El sábado vi el amanecer desde la carretera a Pachuca. Evitando el Hoy No Circula sabatino, salimos antes de las cinco de la mañana rumbo a un balneario en el estado de Hidalgo, y como la malbicho es una cucaracha citadina el encuentro con la naturaleza siempre le resulta asombroso y delirante. Así, los vapores que emanan de la tierra alrededor de un riachuelo, la neblina alrededor de los cerros, los rayos del sol asomándose detrás de las montañas y el cielo tiñéndose de naranja, motivaban mi contemplación admirativa. Sólo los niños más pequeños me superaban en asombro ante la majestuosidad natural de los campos hidalguenses.
Ya en el balneario, el encuentro con las aguas provenientes de manantiales naturales fue otra fuente de sorpresas. El borbotón de agua caliente que llenaba las pequeñas fosas alrededor de una alberca (que al derramarse entibiaban el agua que contenía) podía usarse a manera de relajante muscular, era tan temprano todavía que aún no había casi nadie y éramos dueños de una pequeña fosa para uso exclusivo familiar, eso nos permitió disfrutarla al máximo, hasta que, cansados del agua caliente nos arrojamos a la alberca de aguas tibias.
Aprendí a nadar a los seis años, aunque en realidad sólo flotaba y avanzaba de "a perrito", fue hasta los diecisiete que adquirí algo de técnica y destreza, desde entonces el agua es mi elemento, y mi encuentro con ella siempre tiene algo de amoroso, como el reencuentro con un viejo amante (especialmente cuando es el mar). De poder escoger, sería una criatura marina, quizá no muy estética (aunque mi cuerpo de manatí tal vez confundiría a algún marino embriagado, como la confusión que originó la leyenda de las sirenas), pero de poder elegir sería una mantarraya, para poder "volar" en el agua con ese ondear elegante. Así que este fin de semana pude volver a sentirme como pez en el agua -literalmente-.
Almorzamos en el pueblo de Ixmiquilpan, en un puesto en el mercado, probando algunos platillos locales, rodeados de vendedores que ofrecían su mercancía: un puñado de manzanilla para un té relajante; zacates para el lavado del cuerpo; palomitas tejidas de palma, para el juego de los niños; limones para el agua fresca; trapos bordados, para la cocina; pepitas asadas, para la botana; sombreros tejidos, frijoles pintos, garbanzos remojados... pero lo que más me llamaba la atención eran sus ofertantes: ancianas que cargaban su mercancía en bultos sostenidos por rebozos cruzándoles la frente, hombres de piel endurecida por la edad y el sol, mujeres con pies cuarteados por la suma de millones de pasos sobre la tierra y el agua, sin mayor protección que modestos huaraches, pasos que se volvieron lentos y dolosos, pero incansables en su diaria búsqueda de las monedas que les permitan sobrevivir el día. Ignoro cómo lo logran, y me avergonzó decirles reiteradamente "No, gracias", nada de lo que ofrecían me servía en ese momento, y debíamos administrar el dinero que llevábamos para que nos alcanzara el resto del viaje.
El resto de la tarde se fue en juegos dentro del agua, en las áreas infantiles y en la alberca con olas. Y la noche llegó con una agradable convivencia, salpicada de carcajadas y anécdotas fuera de una casa de campaña rentada (la nuestra no estuvo disponible, pero fue en el último minuto que nos dimos cuenta), hasta que el cansancio y el frío nos fueron venciendo uno a uno, sólo para pasar la noche más infernal y eterna, pues el frío, la lluvia y el poco espacio, insuficiente para todos los que éramos, nos hizo estar incómodos, con excepción de los niños más pequeños que se acomodaban muy bien arriba de todos, turnándose para patear a cada uno. Antes de las cinco de la mañana ya estaba yo fuera de la horrible casa de campaña, cuyas gastadas telas dejaron transminar el agua de la lluvia, mojando parte del interior (justo en el que yo estaba). Afortunadamente el acceso a las fosas de aguas termales ya estaba permitido (más bien no hubo nadie que me impidiera meterme), y el amanecer lo vi desde el interior de una de esas piletas de baja profundidad, que se desbordan de aguas muy cálidas.
Flotando sobre el agua, con los oídos hundidos bajo ella, sin escuchar nada más que el fluir de las aguas termales, vi el cielo en todos sus matices, desde el azul más oscuro hasta el más claro. Mi cuerpo -por única vez- ligero se dejaba llevar por la corriente que el borbotón de agua cálida marcaba, girando a su voluntad. Y volví a ser esa criatura marina, esa mantarraya ondulante que obedece al océano. Y durante todo ese tiempo, fui la única criatura en el mundo... hasta que un pájaro cruzó mi cielo, un cielo aborregado con huidizas nubes en racimos, que se dejaban guiar por un viento pastoril, nubes que en un momento dado, se tiñeron de un dorado intenso, cual algodones de oro, anunciando el reinado del sol durante otro día.
Las fotos son de Sandra Critelli, fotógrafa amateur que captó una migración masiva de mantarrayas en las aguas de la península de Yucatán, cuando buscaba tiburones ballena. Esta variedad de mantarrayas es conocida como "rayos de oro", y la fotógrafa describe así las escenas que pudo retratar por un golpe de suerte:
"Era una imagen irreal, muy difícil de describir. La superficie del agua fue cubierta por cortinas calientes y diversos reflejos de oro y parecía una cama de las hojas del otoño movidas suavemente por el viento".
Qué rico viaje, Bichi. Hasta se me antojó hacerlo... con todo y la desmadrugada.
ResponderBorrarNunca había visto tantas mantarrayas juntas. Bonitas fotos.
Tengo una amiga que es de Ixmiquilpan o por esos lares, aún antes de yo conocer esa región, la belleza de mi amiga siempre se me había hecho muy peculiar. Pero el día que estuve (imagino en ese miso mercado que tu estuviste)por allá, o sorpresa se me figuraba ver a mi amiga en cada puesto, en cada fonda, en cada sitio donde hubieran muchachas de su edad. Jejejeje, que parecidas són. No sabes como me rei con ella cuando le platique mi anecdota.
ResponderBorrarTambien por esos rumbos, antes de llegar a Ixmiquilpan, hay algunas cuevas donde se puede practicar la espeleología a nivel de principiantes, y ya pasando la zona de balnearios, puedes llegar hasta Tolantongo, donde el atractivo principal, es el río de aguas termales, las grutas y tambien el camping (imagino que por ahí estuviste). Estas zonas turísticas son un claro ejemplo de que cuando los ejidatarios comunes y corrientes, se lo proponen, se unen en una causa común y no se dejan tentar por el resplandor del oro de las grandes empresas turísitcas; pueden preservar y usufructuar adecuadamente sus patrimonios.
Y si te siguieras más adelante existe un parque nacional llamado los marmoles, y más adelante aún, pasando ya Tamazunchale, dejando el estado de Hidalgo y adentrandose en el de San Luis Potosí, existen lugares como Xilitla, el Sotano de las golondrinas (en Aquismón), y ya llegando a Cd Valles, el hotel Taninul; que són lugares que bien ameritan un posta cada uno de ellos.
Así que si te quedaron ganas después de la noche de patadas de niños chiquitos, y la mojada por las filtraciones, puedes repetir otro paseo y deleitarnos con más relatos como éste.
Un abrazote
qué viajadora muchacha. un abrazo. =)
ResponderBorrarLa naturaleza tiene es toque mágico que te genera recuerdos que indudablemente provocan sonrisas, hay que disfrutar de esos pequeños o grandes lugares que podemos visitar.
ResponderBorrarQue fotos tan increíbles.
Saludos!
@marichuy
ResponderBorrarla desmadrugada fue lo mejor de todo (ah, y unos pollos rancheros que estaban pa´chuparse los dedos)
y esas fotos son asombrosas, parecen un cuadro de escher
@jaspo
órales, qué rico tour, sí se me antoja ir, de hecho, hemos vuelto siempre al mismo balneario por un capricho del que paga (y como el que paga manda), pero todos queremos conocer nuevos lugares, voy a pasar tus tips de viajero frecuente, lo que sí conozco ya es tolantongo
gracias mi jaspo, un placer leerte por aquí (ya que por otro lado no lo tengo ya)
@anatta
suertudota que soy, y si todo marcha bien, mañana amanezco en cuernavaca (yupiiii!!!)
@Amorphis
sí, la naturaleza es abrumadoramente bella, lástima que los citadinos olvidamos convivir con ella, fuera de jardineras y peceras ya ni la reconocemos
saludos!!
Creo que ya se a donde fuiste a nadar. Tuve un novio hidalguense hace algunos ayeres... de hecho, es de un pueblito muy cercano a Ixmiquilpan. Gracias a él conocí muuucho lugares en Hidalgo muy bonitos. Y gracias a mi espíritu aventurero, he concido muchos otros más a lo largo del país... lo mejor es que no hay que ir muy lejos, el centro de nuestro bello México tiene mucho qué dar.
ResponderBorrarLas fotos de las mantarrayas son alucinantes! Fabulosas!
Abrazo!