Columna Dominical (Patriotera y Nacionalista)

Cartón de Paco Calderón sobre el de Daryl Cagle (click para ampliar)

La actual polémica por una caricatura en la que muestran al águila del escudo nacional abatida por las balas, en el supuesto -así lo entendemos todos- marco de la violencia por la guerra contra el narcotráfico, muestra la delgada piel que tenemos en asuntos del patriot(er)ismo. Es cierto que, a diferencia de otros países, nuestras leyes no permiten el libre uso de los símbolos patrios, ni para el humor, ni para la mercadotecnia, ni para la propaganda (aunque se haya permitido al PRI utilizar los colores de la bandera mexicana para su logo, y aunque no se haya detenido el gobierno de Fox en "mutilar" al escudo nacional para su identificación oficial), y hasta las manifestaciones artísticas son restringidas cuando se utiliza algunos de sus símbolos (como cuando alguna vez se polemizó sobre una instalación en la que unas botas vaqueras, norteamericanas, pisaban la bandera nacional). Vaya, que no sólo a la Burguer King, sino al mismo Kumbia King le limitaron al portar la bandera cuando quiso usar una prenda estampada con ella, por muy hermanito de Selena que fuera y por mucho que dijera que era por amor a nuestro país; lo mismo le pasó a nuestra Pau Rubio, que emulando a Brigitte Bardot se quiso envolver en nuestro lábaro patrio, sin más accesorio que su tinte de cabello -bueno, la Bardot lo hizo con la bandera de su país, claro-, cual niño héroe pin´up-, y a Luismiguey se le prohibió modificar los tonos de la bandera cuando la usó en la portada de uno de sus cidis, en donde cantaba como si de veras se sintiera mexicano (si hasta Madonna lo pensó para pasarse nuestra bandera por la entrepierna... aunque yo creo que fue por aquello de la nopalera, ¿se imaginen cuánta espina?!!). Así que, desde las páginas de la Constitución nos viene ese hipersusceptibilidad si de nuestros colores y símbolos patrios se trata, ni se modifican ni se les baja de su oficialidad. Pero además, estamos en pleno inicio de mes patrio, ¡chingá!, ¿qué no pudo habérsele ocurrido al gringo ese, burlarse de nuestro escudo nacional durante la cuesta de enero, cuándo hasta los nopales se lamentan de ser de este país? No se vale. Y menos en pleno bicentenario, cuando incluso Televisa se esmera en hacer algo por el país y sus habitantes, por medio de su reality show "Iniciativando por un sueño", en donde de discapacitados nos agarra a todos los mexicanos para objeto de su caridad. Lo bueno es que desde las altas esferas de la diplomacia se actúa ya en defensa del honor nacional y se está protestando, no sólo al estilo mexicano sino también a la talibana, que aprendan esos extranjerillos que nuestros símbolos patrios son intocables, que no porque ellos admitan distorsiones a sus himnos nacionales o agarren su bandera como pareo, top o pañal, acá también se puede, y que si más si osare un extraño enemigo profanar con la realidad nuestro sueño, estamos prestos a negar los más de veinte mil muertos de la exitosa y valiente guerra del jelipillo contra el narco y hasta somos capaces de usar la bandera mexicana como se debe: a la Juan Escutia, envolviéndonos en ella para arrojarnos a un suicido heroíco (así sea sólo neuronal) y defender nuestro escudo, que no es cualquier cosa, recordemos que sin él nuestra bandera no sería mexicana sino italiana, recordemos que, a diferencia de la norteamericana, nuestra águila no es calva y hasta tiene pelo en pecho y se ha de comer esa tuna aunque se espine la garra. Y así como saltaron los musulmanes con las caricaturas sobre Mahoma, y así como saltó Jessie Jackson con la caricatura de Memín Pingüín en un sello de correos, así saltemos nosotros, porque como cantaba Queta Garay: "Ayayayay, laaas carícatuuuras... también me hacen llooraaaar".