en clara referencia a la República Amorosa que anuncia López Obrador en su campaña), un segundo artículo la ejemplificaba con la respuesta agresiva de sus simpatizantes ante las voces contrarias, mostrando los mensajes recibidos en redes sociales (y utilizando también, alegremente, el término "fascismo" con soberbial ligereza). El escritor y sus defensores cayeron en el error de deslegitimizar las opiniones del público por su violencia verbal (victimizándose, de paso), nuevamente acusando la promoción de un "discurso de odio", pero el señalamiento de esa violencia también dirige la vista hacia la falta de argumentos y la intolerancia (que no es privativa de ninguna filiación política, cualquiera puede señalarla en simpatizantes de otro partido). Cualquiera que visite las redes sociales o la sección de comentarios en algún portal informativo encuentra esa misma carencia argumentativa y de mesura en el diálogo.

Tomo estos capítulos recientes de nuestra actualidad política para ejemplificar el por qué de la necesidad de una cultura del disenso, de garantizar  la opción de no coincidir en todo aportando una óptica y un pensamiento diferente, sin que eso sea acusado de traición ni lleve al antagonismo o a la negación del otro. La democracia moderna se basa en el pluralismo, en una cultura política homogénea, si negamos la posibilidad de disentir sin quedar fuera no hay manera de alcanzarla. La voz disidente debe considerarse una parte necesaria de todo movimiento, la voz autocrítica y no complaciente será la que otorgue la posibilidad de un cambio positivo, así como el respeto al derecho de las minorías. El disenso otorga una distancia crítica que no niega los acuerdos pero que sí ofrece una mirada alterna, un pensamiento diferente y complementario, no conformista.

Los grupos generan un pensamiento colectivo que tiene un doble filo, cobijados en una especie de ceguera moral que califica a todos en buenos y malos (donde por supuesto, los de dentro siempre son los buenos), con una ilusión de invulnerabilidad y un fuerte sentimiento de unanimidad, la uniformidad de pensamiento aborta la presentación de ideas individuales y la libertad de pensamiento, suprimiendo las dudas personales (ignorándolas voluntaria o involuntariamente), sin dar mucho espacio a las críticas o a las propuestas individuales que pudieron ser constructivas para no propiciar enfrentamientos, tensión o posibles disoluciones, tomando la voz grupal (o la voz líder) como indiscutible o incuestionable, a la que se defenderá con radical vehemencia.

Habrá que aprender que divergencia no siempre es disolución. Y que una cultura del disenso favorece el pensamiento crítico, lo cual favorece el panorama cultural y político de un país en aras de establecer una democracia.

Entrada relacionada: Me gustan los estudiantes (Yo soy 132)

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