"Piojos cría el cabello más dorado,/legañas hace el ojo más vistoso/y en la nariz del rostro más hermoso/el moco verdinegro está encerrado.
Es preciso que la mano blanca y perfumada/hasta el culo de su dama haya llegado./Éste es el muladar que os enamora./Cágome en el amor y en la hermosura".
Francisco de Quevedo.
Como saben, me fui de vacaciones a las playitas de Acapulco, y como siempre pasa cuando alguien se hunde en el agua por un cierto tiempo, eso trajo consecuencias: la primera fue que me quedé parcialmente sorda al limitarse la audición de mi oído derecho, luego me enfermé de gripe y llevo estas dos semanas resintiendo malestares como dolor de garganta, fiebre, estornudos y tos, y finalmente, mi ojo derecho se puso todo un día muy emocional y estuvo chille y chille.
Al segundo día de mi llegada la molestia en el oído no se limitaba a la sordera sino a un zumbido y a un dolor que fue acrecentándose y extendiéndose a la sien, como se sabe, esto debido al agua que quedó atrapada en el conducto del oído, en combinación por la acumulación de cera y su reblandecimiento, que la hizo compactarse formando un tapón. El proceso para limpiar la cera del oído suele ser no muy grato, pues la consistencia y el olor de la cera no son precisamente agradables, aunque el alivio inmediato a su remoción hace que se agradezca haberlo llevado a cabo. Por cierto, su olor no sólo nos repele a nosotros sino también a los mosquitos, así que si sufren mucho de picaduras pueden acumular la suficiente y embadurnarse con ella... aunque probablemente no sólo los mosquitos eviten acercárseles en las noches, pues no es precisamente un afrodisíaco -je-.
La gripe trajo consigo que también mi nariz "llorara" y fluyera como un río, que estornudara con mucha fuerza, que tosiera todavía más fuerte y que la fiebre me provocara un "fuego" en los labios (que en realidad son como siete, pequeñitos y tan unidos que parecen uno solo). Cada una de estas cosas va relacionada con otros fluidos: mocos, saliva y pus al drenarse la úlcera labial.
Y para cerrar con broche de oro, anteayer, de un momento a otro sentí una molestia en el ojo, una irritación repentina que me hizo tallármelo de manera inconsciente, llamándome la atención que quedó en mi dedo lo que comunmente se conoce como lagaña pero que yo crecí oyendo llamar "chinguiña"; como estaba ocupada haciendo de comer me lavé las manos y continué preparando un pollo horneado a las hierbas finas; como el horno ya estaba caliente y el clima era muy caluroso, tenía la puerta abierta hacia el patio, y mi perra aprovecha cualquier descuido para entrar y robarse la comida, así que esperé a terminar de preparar el pollo y meterlo en el horno antes de ir a revisar mi ojo en el espejo del baño, ignorando la creciente molestia que me hacía preocuparme más y más; cuando lo hice mi susto fue enorme: alrededor de mi enrojecido globo ocular, bajo el párpado, había la concentración más grande y desagradable de chinguiñas que había visto en toda mi inútil vida. Avergonzada de mi propia imagen me lavé los ojos hasta conseguir que se fuera por el drenaje toda esa horrible secreción purulenta, confieso que el asco que yo misma me daba me hizo recriminarme severamente: ¿acaso no entendía que era una reacción natural de mi propio cuerpo, defendiéndose de bacterias o avisándome de una infección? Pero igualmente corrí a lloriquear asustada con mi mamibicha, ella me dio unas gotas que mi hermana le estaba poniendo a su pequeña hija, que también tenía una infección provocada por el cloro de las albercas, según su pediatra. Al paso de las horas la secreción fue disminuyendo, al igual que la irritación y el constante lagrimeo.
Y la experiencia me hizo acordarme de dos libros geniales: El libro de las cochinadas, de los científicos Juan Tonda y Julieta Fierro (la más popular de los divulgadores científicos mexicanos) y la versión en español de la serie Grossology, traducida como Asquerosología, la ciencia de las cosas que dan asco.
Ambos libros demuestran -con gran manejo del humor- que las funciones esenciales de los seres humanos son naturales y necesarias, pese a estar tan mal vistas y tratar de ser disimuladas. El libro de los mexicanos tiene el lema: “Más vale aceptar ser cochino que demostrar no serlo”, y el primero de la serie traducida (Asquerosología de los pies a la cabeza) dice: "A veces, apesta. A veces, cruje. Y a veces, resulta pegajoso. Pero… es tu cuerpo", y está dirigido, principalmente, a los lectores infantiles.
"...de cagar nadie se escapa,
caga el rey, caga el papa,
caga el buey, caga la vaca,
y hasta la señorita más guapa
hace sus bolitas de caca".
Poema a la mierda.
Saliva, sudor y lágrimas.
Mi reacción es producto de una educación prejuiciosa y restrictiva, no sólo de mi familia sino de la sociedad en general. Está mal visto mostrar nuestra naturaleza humana. Aquí nos lo vinieron a decir Le cid y compañía: los japoneses no se permiten ni siquiera transpirar (mucho menos dejar escapar eructos y flatulencias). Los gringos (según muestran en sus películas y series de televisión) tienen una fijación por el humor escatológico, especialmente por los flatos, las heces y los vómitos, que aluden en gags repetitivos. Los mexicanos no nos quedamos atrás, la lista de dichos populares, canciones, apodos, eufemismos y albures relativos a la acciones de defecar y expulsar gases es muy vasta, y aún más los que se refieren a los fluidos liberados en el acto sexual. Esto me lleva a recordar otro libro, Tus zonas erróneas, de Wayne Dyers, famoso terapeuta y autor de libros de autoayuda con base a su experiencia profesional. Aunque no es el tema primordial del libro, hay una parte en que dice que las personas maduras son aquellas que aceptan las funciones de su cuerpo con naturalidad, incluyendo las funciones animales básicas, su corporalidad, sus necesidades físicas, y la secreción y hasta el intercambio de fluidos durante la satisfacción de las mismas.
Y es que uno crece aprendiendo a avergonzarse de su propia baba, de su propia orina, de los gases que necesita expulsar para liberar su cuerpo; aprendemos a no decir caca (o a decirlo bajito, entre risas), pero a preferir decirlo antes que decir mierda; a encontrar eufemismos y formas más aceptables para decir cagar; a reírnos de un pedo, y a señalar al culpable; a enfurecernos con el que se echa un gargajo en la vía pública, a sentir asco por el que se saca un moco (dice Julieta Fierro que tal vez no es coincidencia que las narices sean de un tamaño que deja entrar al dedo índice, y que ese acto equivale a una vacuna pues ese dedo sale inmunizado, al igual que el que se come sus propios mocos, por más asco que esto nos dé); a burlarnos del barroso; a evitar al que suda, a condenar al que vomitó, y al que le huelen los pies o la boca.
"Voy a echar a nadar al topo"
"Voy a donde el rey va solo"
"Voy a cantar un corrido muy mentado"
"Voy a hacer carita de león"
"Voy a gratinar el queso"
"Voy a mi arbolito"
"Se puso a cantar Oaxaca"
"No la hagas de pedo"
"Tanto pedo pa´ cagar aguado"
Voces y expresiones populares.
En contraparte están los concursos de escupitajos, los besos de lengüita, los juegos incendiarios que combinan cerillos y flatulencias, la recitación del abecedario en un sólo eructo, las canciones "entonadas" a fuerza estomacal, los descubrimientos arqueológicos gracias al estudio de excrementos fosilizados, los remedios a base de orina (tan injustamente incluida en el conjunto de "cochinadas", pues es tan aséptica como benéfica), además de los concursos para hacerla llegar más lejos. Y ni hablar de los fluidos genitales... quizá las secreciones más buscadas y más disfrutadas.
En los noventas, Thalía escandalizaba al hacer canciones sobre la saliva, el sudor y la sangre, siendo todos fluidos y comenzando con la letra "s", se esperaba que su próxima canción tratara del sémen, pero no lo hizo. La que sí se atrevió a incluso más es Lady Gaga, que anuncia perfume que contiene su propia sangre y esencia de sémen después de un coito (dice que su perfume huele a puta cara, ¿será?... y por cierto ¿a qué huele una puta cara?). Curiosamente, en siglos pasados la melancolía (conocida como bilis negra) era considerada uno de los cuatro humores corporales, junto a la flema, la bilis amarilla y la sangre (pasarían siglos para que, junto a la nostalgia, dejara de ser considerada enfermedad del cuerpo para serlo de la mente, englobadas en la definición de depresión)
Hay también otro fluido que no provoca asco, pero sí conmoción. Aunque a veces causa alivio, la mayoría de las veces va acompañado de algo de dolor, tanto para el que lo deja salir como para el que atestigua su secreción: las lágrimas; otro de los fluidos que nos recuerdan que tan humana es nuestra naturaleza. Y que tan necesaria de liberar.
Caray Malbichito, estuvo larga la lista de males que te aquejaron
ResponderBorrar¿pero que tal, lo bailado ni quien te lo quite ehh?
prejucios y más prejuicios, yo generalmente solia asquearme al ver a otra persona vomitar, simplemente mi estomágo no lo resistia
pero preguntame cuando nacio el osito, si tuve tiempo de sentir ascos, sobreponiendome a mis propios tabués con respecto al vómito con los síntomas propios del embarazo, jaja ni me digas cuando la primera vez que el bebe osito se vomitó, tuve que hacer tripas de corazón y limpiar a mi bebe buaaaaaa que recuerdos
saludos malbi, ójala pronto mejores
@bertrosa
ResponderBorrarni lo nadado, que fue lo que más disfruté -je-
yo confieso que siento un desagrado por la babita de los bebés, y mira que no soy delicada, incluso suelo ser la que menos ascos hace a otras cosas (como limpiar las gracias de las mascotas, por ejemplo), pero la saliva no sé por qué me produce asquito, no soporto que la perra me lama, tampoco, no me gusta compartir dulces ni siquiera con mi puchunguito (hasta el cigarro evito compartir con él), y lo que menos me entusiasma es un beso salivoso
manías que tiene una, no?
no lo puse ya, pero me pareció interesante que leí que a diferencia de las otras cochinadillas, el vómito es el único que no produce placer, por el contrario, es muy desagradable desde que se anuncia (las temibles naúseas) y más cuando se produce... pero es cierto lo que dices, cuando se trata del hijo propio estas cosas se vuelven más tolerables, lo sé porque veo la transformación de mis hermanas, de señoritas remilgosas y delicadas pasaron a mamás aguantadoras que voltean los ojos cuando uno se queja de las cochinaditas de sus hijos
saludos (ya estoy bien, gracias)
=)
Yo CERO ascos... no se a que se deba pero pocas cosas me hacen dar arcadas..casi nada.
ResponderBorrarPuedo estar comiendo deliciosamente ente una platica de referencias nauseabuendas y escatologicas y ni me inmuto...
los bebes son una fabrica de toda clase de fluidos y como recien tengo una beba pequeña me divierten mucho sus babitas para nada me da asco, asi como cambiarle el pañal, ni el olor tan penetrante y acido de la popo de bebe me molesta.
Cosa rara, la verdad no se a que se deba o que funcion del cerebro sea la que maneja esas sensaciones..en cambio mi mujer es todo lo contrario, que hasta cuando lava un sarten con residuos de comida anda cantando Oaxaca... que cosas!!...
Me divirtio mucho tu entrada, no asi todos tus malestares.. que bueno que fue leve! Saludos!
@alxdesigns
ResponderBorrarno sé si sea por educación o por alguna cosa biológica pero los hombres suelen ser más tolerantes a todos los fluidos y excreciones humanos, hasta se divierten con ellos (te aseguro que todos esos dichos populares son invenciones masculinas, je)
los bebitos son toda una prueba para practicar la tolerancia a estas cosas, como bien dices, a mí me sorprendió ahora que soy nana de mi sobrino desde que fue bebé, descubrirme ese asquito por su salivita, todo lo demás más o menos me parece tolerable, pero que me babeara era algo que me provocó conflicto desde al principio y sigue siendo lo que más difícil se me hace, ya no lo hace tanto, pero a veces devuelve algún bocado que no le gustó o que no se puede tragar y no puedo evitar un estremecimiento de desagrado... otra cosa que no tolero es la verdura putrefacta, cuando hundo mi mano en un contenedor o en una bolsa de verdura y mis dedos tocan una que ya está pudriéndose me siento fatal, especialmente los tomates, las calabazas y las zanahorias me causan desagrado... raro, porque en realidad no soy delicada, sólo eso -y las cucarachas!- me dan tremendo asco
ninguno de mis malestares fue mayor, sólo que soy bien chillona, pero me sirvió para inspirarme esta entrada (qué bueno que te divertiste leyéndola y te hizo regalarme un comentario)
un abrazote para tu bebé y para ti
=)
Ay mi Malbi, harta pena de confesar que yo soy medio chocosa para estos menesteres. O sea: ni de broma hojearía el "Libro de las cochinadas".
ResponderBorrarAbrazo
PS Qué bueno que lo de tu ojo ya pasó.
@marichuy
ResponderBorrarja, ja... ya intuía que esas "humanidades" no eran propias de ti -je-, la verdad es que te divertiría el libro (y seguro todavía más a Aurore)
=D
Malbichito, espero que para estas fechas estés mucho mejor de salud y tus fluidos corporales regresen al gasto normal.
ResponderBorrarYo nomás soy asquerosa con los olores, sobre todo los olores artificiales, esos que salen de las fábricas o lugares así. como que las cosas hechas por la naturaleza no me causan tanta angustia... excepto las cucarachas, pero creo que con ellas es envidia porque van a vivir más que yo.
Pero así somos los humanos, queriendo ocultarnos tras pañuelos, perfumes y demás. Y de la mano de las normas sociales respecto a esto, va la vanidad. Esa es, a veces, más ponzoñosa aún. Y somos tontos, pues la naturaleza por algo puso todo lo que puso en donde lo puso. O no?
@Cuetzpallin
ResponderBorrarqué sabio comentario, el último párrafo parece haber sido dictado por un filósofo muy agudo o por una abuela muy sabia... cuántos años dices que tienes?, porque aquí demuestras una madurez de como ciento sesenta y tres, eh?
=D