5 de cada 100 personas en prisión, son mujeres. Aunque por lo general no son autoras sino partícipes, cómplices de un delito. Actúan encubriendo el ilícito de sus hombres, escondiendo la droga en los pañales de sus hijos, encubriendo al hijo criminal, secundando al amante, obedeciendo las órdenes del jefe. También están las que respondieron con violencia al maltrato del esposo, del padrastro o del acosador, finalizando una espiral de abuso. Las que comercian con su cuerpo al no encontrar otra mercancía más cotizada. Las que evadían su insoportable realidad con sustancias ilegales. Y las infanticidas. Las que se vengaron en sus propios hijos de la violencia sin límite que ellas mismas recibieron.
A las que son madres (un 86 %) se les extiende el castigo a sus hijos, que pueden ser separados de ellas -quedando bajo el cuidado de familiares, en un organismo de asistencia o en la calle-, o crecer en los mismos centros de reclusión. A las indígenas se les agrega el grave inconveniente de no recibir juicios o asesoría legal en su lengua. A las más pobres, se les dificulta poder pagar una defensa adecuada o cubrir una fianza, desproporcionalmente alta, para un delito menor.
Además de sufrir el hacinamiento en cárceles que son desbordadas en su capacidad y que fueron improvisadas para albergarlas, de ser estigmatizadas socialmente con severidad mayor, y de tener más limitado el acceso a la defensa jurídica, la mujer en reclusión es más vulnerable de sufrir un castigo que no fue dictado por ningún juez: el abuso y la violación sexual por parte de otros presos y custodios. La corrupción, la deshumanización, el abuso de poder y la ancestral conducta machista aumentan exponencialmente la vulnerabilidad de las mujeres en las cárceles. No es una situación menor o esporádica. Presos con la capacidad de comprar privilegios, pagan al personal de custodio para que les lleven a las presas más atractivas, más jóvenes o de recién ingreso. Algunas presas son atacadas en sus mismas celdas, por custodios o por presos que compraron el "descuido" del personal de vigilancia, e incluso se presentan situaciones de esclavitud sexual. Las víctimas suelen guardar silencio por el riesgo a represalias aún más graves, soportando un castigo que no fue parte de su sentencia.
información muy necesaria, gracias por compartir
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