Yo No Olvido al Año Viejo

"Ay, yo no olvido, no, no, no al Año Viejo, porque me ha dejao cosas muy buenas"

Crescencio Salcedo.

En voz de Tony Camargo, cantante mexicano, la composición del colombiano Crescencio Salcedo, el Indio, se ha venido escuchando desde los años 50, y es tan emblemática su versión que incluso es identificada como la original por algunos. Esta confusión se alentó, también, por la particular concepción que tenía de la música el compositor colombiano, autor de otras canciones distintivas de la música tropical que se escuchaba en esos años, como La múcura, Mi cafetal y Se va el caimán, que al igual que sus otras canciones, eran inspiradas por la vida cotidiana, las fiestas populares y las tradiciones de la hermosa provincia colombiana, y posteriormente devueltas al pueblo para ser cantadas y bailadas sin ánimo de lucro y sin reclamar autoría, pues era de la idea de no prostituir la música buscando hacer dinero con ella.

Se abre un largo paréntesis:

La historia de la canción La Múcura es bastante interesante,

pues está basado en uno de los juegos infantiles que se realizaban

durante los velorios de los niños, el juego consistía en levantar a

un participante que representaba a la múcura -un recipiente de barro-, mientras alrededor los demás coreaban: "La múcura está en el suelo. No puedo con ella. Es que no puedo con ella. No puedo con ella". Para saber sobre el origen de otras canciones y la controversia sobre la autoría de las canciones, en esta página se dan detalles, así como una semblanza que permite conocer la entrañable personalidad del autor, y aquí se puede leer el primer capítulo de su autobiografía, en donde se puede conocer aún mejor cómo pensaba y sentía este sin igual hombre de pies descalzos, mochila al hombro y flauta entre las manos, se los recomiendo ampliamente porque al mismo tiempo que es singular, también recoge el sentir general de la gente sencilla y sabia del campo que puede encontrarse no sólo en Colombia, sino en los países de Latinoamerica que compartimos un pasado común y raíces muy similares.

Se cierra el largo paréntesis.

Esta larga -pero sustanciosa y necesaria- introducción, es para decirles que la canción casi autobiográfica del genial Crescencio Salcedo (el tenía, en efecto, una yegua blanca, una chiva negra y una buena suegra, posesiones siempre dables de agradecer, especialmente la última), es mero pretexto para venir a agradecer el año de amistad, de lecciones, de remembranzas, de intervenciones, complicidades, risas, guiños y besos estampados en mi monitor. La gran mayoría de ustedes no tienen el disgusto de conocerme en persona (y créanme, también eso es algo dable de agradecer, a veces soy un auténtico dolor de cabeza), pero les puedo asegurar que la parte buena en mí es la que se refleja en este blog, porque cuando yo me asomo por aquí no es que me maquille, pero sí es como si me acabara de bañar y de desintoxicar, y asoma mi parte más limpia, lo cual es bueno porque algo de esa frescura y pulcritud me llevo para mi vida cotidiana.

Y es por eso que no olvido este año que se hace viejo, porque me dejó nuevos amigos, y nuevas razones para apreciar a los que ya estaban por aquí, porque me dejó nuevos sitios donde asomar la nariz y nuevas narices que vienen a olisquear por éste, porque dejó un blog nuevo aunque parezca que es el mismo, y dejó una bloguera más sabia (aunque lo disimula re bien).

Feliz Noche Vieja, ya saben lo que se les desea: mucho sexo, poca culpa (y menos trabajo pero mejor pagado).