Es domingo por la manaña, en la Plaza Mayor.
Después de salir de misa en la Catedral, y de saludar ceremoniosamente al Virrey y alabar a su esposa antes de que subieran a su elegante carruaje, un caballero vestido a la vanguardia (pantalón largo, casaca tipo militar y bombín de ala ancha) abre las páginas del Diario de México, se entera de las noticias de ciencia, recita en voz alta uno de los sonetos escritos, acentúa con la cabeza afirmativamente al concordar con los consejos de moral, y se escandaliza con alguno de los crímenes de sangre descritos; entonces encuentra un aviso que lo hace dar una exclamación de sorpresa:
“Muy señores míos de mi mayor veneración y respeto, la Divina Majestad de nuestro Redentor Jesucristo se ha servido de llevarle el alma a don Juan Miguel Belis, el cual es cadáver, y para darle sepulcro a su cuerpo es de menester de ustedes su asistencia que así espero lograrla en el día de mañana a las nueve del día. Celebro esta ocasión pues me franquea la de lograr sus asistencias y deseándoles la más perfecta salud y que la Divina Majestad de Nuestro Señor Jesucristo se las facilite innumerables años. Su más atento servidor”.
El convite al entierro de su conocido se encuentra arriba del anuncio de un hallazgo:
“En la calle de la pila seca una muchachita de año y medio o dos años, trigueñita, de pelo güero y enaguas de angaripola: ocúrrase a la calle de las Cocheras núm. 5".
Y enseguida, lee otro que también llama su atención: “Una esclava de edad de 19 a 20 años… se dará en 100 pesos”.
Dobla el periódico sin concentrarse en la lectura, tanto por los pregones de carbón, patos y castañas que encuentra a su paso rumbo a la Iglesia de San Francisco, donde espera encontrar a sus conocidos para enterarlos del fallecimiento de su amigo. En otro momento leerá sobre las protestas por la consolidación de los Vales Reales, sobretodo entre hacendados y terratenientes no peninsulares, al ver rematados sus bienes inmuebles. No entendía el descontento, para él el progreso era mayor que nunca, especialmente desde que la ciudad se había embellecido hasta ser llamada La ciudad de los palacios; gracias al esfuerzo del Virrey Revillagigedo, que ordenó el desalojo de los ambulantes a la Plaza del Volador y gracias al cual, el Parián era el único mercado dentro de la Plaza Mayor, ésta lucía más limpia y ordenada; con el empedramiento, el implemento del sistema de desagüe, la recolección de basura, la iluminación de las calles, los coches de alquiler y las rondas de la policía, tanto la diurna, como "Los serenos", que cuidaban de noche, la ciudad era muestra de que la modernidad del nuevo siglo ha llegado a la Nueva España.
Sale de sus pensamientos para admirar el paso de una elegante dama, que imita la moda europea, portando uno de esos curiosos pañuelos de encaje que cubren el escote y que reciben el nombre de "modestín", seguramente será una de esas criollas de la empobrecida clase media, a juzgar por las telas que, quizá, fueron compradas de segunda mano. Detrás de ella, una joven obrera evita su mirada. Y una sirvienta india lo hace arrugar el ceño.
Huy Bichito, qué imágenes. Hace años que no piso el interior de Catedral. Bonito, idílico, paseo dominical, Gracias.
ResponderBorrarAbrazos
PS Rebelde como soy, agradezco a la vida no haber vivido en ese tiempo de besamanos, ya con los lamesuelismos de hoy tengo suficiente.
@marichuy
ResponderBorraryo hace algunos meses lo pisé (el interior de catedral)... por primera vez -je-
(soy una vergüenza de chilanga, verdad?)
ay!, ojalá sólo fueran las suelas las que lamen esos hijuepu...
y un abrazo a nuestros amigos chilenos, qué disfruten su festejo bicentenario
ResponderBorrar=D
por acá conmemoramos una fecha de luto, esto fue lo que se escribió en El Fanzine hace un año, y es una de esas entradas en que los comentarios superan descomunalmente a la misma entrada:
http://elfanzinedemalbicho.blogspot.com/2009/09/mexico-df-19-de-septiembre-de-1985.html