Hoy, 12 de febrero, es el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, el naturalista inglés que sentó las bases de la teoría moderna de la evolución por selección natural.
En este mismo año se celebrarán también los 150 años de su principal obra: El Origen de las Especies, publicado el 24 de noviembre de 1859, del cual se vendieron los primeros 1 200 ejemplares el mismo día que salió al público, y que estuvo a punto de no salir a la luz debido a que, trece meses antes, recibió el manuscrito de otro naturalista (Alfred Rusell Wallace) que coincidía exactamente con sus puntos de vista sobre la evolución por selección natural; al no querer pasar por un usurpador, pensó incluso en destruir sus escritos; finalmente el propio Wallace reconoció la trascendencia del trabajo de Darwin, manifestando que él mismo no poseía «el amor por el trabajo, el experimento y el detalle tan preeminente en Darwin, sin el cual cualquier cosa que yo hubiera podido escribir no habría convencido nunca a nadie».
Parte de las celebraciones han incluido un paseo en Boeing 757 siguiendo la ruta del Beagle, el barco en que Darwin hizo sus exploraciones.
Paradójicamente, es en este tiempo cuando está cobrando fuerza la interpretación literal de la Biblia con respecto al origen del hombre, y los creacionistas exigen se enseñe la historia del ser humano a la luz de las Sagradas Escrituras.
tarde, pero a tiempo
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