Dos viejecitos que no tenían que comer salieron a distraer el hambre en el quicio de su puerta, para tomar el aire nocturno; en su interior, cada uno lamentaba el ayuno de varios días que llevaban, entristeciendo aún más ante la nula posibilidad de saciarla en los días venideros. A lo lejos, vieron que un pequeño cortejo fúnebre se acercaba; cuando las tuvieron de frente, las personas que cargaban el féretro les contaron que enterrarían el cuerpo en la ranchería siguiente, pidiéndoles asilo por esa noche. Amables, los ancianos ofrecieron con gusto su casa, cediéndoles su cama y convidándoles un agua caliente aromatizada con hierbas silvestres. Cuando lo huéspedes se retiraron a descansar, el señor le sugirió a su esposa que le sacaran la asadura al muertito.
- ¿La qué? -preguntó la sorprendida mujer.
- La asadura, las vísceras. Al muertito ya no le sirve, pero a nosotros nos puede servir para no morirnos de hambre.
Fue precisamente el hambre lo que convenció a la horrorizada esposa de obedecer a su esposo, incluso, de ser ella la que abriera con seguridad el abdomen del difuntito cuando el señor se arrepintiera en el último minuto. Hígado, corazón, riñones y tripas fueron extraídos con precisión quirúrgica, lavados, hervidos, tasajeados, salados, guisados en chile guajillo y ofrecidos a los huéspedes a la mañana, quienes se despidieron agradeciendo el alojamiento y el delicioso almuerzo (tras el cual incluso la carga parecía más liviana).
Golosos, los viejitos comieron hasta hartarse y quedar dormidos en un sopor tan pesado del que no salieron hasta muy avanzada la noche, cuando comenzaron a oír a lo lejos una voz que decía una cantaleta, que se iba repitiendo una y otra vez, a medida que la voz se iba escuchando cada vez más cercana, cada vez más próxima. Incrédulos, confundidos en un inicio, escucharon la voz recorrer el sendero que daba a la entrada de la casa, la oyeron atravesar el patio, entrar a la sala, subir por las escaleras hasta llegar a la puerta de la recámara en la que ellos se encontraban abrazados, temblando de miedo, aterrorizados de escuchar la cantaleta que repetía: “Din, don… vengo por mi asadura”.
Malbicho ¿Este es un cuento de Mamá Bicho? Caray, ni cómo poder dormir por las noches con esos lindos cuentos de Mamá Bicho...
ResponderBorrarJe, je si tuviera hijos se lo contaría...por suerte no los tengo, pero si se lo cuento por la noche a Herr BB me corre del cuarto...me gusto tu tétrico cuento de día de muertos...
Un abrazo Malbicho
esos cuentos si me gustan :)
ResponderBorraramiga, te dejo un pequeño premio,
pasa a mi blog a recogerlo.
saludos
y que tengas un excelente dia..
Todo esta muy bien, el remate ¿mmmmm?
ResponderBorrar¿din don vengo por mi asadura? jejejejeje, como que aún no lo asimilo, espraba algo más rebuscado y no tan sencillo, como chiste de parvulos. jejje Como sea me rei. Huy que miedo, "vengo por mi asadura" jajajaja
Pero si es cuento de mamabicho, pues no lo puedes alterar. Lo que si me hace evocar el cuento, es la imágen de mamabicho en una cocina rodeada de sus hijos incluida la malbichita con ojos atentos, y boca abierta, imaginando al muerto relcamando su asadura. Excelentes historias, para entretener chamacos latosos, imagino tu la más latosa.
ResponderBorrarEsta historia me ha dejado una enseñaza..
ResponderBorrarCuando me toque hacer el guiso similar,
Dormire con audifonos de alta resistencia para evitar las molestas voces y poder descansar trankilo. jajajaja
Excelente relato...
Toy pegado esperando mas.
OH POR DIOS!!! YO LEYENDO YESTO Y LUEGO K SOY SUPER MIEDOSA! YA ESTUVO K ESTA NOCHE ESTARE CON LINTERNA DEBAJO DE LAS KOBIJAS POR SI LLEGA "EL DE LAS ASADURAS" JAAJAJAJA
ResponderBorrarSALUDOS DAYANN
Hola!
ResponderBorrarya no voy a comer higado.... y vamos que me encanta encebollado...
que tal si en vez de res sea la asadura de un difunto... uno ya ni sabe...
abrazos
=D
hubieran hecho moronga!
ResponderBorrarMamá Aurore preparaba "asaduras" de forma frecuente. Nunca me gustó el hígado.
ResponderBorrarSupongo que el humano tampoco, pero la versión con chile guajillo es interesante. Mamá las acompañaba con salsa verde "cruda".
Salsa cruda para vísceras cocidas...y luego se quejan de las fijaciones mentales.
Muuuyy buenoo me gustan estas historias y si se cuentan en bolita y en la noche mas!
ResponderBorrarSaludos!!!!!!!!!!!!