Hace mucho no andaba por aquí, pero hoy, cuando se cumplen once años desde su primera entrada, me pareció adecuado venir con una reflexión que quería hacer desde hace un año sobre la década que empezaba (aunque en realidad empieza en este año, pero ya saben a qué me refiero) y los tiempos históricos que nos toca atestiguar. No imaginaba yo, ni de lejos, lo trascendente que resultaría el 2020, lo que veía era una equivalencia con los años veinte de hace un siglo, con cambios sociales a causa de la tecnología que revoluciona hábitos y dinámicas sociales que se manifiestan a través de modas y usanzas, que a la larga transforman e inciden en la política y los movimientos sociales. La crisis de salud mundial y (relegada en la atención pública por la que se tuvo que centrar en la Covid-19) la crisis ambiental que se dieron en el año que finalizó acelerarán e intensificarán esta transformación.
Hace un año me emocionaba atestiguar estos tiempos históricos, la década de los alegres 20 siempre me pareció la más revolucionaria de todas las del siglo pasado (seguida por la de los 60), me hubiera encantado vivirlas, experimentarlas, formar parte de ellas, así que, dada la equivalencia que creo percibir, me movía mucho la oportunidad de vivir la década actual, que pensaba sería recordada y documentada con atención en las posteriores, pero después de este año tan convulso que acabamos de vivir, esa exaltación ha mutado un poco, las cifras de afectados por la pandemia se me hace tan terrible, que creo es un precio sumamente alto para ser testigo de la historia. Pero así es vivir un hito histórico, supongo. Así pasó con el sismo del '85 (y con el más reciente, del 2017), dimensionar las cifras de víctimas por tenerlas tangibles, cercanas, humanizadas, vuelven esos hechos, que para las siguientes generaciones sólo formarán parte de la data y de la historia académica, imborrables y definitorios. No seremos los mismos después del 2020, las relaciones cambiarán, en todos los niveles, comenzando por la forma en que interaccionamos entre nosotros.
En las primeras semanas se reflexionaba mucho sobre esto, y ya inmersos en la nueva normalidad, se han obviado un tanto esas reflexiones, pero habrá que retomarlas, recordarnos que no nos dejemos ganar por el miedo (ni por el individualismo), que habrá que reinventarnos, readaptarnos, pero sin perdernos.
Qué año, querida Bichito. Muy complicado, deprimente. El aislamiento es triste. Y lo que falta, porque aún nos queda un buen trecho que andar antes de poder decir que ya la libramos.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo. Que 2021 sea un mejor año.
Efectivamente hace ya algunos años que no visita este tan selecto blog que se volvió tan adictivo y socialmente necesario en esa etapa y retroalimentado de forma única por su anfitriona que nos mantenía interesados y cautivos con sus diversos temas.
ResponderBorrarComo estas mi estimada, veo que no pierdes el toque y el tiempo te vuelve mejor como los buenos vinos.
Ha sido un año difícil para todos, se aprenden nuevas cosas, se extrañan cosas tan comunes y cotidianas, nos volvemos más creativos encerrados y confinados en esta nueva normalidad, el ser humano tiene la capacidad de adaptarse según las circunstancias, las necesidades, los escenarios, nunca imagine ser testigo de algo tan voraz que cambiara la vida de todos en un instante y peor aún, sin poder despedirse como se merece de familiares, amigos y compañeros.
Me da un gusto enorme leerte de nuevo. que sigas bien mi estimada, cuídate.