Fue el erudito barón Alejandro Von Humboldt quien llamó a la capital de México la Ciudad de los Palacios, debido a la gran cantidad de mansiones palacios citadinos que encontró en ella, majestuosos edificios de estilo barroco o neoclásico, habitados por familias notables. Era usual que en estos edificios de varios niveles, con patio central (aun cuando hubiera varios, debía haber uno principal frente al portal-zaguán de inmensas proporciones), se destinara una sala o crujía independiente en el nivel superior, por si había la necesidad de alojar al rey de España en alguna visita inesperada. La remota posibilidad de que el rey visitara la Nueva España y se alojara en la casa de un hijo de vecino, por muy acaudalado que fuera, se antoja ingenua, pero no impidió que mansiones como la de Don José de la Borda, opulento minero que tuvo mucho que ver con el desarrollo de la famosa industria de la plata en Taxco (Guerrero), tuvieran habitaciones acondicionadas para la visita real, y con ellas se consideraran palacios ya.
A don José de la Borda se le debe la palaciega mansión que hoy sirve como Casa de la Cultura en Taxco, la iglesia de Santa Prisca (también en Taxco) y el Jardín Borda en Cuernavaca, donde hacía sus imperiales paseos Carlota alrededor del lago interior. Pero en su segunda racha de riqueza, y pese a que su hijo le tenía ya lista su casa de campo en Cuernavaca, animándolo a su descanso, el septuagenario se empeñó en dejar muestras de su poderío económico en la capital del país, con la que pretendía fuera la casa más grande de la ciudad, ocupando toda una manzana, con un balcón contínuo alrededor de las cuatro calles, que le permitiera caminar por toda su propiedad sin descender a la calle. Lamentablemente no cumplió su sueño y la casa Borda quedó inconclusa a su muerte. Pero sí tuvo el mayor balcón de toda la Nueva España, y a la fecha, el balcón de hierro forjado en la fachada hacia la calle Madero se extiende y dobla la esquina de la calle de Bolívar.
Cuenta la leyenda que el verdadero motivo para hacer ese balcón fue por la prohibición a su esposa de salir a la calle, debido a su desmedido celo, pero ante la necesidad de ella de salir al exterior a desaburrirse le mandó hacer ese corredor externo.
Los altos del edificio, antes destinados para la visita de la realeza, fueron ocupados a finales del siglo XIX por el Casino Español, y fue en su planta baja donde se ubicó también el legendario Salón Rojo, la primera sala de cine en México.
Siguiendo por la calle de Madero se encuentra otra casa majestuosa, que originalmente era donde vivía María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba, y si le volvemos a creer al barón Von Humboldt, era de una belleza apabullante (él dijo que era la mujer más bella que había visto en todo el mundo, y el docto barón vaya que sí viajó). Agustín de Iturbide seguro coincidió con la opinión de Humboldt, ya que se enamoró tanto de Doña Ignacia, que incluso desvió el camino del Ejército Trigarante durante su entrada triunfal a la ciudad, para pasar por frente a la casa de su amada, a quien identificarán más fácil si la llamamos por su apodo: la Güera Rodríguez, mujer a quien debemos la culminación de la Independencia sin derramamiento de sangre, pues fue ella la que convenció al futuro emperador de negociar con el virrey el fin de la gesta independentista.
Su señorial mansión, a finales de ese siglo XIX, fue convertida en la joyería más lujosa e importante de México, y al igual que el Salón Rojo, fue propiedad de miembros de la comunidad judía afincada en la capital. La joyería La Esmeralda cedió su nombre al edificio cuando éste se transformó en sede de otros negocios, alterando un tanto su estilo ecléctico, que se restauró en 2003 para su conservación.
Este domingo especialmente vale la pena que se vuelva un punto en nuestro paseo dominical, pues en la actualidad es sede del Museo del Estanquillo, y se inaugurará una sala de lectura en la que mañana se comenzará un maratón de lecturas de Carlos Monsiváis, de quien se conservarán sus cenizas guardadas en una urna hecha por Francisco Toledo, en este museo que guarda su colección privada, como homenaje en su primer año luctuoso.
Un año ya, sin el querido y admirado Monsi. Hace un año lo llorábamos y lo recordábamos así, y hoy su ausencia sigue doliendo.
quizá se pregunten por qué no hay fotos... bueno, es que me cambiaron el sistema operativo de la compu y no hay nadie que me explique cómo le hago para subirlas al post, pero en cuanto llegue un buen samaritano que quiera explicarme las subo, porque sí son imágenes que uno debe disfrutar las de estas fachadas majestuosas
ResponderBorrarque tengan un feliz domingo
=)
-- si pero todavia es sabado!
ResponderBorrar@Anónimo
ResponderBorrarpus sí, pero tampoco me han explicado cómo programar y blogger anda raro conmigo
=)
Mi Malbi
ResponderBorrarPerfecto paseo... nomás faltaron las fotos.
Tan chulo Taxco, bueno a mí me gusta mucho.
Un abrazo
@marichuy
ResponderBorrarsipi, faltaron las imágenes, pero ya ayer le traté y no pude, sorry, soy muy sope para estas cosas y me tienen que explicar con palitos (en realidad me dicen que falta alguna aplicación, que me espere)
es bello, de esos pueblos entrañables, no sé si ya tiene la calificación de "pueblo mágico" pero sin duda la merece
un abrazote plateado, mi marichuy