Érase una vez un niño hijo de un zapatero y una lavandera, que creció en un hogar muy humilde y que tuvo que dejar la escuela cuando se murió su padre. Hizo esfuerzos para ser cantante de ópera, bailarín, y finalmente, consiguió ser escritor reconocido, no sólo por sus novelas, obras de teatro y poemas, sino especialmente por sus 150 cuentos infantiles. Viajó por Europa, Asia y África. Fue nombrado consejero de Estado por el rey de Dinamarca y Ciudadano Ilustre de su ciudad Odense. Y los niños vivieron felices para siempre.
El mismo Andersen (2 de abril de 1805-4 de agosto de 1875) describió su fantástica historia un día de 1844: "Hace veinticinco años llegué con mi atadito de ropa a Copenhague, un muchacho desconocido y pobre: y hoy tomé chocolate con la Reina".
Algunos de sus más famosos cuentos.
El mismo Andersen (2 de abril de 1805-4 de agosto de 1875) describió su fantástica historia un día de 1844: "Hace veinticinco años llegué con mi atadito de ropa a Copenhague, un muchacho desconocido y pobre: y hoy tomé chocolate con la Reina".
Algunos de sus más famosos cuentos.
Excelente Autor, tratando a la muerte como algo muyyy normal
ResponderBorrargracias por el enlace a sus cuentos
saludos
Cuando sea grande quiero ser como él
ResponderBorrartocas un punto medular en el manejo de sus historias, la muerte fue siempre abordada sin un enfoque fatalista en sus cuentos (así como el sufrimiento, el dolor, la orfandad, la miseria); siendo dirigidos al público infantil, asombra que haya evitado proteger a sus lectores de una realidad que ahora nos esforzamos en disfrazarles, como si negarla cerrando los ojos a ella la hiciera desaparecer
ResponderBorrarsip, yo también quiero ser consejero de estado en dinamarca cuando sea grande
ResponderBorrar-je-
Extraño a Hans Christian Andersen. Mi lectura favorita en la infancia; me acuerdo que casi lloré cuando leí "La niña de las cerillas" o algo así; aquella niña indigente que buscaba encender un periódico húmedo para calentarse, pero murió de frío.
ResponderBorrarSaludos
Fue el segundo libro de cuentos que leí, y con Andersen se me abrieron muchas, pero muchas puertas en la imaginación. No creo que haya disfrutado otros cuentos en mi infancia tanto como los de Andersen. Todavía tengo el libro, aunque hace ruidos muy feos cuando lo abro y las hojas ya están amarillas. Je, je. Por desgracia, mi libro no tenía ilustraciones. Eso hubiera estado fantástico, aunque me imagino que tal vez fue mejor. Los libros ilustrados tienen el extraño poder de secuestrar parte de la imaginación.
ResponderBorrarNo sé porqué no está la respuesta que le di a marichuy (°.°), pero ahí también comenté algo de lo que ahora dices, Andrés; la primera vez que me encontré con la historia de las cerillas mágicas fue con dibujos animados, y las imágenes se me quedaron tatuadas en la mente; a diferencia de tí, yo sí tenía un libro con imágenes de las historias de Andersen, pero sí agradezco que se me vengan a la mente porque eran muy buenas y creo que tienen mucho que ver con el estilo de la estética visual que ahora prefiero; por supuesto tienes toda la razón en cuanto al secuestro imaginativo, con razón las adaptaciones de disney se han convertido en un parámetro visual recurrente
ResponderBorrarvoy a contemplarlo ahora que tengo sobrinos a los que me gustaría iniciar en la lectura de los clásicos infantiles