Ser un animal puede ser interpretado en varios sentidos. Nadie desconoce que somos tan animales como otras especies con las que compartimos el planeta (bueno, los creacionistas pretenden ignorarlo), pero al mismo tiempo, seguimos considerando que somos una especie superior a todos ellos, así que decirle a alguien que es un animal, es también una forma de descalificación, al acusar una conducta irracional.
Nuestro antropocentrismo nos define, nos convence de que nuestra existencia tiene prioridad sobre la de otras especies y que las condiciones para que sea dada, son justificables de imponer a las otras. Así, la modificación del medio ambiente se ha hecho tomando principal (y a veces exclusivamente) la necesidad del ser humano. Y en la mayoría de las situaciones en que se da la interacción de un hombre y un animal de otra especie, son las prioridades del hombre las que se toman en cuenta.
Pensaba en esto hace unos días, que leía sobre una noticia vieja de unos adolescentes que torturaron hasta la muerte a un perro callejero, grabando en video el hecho y compartiéndolo en Facebook, lo que hizo que la difusión se convirtiera en viral y levantando la indignación de los usuarios de redes sociales, y posteriormente del público de medios tradicionales, lo que derivó en la mayor movilización en este país en pro de los derechos animales.
En una sociedad que carece de una cultura de derechos humanos, los derechos animales tienen todavía menos espacio.
Volví a pensar en esto, también, cuando vi una reciente fotografía de difusión viral, de un hombre aliviando el dolor de su perro, sosteniéndolo mientras duerme flotando en un lago. El perro, de 19 años de edad, tiene artritis, y los dolores no lo dejan dormir, pero en el agua su malestar se reduce lo suficiente como para permitirle una reparadora siesta, y John Hunger se sumerge todos los días de verano en las tibias aguas del lago Wisconsin para que su perro Schroep pueda descansar un poco.
Nuevamente vuelvo a pensar en el tema hoy mismo, al ver en una canal de televisión por cable, la extensa película-documental biográfica de un torero famoso en los 50s (Luis Procuna), en la que muestran su motivación, preparación y desempeño, y sin ignorar la valentía del matador y la estética contenida en el espectáculo, sigo sin evitar horrorizarme ante el sufrimiento de los animales involucrados en esa actividad. Y pienso en otros deportes y actividades en que el animal es sometido para el divertimento de la especie humana: los deportes de la caza y la pesca, las peleas clandestinas, los espectáculos circenses.
Están también las actividades necesarias para el desarrollo de la humanidad, comenzando por la principal que es la alimentación, y en la que es imposible negar nuestra natural inclinación carnívora, tan necesaria y básica en nuestro proceso evolutivo. Pese a las negativas de vegetarianos y veganos por aceptarlo, se ha comprobado científicamente que el consumo de carne y productos derivados de animales, son necesarios para una nutrición óptima (lo cual no significa que sea indispensable, ni que el estilo de vida vegetariano sea insaluble o por completo deficiente, pero que conduce a las razones de adopción de ese sistema de vida a una mayor índole ética y filosófica que de salud). Además de la defensa, el cuidado y el rescate de personas, el transporte, la medicina, la comunicación, la exploración del espacio, el desarrollo de diferentes industrias a través de la historia, fue logrado gracias al uso que se hizo de otras especies para auxiliarse; de los animales de carga a los insectos polinizadores, hemos dependido de ellos para avanzar en la civilización hasta llegar a como la conocemos en la actualidad, sin embargo, ese avance lo hemos compartido muy poco con ellos, relegándolos a una posición siempre inferior a la nuestra, y en ocasiones altamente desventajosa e injusta.
Algunas de esas industrias son la farmaceútica, la cosmética y la de comida procesada, que requieren de elaborados procesos para que sus productos lleguen al consumidor, garantizando que no tendrán un efecto nocivo en su salud e integridad, probándolos primero en otras especies, utilizando animales vivos para sus experimentos y pruebas de laboratorio. También en la producción de sus insumos dan prioridad al beneficio económico sobre el sufrimiento animal. La industria de la moda es otra que provoca la muerte de varias especies para cubrir su demanda de piel para fabricar ropa, calzado y accesorios. El sufrimiento innecesario que se provoca en estos seres vivos, por lo que muchas veces es un capricho humano, preocupa e indigna. Mucha polémica levanta el uso de animales para pruebas, aunque hay industrias en que se han logrado avances notables en beneficio del ser humano, como la exploración espacial, por ejemplo, en el que se han utilizado animales entrenados para probar que objetos lanzados al espacio pueden llevar a un ser vivo; o los descubrimientos médicos, que han logrado erradicar enfermedades y encontrar cura para otras, así como aliviar el malestar de enfermos y mejorar su calidad de vida, ejemplos mayúsculos son la penicilina y los transplantes de órganos, probados primero en animales antes de ser aplicados en el ser humano. Pero hay argumentos de que estas pruebas ya no son necesarias en la actualidad, ni tampoco confiables, y que lo único que hace que continúe la experimentación con animales vivos es la falta de concienciación sobre sus derechos, y la insensibilidad e indolencia sobre su sufrimiento.
El ser la especie autoconsiderada más inteligente, no ha servido para garantizar un bienestar mínimo a toda nuestra especie, menos aún a las otras que hemos sojuzgado para nuestro beneficio, el ejemplo más grande y claro es que el cambio climático provocado por nuestro desarrollo se revierte drásticamente contra nosotros mismos, perjudicando de paso a las demás especies de la flora y la fauna, a nivel global, y anticipando, además, la destrucción de la misma civilización desarrollada que nos afanamos (y ufanamos) por alcanzar.
Pensé en esto al enterarme de una acción que activistas italianos hicieron en contra de una empresa que se dedica a criar y proporcionar animales para laboratorio. Pasando todas las barreras a su paso, los activistas allanaron las instalaciones del criadero Green Hill para liberar a cachorros Beagel, los preferidos por los laboratorios por su tamaño pequeño y su mansedumbre, lo que permite su manipulación entre una tortuosa prueba y otra.
La otra cara de la moneda la forman las personas conscientes de que no tenemos derecho alguno a maltratar a los animales no-humanos, pero que se han radicalizado al grado de tener más compasión por otras especies que por la propia. Vuelvo a la noticia de los jóvenes torturadores y asesinos de un perro callejero, confieso que no soy capaz de ver el video que grabaron y publicaron ellos mismos, y me había mantenido voluntariamente ignorante de gran parte de la situación hasta encontrar en un popular blog al que me había asomado un par de veces, toda la historia con la mayor cantidad de hechos detallados; este blog se especializa en abordar a detalle los crímenes de sangre más notables, desde asesinos seriales, asesinos masivos, magnicidas y casos de asesinatos más recordados por su crueldad o por la complejidad de los hechos, y lo hace de una manera muy objetiva y pormenorizada, sin amarillismo pero sin ahorrarle al lector ningún detalle incómodo, dado su rigor periodístico. Algo que especialmente evita su autor son los juicios de valor. Sin embargo, al tratar este caso rompe con varias de las características que lo distinguen: no muestra el video para no herir a lectores sensibles (pero sí lo enlaza y describe detalladamente las acciones que muestra), no hace el menor intento por evitar el juicio de valor hacia los jóvenes torturadores, narra los hechos de forma nada objetiva, e incluso, por primera vez, lo hace en primera persona, describiendo sus impresiones
El cambio no sólo es ostensible en él, sino también en sus lectores, siendo hasta el momento la entrada más comentada; en su casi total mayoría los comentarios son de reprobación hacia el hecho y hacia los criminales, pero no sólo se suman a su indignación sino también al linchamiento mediático, expresando junto con su asco y enojo, el deseo de que esos muchachos mueran de la misma forma en que dieron muerte a ese perro: con el sumo dolor posible. E incluso, manifiestan su intención de participar activamente en la aplicación de ese castigo. Recojo algunos de esos comentarios:
No existe perdón para el que toma una vida.
Asesinos paguen con sus vidas, paguen con sangre y sufrimiento.
No hay nada en éste mundo que subsane lo que han hecho, coincido en que quien maltrate a un animalito hoy, mañana hará lo propio con otro ser vivo.
Tienen miedo ahora verdad?, rueguen porque los encuentren y los linchen porque de esa manera su triste existencia terminará, caso contrario les deseo profundamente que su vida sea muy larga y penosa, que jamás consigan lo que desean y que el repudio social y el terror de ser encontrados por cualquiera que tome venganza por Callejerito los acompañe hasta la misma muerte. Así sea. Paula Martínez y esposo.
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A la verga!!!!! disculpas ni madres, pinches enfermos, ojala los maten y torturen peor que lo que hicieron. Pendejos.
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Asi como muchos, no pude ver el video (ni me atreveré nunca), pero solo de ver las imagenes que pusiste se me parte el corazon. Es cierto eso que dice que a los mexicanos ya se nos endureció el corazón con tanto muerto. al menos yo cada vez que leo tu blog, ya ni siento nada; es algo que pasa todos los días en el país. Pero cada vez que veo algo así en contra de los animales, se me rompe el corazón en más de mil pedazos. Cómo pueden torturar a un animal indefenso asi?! Y la señora eso diciendo que "sólo es un animal"? Maldita inculta, yo sí apoyo a toda la gente que busca vengarse de esos malditos estupidos >:( la verdad espero que los encuentren y les den su merecido, aunque ningun tipo de tortura podrá reparar lo que le hicieron a este pobre perrito.
Juro que si veo a uno de esos tipos, lo mato. Por mi madre, que los mato.
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Por que no dicen quienes son y nombre y apellido que me encargo de que les pase lo mismo a estos HIJOS DE MIL P!!!
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No puedo creer que he leído tantos casos de asesinatos sádicos en este espacio; que mis tripas y mi cerebro se han acostumbrado a ver imágenes de muertos, mutilados, degollados, etc., pero no soy capaz ni de leer esta entrada. Me da mucho coraje.
Y recojo también un extracto de la entrada, en que el autor describe como se sintió tras ver el video:
Lo que sentía y pensaba al concluir la reproducción de aquella grabación era rabia y una furia homicida. Mi único pensamiento era: 'Deberían matarlos'. Me hubiera gustado matarlos yo mismo y lo hubiera hecho con gusto (...) El poder de la turba y sus motivaciones me era extraño. En un nivel racional, entendía los mecanismos que llevaban a ello: la indignación, el deseo de revancha, la sensación de injusticia, el anhelo de castigo, la felicidad de lo brutal. Los mismos elementos que posee el ejercicio de la crueldad. Pero al terminar de ver el video, experimenté la parte emocional. Hubiera apoyado a cualquier multitud enardecida que, portando antorchas, llevara a esos jóvenes a una plaza pública para ejecutarlos. Me habría dado gusto. Lo hubiera disfrutado."
Me llama mucho la atención que haya gente que se indigne menos con la violencia y la crueldad hacia otra persona, que con el maltrato hacia un animal, al grado de querer castigar con el mismo grado de violencia y crueldad. Y este ejemplo es de personas -autor y lectores- acostumbrados a la narración y exposición gráfica de crímenes aberrantes, pero en todos los espacios que se comentó esta historia se dieron las mismas reacciones, al grado extremo que una comunicadora más o menos notoria (Martha Debayle) dijo al aire en su programa de radio: "Ojalá alguien tenga el valor de lincharlos", y en el colmo de la incongruencia, uno de los perros de los torturadores fue asesinado en represalia, sin levantar ninguna queja entre los indignados por el asesinato del perro callejero. En la cotidianeidad pueden encontrarse más ejemplos de este tipo: personas que tratan mejor a sus mascotas que a sus hijos o pareja, activistas que no mueven un dedo ni aportan un peso por las víctimas de trata de blancas, de hambruna o de exterminio racial, pero que se dedican en cuerpo y alma a encontrarle hogar a un cachorrito abandonado y a hacer campaña permanente en contra de la matanza de focas bebé. Un especismo a la inversa, en donde el ser humano es considerado la peor de todas e inmerecedora de compasión y empatía.
Y volví a pensar en el trato animal, en como se reducen los verdugos de los animales, pero también algunos de los vengadores de esos animales, en bestias similares. Idealizar a los animales como criaturas cien por ciento bondadosas tampoco es certero, estudios cientificos pueden describir conductas que podían calificarse de humanamente aberrantes en otras especies: canibalismo, violencia fortuita, violencia sexual (incluso sobre otras especies más débiles), promiscuidad, abuso del más débil (por lo que parece ser un mero juego de placer para imponer su fortaleza), y un sorprendente etcétera de conductas, que no deben compararse con las humanas para estudiarlas, pero que al ojo común y lego resulta interesante establecer un paralelismo.
Y me regreso a pensar sobre el trato que damos a los animales, y me obligo a reconsiderar la forma en cómo los concibimos, cuando leo la noticia de que la comunidad científica lanza una declaración firmada por científicos de la talla de Steven Hawking, en que reconocen que los animales tienen conciencia igual a nosotros (los humanos). Los elefantes cooperan entre ellos, los chimpancés enseñan a usar herramientas a los más jóvenes, los pulpos son capaces de elaborar un plan... todo esto comprobado con evidencias que prueban que los animales tienen los sustratos neurológicos para generar conciencia. Y esto, esperan los simpatizantes de los animales, impacte positivamente sobre el (mal)trato que reciben de nosotros. Ahora que ya se ha comprobado que tienen conciencia del dolor, de la solidaridad, de la empatía, de la complicidad y de otras emociones que nos hacen humanos a nosotros: ¿dejaremos de ser tan animales con los animales... o dicho de otra forma: ¿lograremos ser animales como los animales?
Lo dicen ya los científicos... pero cualquiera que ha tenido y amado a una mascota, ya fuera un gato, un perro, un caballo, un loro o un hámster, lo sabía desde antes.