Capturó la atención de todo el mundo, detuvo los minuteros, las rotativas y, por unos instantes, la división religiosa. Murió a consecuencia de un shock séptico y un colapso cardiocirculatorio irreversible. Y provocó el momento espiritual ecuménico más importante de los últimos tiempos. En gran parte, porque la tecnología informativa permitió actualizarse minuto a minuto, del agravamiento de su estado de salud, de los detalles de su fallecimiento, de las reacciones de sus fieles, de los mensajes de consternación y condolencia de los más importantes líderes religiosos y de los líderes de todos los gobiernos, de la plaza repleta de dolientes, los que días antes oraban por su recuperación, luego por su descanso eterno y enseguida por su canonización inmediata con el grito "Santo Subito (Santo ya)". Tampoco algunas autoridades eclesiásticas se tardaron en darle el título de "Magno".
Se entrevistó lo mismo con un dictador que con el que trató de asesinarlo, fue calificado tanto de retrógrada como de pacifista; defendió la vida de los no nacidos pero no la de los susceptibles a contraer el SIDA; fustigó con la misma energía al condón, al aborto, a las células madre y a los homosexuales. Detuvo la democratización de la Iglesia, ignorando la intención de su predecesor; obstruyó la Teología de la Liberación pero contribuyó a disminuir la intolerancia religiosa (especialmente después de los sucesos del 11 de septiembre en E.U.A.). Visitó tantas veces México que ya lo sentíamos mexicano. Y justo a la mitad de la primera década del siglo, en un 2 de abril, cedió el paso a un sucesor que no lo iguala en carisma ni en repecursión mediática.
Se entrevistó lo mismo con un dictador que con el que trató de asesinarlo, fue calificado tanto de retrógrada como de pacifista; defendió la vida de los no nacidos pero no la de los susceptibles a contraer el SIDA; fustigó con la misma energía al condón, al aborto, a las células madre y a los homosexuales. Detuvo la democratización de la Iglesia, ignorando la intención de su predecesor; obstruyó la Teología de la Liberación pero contribuyó a disminuir la intolerancia religiosa (especialmente después de los sucesos del 11 de septiembre en E.U.A.). Visitó tantas veces México que ya lo sentíamos mexicano. Y justo a la mitad de la primera década del siglo, en un 2 de abril, cedió el paso a un sucesor que no lo iguala en carisma ni en repecursión mediática.
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ResponderBorrarIovanni Paulus II...
Era más santa mi abuela, pero en fin. Y lo peor es que después de él, el lado oscuro de la fuerza se agandalló el gobierno del vaticaño.
Fart Sidious me recuerda mucho a los inocencios y bonifacios de los tiempos de la Reforma
"después de él, el lado oscuro de la fuerza se agandalló el gobierno del vaticaño"
ResponderBorrarja, ja... esa frase tan certera queda muy bien acompañada de esta imagen (ya choteada, pero todavía efectiva):
http://www.parecidosrazonables.com/parecidos_razonables/164_Papa-Benedicto-XVI-y-Star-Wars.php
... y también mi abuela era una santa
ResponderBorrar-je-