FIESTA
Era la Navidad del ‘52. En donde ahora hay un Wal-Mart, antes estaba la planta automotriz Ford. Fue la hermana de mi cuñado quien nos avisó que había trabajo ahí: había que ayudar para la cena de fin de año que les hacían a los trabajadores. Corrí junto a mis hermanas y mis vecinas para unirnos al grupo formado por muchas mujeres mas. “¿Qué vamos a hacer?”, pregunté con la impertinencia de mis catorce años. “Sangüishs”, me dijeron. Me quedé igual, no sabía que era eso. Tampoco lo supe cuando me pusieron el paquete de Bimbo enfrente. Imitando a las demás, abrí la bolsa y saqué una rebanada, con tanta torpeza que apachurré la suave y esponjosa capa, miré con terror a la supervisora, esperando el regaño. Ella dijo que no importaba, que agarrara otra... y que si quería me comiera ese pan. “¿Esto es pan?”, pregunté asombrada, mientras tocaba con extremo cuidado el blando migajón, sin atreverme a hundir los dedos en su acolchonada superficie. Mis hermanas se unieron en mi exploración tocando la masa fofa e inconsistente, que se aplastaba con facilidad ante la presión de nuestras yemas. “Está bien esponjosito”, dijo la menor; “sí, parece un colchón”, le respondí, haciendo como si mis dedos tomaran una siesta. Entre las risas de las demás partí un pedazo y, temerariamente, me lo metí en la boca, sintiendo como se deshacía entre mi lengua y los dientes, y como se me pegaba al paladar. No sé que cara pondría, pues mis hermanas me preguntaron angustiadas si sabía muy feo. "No, sí está bien rico", contesté con la boca llena, pues al instante que la abrí, me metí otro pedazo. Me imitaron llevándose las rebanadas a la boca, riéndonos de la sensación que nos provocaba descubrir su sabor y su textura. La supervisora nos animó a que lo probáramos con mayonesa y jamón, ofreciéndonos de los que ya tenía preparados. Comimos uno tras otro. Y seguimos comiendo durante todo el día mientras, al más puro estilo Ford, preparábamos en serie los cientos de emparedados necesarios para la fiesta. Una untaba, otra rellenaba, otra envolvía... todas festejábamos. Al final, regresamos corriendo a la casa, a la que llegamos cargadas de bolsas con pan de caja, jamón, chiles en vinagre... y cinco pesos para nuestra propia cena de Navidad.
Malbi
ResponderBorrarYo me pregunto lo mismo, cuando veo una rebanada de pan bimbo, en especial el blanco ¿esto es pan?
Saludos
ja, ja, ja... a mí si me gusta mucho el pan de caja, y se me hace muy práctico además, todo cabe entre dos de sus paredes... especialmente disfruto mucho un sandwich de pavo recalentado en las mañanas de navidad (pero el bacalao lo prefiero en torta)
ResponderBorraruna vez un compañero de trabajo se acordó de mí a la hora de que su esposa le preparó un "tentempié" para el break, y le pidió que me preparara también un sandwich de pastel de carne para convidarme... el más delicioso sandwich que he comido en la vida!, esa mujer tenía manos de hada.... mmmmh, tengo hambre
a mi ese pan me sabe a jabón... asco
ResponderBorrarbesitos bichis
a jabón con tobate y queso? -je-
ResponderBorrarno que andabas perdida en el espacio mi tkt?, adónde te juites?
-- mmmmh, que rico... escribes! bechotes de premio!
ResponderBorrarMalbicho.. he empezado a leer tus entradas hace como una semana. Me van gustando. Esta historia del pan bimbo y lo sangüiches me encantó. Saludos. Lunaria (la asidua de lastres..)
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