Dos faroles de papel custodian el zaguán, la luz de los focos se opaca pero al mismo tiempo se rompe en colores, no sólo alumbrando sino también iluminando la entrada de mi casa. En el patio, hilos amarrados de clavos en cada extremo corren de pared a pared, veo a mi madre estirarse y aventar tiritas de heno para completar su adorno, ya hay espirales de papel aluminio colgando. Me maravilla ver adornado el patio. Son diez para las siete, hasta ahí llega el aroma del ponche en la lumbre, en una olla gigantesca hierven tejocotes, guayabas, tamarindos, pasas, cañas, limas y manzanas, ya se ha disuelto el piloncillo y la canela ha soltado su sabor. Por encima de los hilos adornados cuelga una enorme piñata de siete picos, cada uno es de un color diferente.
Tiren confites y canelones pa´ los muchachos que son muy tragones. Grabado de Olvera, imagen proveniente del libro Seis siglos de historia gráfica de México, 1325-1976, de Gustavo Casasola. |
Tocan a la puerta y suelto un gritito: ¡Ya llegaron!. Corro a abrir la puerta y veo entrar al primero de los vecinos, es Don Faustino, compañero de trabajo, amigo, familiar lejano y compadre de mi papá, es una figura familiar en mi casa y no hay reunión en que no esté presente, su casa está enfrente de la nuestra. Hoy es la primera posada y nos tocó a nosotros hacerla, la de mañana será en la de él y las próximas siete se repartirán en algunas casas vecinas, o en la calle, como le hace Tito, ya que su patio es pequeño. Llevo puesto un suéter pero para mi mamá no es suficiente, me acerca una bonita capa bordada a mano, precisamente regalo de la esposa de Don Faustino, que se alegra de que se me vea tan bien. ´
Cargando a los peregrinos, 1930. Archivo de El Nacional |
Como soy la más pequeña de la casa me toca cargar "los peregrinos", figuritas de barro que muestran a la Virgen María sentada en un burro, jalado por José, que parece cansado. Me sé la historia, mi mamá me la explicó mientras colocaba a los peregrinos sobre una charola de madera que mi papá trajo de Michoacán: la Virgen y el señor José fueron a su pueblo natal para poder ser censados, ahí tuvieron que recorrer varias hosterías y casas pidiendo asilo nocturno -posada, de ahí el nombre de la fiesta-, nadie los quiso alojar, pero en una casa les dieron permiso de quedarse en el cobertizo de los animales; ahí nació el niño Jesús, en un pesebre hecho de paja. Me siento orgullosa de mi carga, aunque varias veces estuve a punto de tirarla, ya me había cansado y las vecinas más viejitas no terminaban de cantar: "Kyrie eleison... ora pro nobis". Me río cuando mis hermanos cantan en voz alta: "ora por dónde", pero Doña Lupita, una de las vecinas más ancianas, nos mira de una forma nada piadosa.
Niños cargando a "los peregrinos" |
Hago malabares para sostener los peregrinos y mi vela encendida, pero quiero una luz de bengala y me faltan manos para agarrarla, quiero liberarme de mi responsabilidad pero mi mamá no me lo permite, debo cumplir con mi tarea hasta el final, sólo que éste no llega, pues no nada más dimos vuelta al jardín sino que también salimos a la calle (iluminada con hileras de focos de colores cubiertos con jícaras de plástico, a manera de pantallas) y pasamos por enfrente de las casas vecinas, algunos niños abren sus puertas y se unen a la procesión, pidiendo una vela. Hasta ellos alcanzaron bengalas, todos tienen menos yo. Por fin acaba la letanía y podemos cantar los versos para pedir posada. El grupo se ha dividido en dos y los más nos quedamos afuera, así empieza la pequeña obra de teatro en la que los peregrinos insisten en pedir alojamiento, de manera suplicante:
-E-e-en el nombre del cie-e-eelo... o-o-os pido posa-a-a-ada....
Aunque me sé la letra de memoria, exijo que se me proporcione un librito con la letra impresa, así puedo seguir la respuesta de los que están en el interior. Respuesta negativa y descortés:
-Aquí no es mesón. Sigan adelante...
Pero el señor José explica que vienen cansados desde Nazareth, que su esposa es María y que es reina del cielo, que él es carpintero y que su esposa va a ser madre del Divino Verbo. Al final los de adentro de la casa se conmueven y nos abren las puertas, aplaudiendo y cantando:
-Entren Santos peregrinos, reciban este mesón, que aunque pobre la morada la ofrezco de corazón.
También mi mamá por fin se compadece de mí y me quita mi carga, para poner en mis manos la luz de bengala que tanto había estado deseando. No sin temor agarro el extremo del bastoncito de metal, pero para mi sorpresa no queman fuerte las chispitas que saltan, dibujo con la luz en el aire mientras me uno al canto: "¡No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata!".
En el patio, mientras todos seguimos cantando en el interior, ya la están preparando; los dos muchachos más ágiles se trepan a partes altas de la casa, uno al cobertizo sobre el zaguán, otro a la azotehuela, desde ahí, equilibrándose, también obligan a la piñata a hacer acrobacias. Nuevamente, por ser la más pequeña, soy la primera en pasar, me vendan los ojos con un paliacate y me hacen sostener un palo de escoba, me dan tantas vueltas como años tengo de vida, afortunadamente son muy pocos. Doy palos al aire mientras todos ríen por mi torpeza ciega, algunos cantan: "Dale, dale, dale, no pierdas el tino porque si lo pierdes, pierdes el camino", alguno gritó "¡un palo te empino!" en lugar de la última frase, lo cual fue celebrado con risas. Por fin mi golpe acierta en una superficie que suena hueco, sigo arrojando el palo en esa dirección con todas mis fuerzas -que tampoco son muchas-.
-...dale y no le dio, ¡pónganme la venda porque sigo yo!- cantan algunos, indicando que ya se acabó mi turno. Me quito la venda, derrotada. Pero uno de los conos se desprende parcialmente de la piñata, muestra de que en algo la herí, eso hace que no me duela tanto oír a todos que cantan festivos:
-Esa niña es muy tonta, es muy tonta... ¡se parece a su mamá!
-¡A su papá!- protesta velozmente mi mamá, siguiendo la broma.
-Ah, ¿ya te acordaste quién es?- pregunta mi papá, provocando las carcajadas de todos... menos la mía, no entendí ni su pregunta ni de qué se ríen.
Posada en humilde vecindad, 1963. Archivo de El Nacional |
Pero no hay tiempo de que me detenga en esas gracejadas adultas, mi amiga Rosita ya tiene los ojos vendados, y para ayudarla grito: "¡Atrás! ¡Atrás!", pues los maloras que sostienen la piñata la han colocado fuera de su alcance. Uno a otro los niños van pasando, haciendo su mejor esfuerzo, pero hasta que pasan los muchachos más grandes es que la piñata se rompe y su contenido vuela en el aire antes de aterrizar en el suelo. Yo conseguí uno de los conos y ahí voy metiendo la fruta que me encuentro, tengo cañas, tejocotes, una naranja, dos jícamas... pero en lo que más me concentro es en recoger cacahuates, ¡me encantan!, lamento que algunos estén pisados y troceados, al igual que las mandarinas, que terminaron desechas por el golpe contra el suelo y víctimas de los que se arrojaron con más rudeza para acaparar la fruta.
Mi mamá me pide que le muestre cuánta fruta agarré, mi cono apenas va a la mitad pero mi hermana mayor me ayuda a llenarlo con la fruta que ella recogió. Rosita sigue recogiendo cacahuates y colación entre las frutas magulladas que nadie recoge y los pedazos de barro que evita para no cortarse, ambas nos alejamos de la bola que sigue peleando al centro por la fruta, los niños y muchachos más grandes se arrojan uno sobre otro y se arrebatan la fruta, provocando un juego rudo. Los adultos ya tienen en sus manos jarritos con ponche y tamales, mi papá va de uno en uno ofreciendo tequila, para agregarla al líquido caliente. Muchos aceptan, no sé por qué, a mí no me gusta el sabor que le da (probé del jarro de mi mamá), tan rico que sabe el ponche sin eso que llaman "piquete", ¿para qué echarlo a perder? (me pregunto mientras comienzo a pelar mis cacahuates).
En la actualidad, las series de leds y los muñecos inflables han sustituido los adornos tradicionales (predominando figuras de muñecos de nieve, renos, pingüinos y santacloses), ya son pocas las calles que se iluminan con hileras de focos de casa en casa, pues es difícil que los vecinos se organicen para adornarlas, también han dejado de ser habituales las posadas organizadas entre vecinos, el individualismo ha ido mermando ese espíritu comunitario (fue en las vecindades y barrios populares en donde más se arraigó la costumbre de hacer posadas entre vecinos, cuando las fiestas se trasladaron de los atrios de los conventos a las casas particulares). Ahora el que organiza la posada lo hace de manera individual, es raro que canten las largas letanías y que "pidan posada", todo se concentra en romper las piñatas, que ahora se busca que ya no sean de barro para evitar accidentes, y que ya tampoco incluyen "colación" (dulces de caramelo duro rellenas de avellana o cacahuate), pues se han sustituido por dulces comerciales con envoltura, pequeños juguetes y confeti. Después se convida algo de comer, si la posada se organizó comunitariamente lo más usual y práctico es que la fiesta sea "de traje" (yo traje...), con lo que las tostadas o los tacos de varios guisados sustituyeron a los tradicionales tamales. Y la realidad es que ahora la posada es sólo un pretexto para una fiesta con bebida y baile, incluso las radiodifusoras organizan posadas amenizadas con el ritmo musical que predomina en su programación, o las posadas en las delegaciones se convierten en festivales de artistas amateurs que musicalizan el baile masivo. Sólo en las iglesias y en las casas de cultura se preserva la tradición, lo más fielmente que se puede.
el calor de las posadas de jarritos, papel y colores, colaciones, han quedado relegadas a lo que ya pocos viven
ResponderBorrarserá el trajín de la civilización a ultranza o las prisas por llegar primero, no mejor
igual es nada más la flojera o la imposibilidad, aunque en esta vida no hay (para) imposibles
no son tanto los tacos como la convivencia, la matraca, los cohetes, diria un joven veinteañero, la piñata como fuera, pero siempre en trance de caer, rota o desfondada
Malbicho
ResponderBorrarSiglos ha que no voy a una posada como esa que tan bien relatas.
PS No de había dado las gracias por lo de Amanda Cass. Pues sí, se aparece al trabajo de Anne-Juñie Aubry, aunque esta última es ligeramente más tristona. Gracias, querida Malbi.
ResponderBorrarAnne-Julie**
ResponderBorrarfritzio
ResponderBorraryo que las pude vivir varios años, lo que más extraño es justamente lo que entonces más me aburría: el canto de la letanía, me da una nostalgia tremenda pensar en eso, igual que el arrullar al niño, soy atea pero fui criada en un hogar de costumbres católicas, y guardo muchos recuerdos que tienen que ver con rituales religiosos, por ejemplo, siempre le hago a mi mamá su corona de adviento, siguiendo las instrucciones que le dan en la iglesia (que el follaje sea verde, que tenga color rojo en su adorno, preferentemente de flores de nochebuena, que las velas sean de determinado color...), me gusta la fe de la gente, siento un gran respeto pero también mucho agrado por la gente creyente (que no mocha ni persignada), y todas sus manifestaciones de fe me enternecen y me conmueven, más cuando se combinan con tradiciones que tienen mucho que ver con nuestras raíces cultqrales
salud con un jarrito de ponche, que estas fiestas las disfrutes con quienes más quieres
=)
marichuycita
yo misma no he tenido más posadas como esas desde que era niña, y eso que cada navidad acá la mamibicha nos hace pasear por el jardín con las velas encendidas y arrullar al niño y toda la cosa, pero así de multitudinarias y concurridas, ya nunca he vuelto, apenas antier se me cebó celebrar la primera posada con unos amigos de una casa cultural que la iban a hacer con todo y numerito del kyrie eleison, pero se canceló a último minuto
qué bueno que te gustó lo de la ilustradora, a mí también me gusta mucho aubry, que conocí gracias a ti
un abrazote mi querida marichuy ;)
Aviso parroquial: hoy no hubo entrada navideña porque blogger no me deja postear, que se me hace que nos mudamos a wordpress prontito, blogger anda fallando gacho estos últimos meses
ResponderBorrarno me había dado cuenta de que no se grabó mi comentario-respuesta a fritzio y marichuy, perdonen, blogger anda de nena y hace lo que quiere, pero les juro que ya les había dado respuesta oportuna desde antier, pero aquí va de nuez:
ResponderBorrarfritzio:
a mì que me tocó vivir posadas más tradicionales durante varios años, sí me pega la nostalgia de cómo eran antes, y curiosamente lo que más extraño ahora es lo que entonces más me aburría: las largas letanías -je-, tenían su magia (y mira que soy atea, pero no sólo respeto sino que siento mucho agrado por la fe de la gente, más cuando se junta con una tradición de esas que dieron forma a nuestras raíces culturales)
me gustan los colores navideños, los olores, los sabores y los humores de la navidad, no lamento tanto el sincretismo cultural que nos invade, también tiene su riqueza, sólo sí lamento cuando una tradición pierde peso ante otra más llamativa o una moda, esa sí se me hace pérdida, pero entre el nacimiento y el árbol de navidad no quiero escoger, para mí ambos tienen su belleza y su valor
saludos!, me da gusto leerte
=)
marichuycita:
yo misma no he vuelto a tener una de esas posadas desde esos años mozos, y tengo mala suerte, justo antier me invitaron unos amigos de una casa de cultura a una posada que harían, siguiendo las tradiciones, pero por falta de presupuesto y exceso de burocracia tuvieron que cancelarla
estoy organizando una en mi casa, pero dudo que pueda ser como esas, pero por lo menos los peregrinos y el pedir posada antes del bailongo y la guarapeta sí los voy a obligar a cumplir -je-
qué bueno que te gustó el trabajo de la ilustradora cass, cuando lo vi pensé enseguida en ti, pero tienes razòn, no es tan melancólica ni tan compleja
abrazos con caña y canela para ambos
=)
Malbichito, haces que retroceda el tiempo con tus relatos, muy bien
ResponderBorrarsaludos de la osa