Jimena Navarrete es un nombre que se nos ha nombrado mucho en esta semana, ganadora del título mundial de belleza más reconocido, se nos dice que ha puesto en alto la belleza de la mujer mexicana y que su triufo es motivo de orgullo y alegría, y que servirá para mejorar la imagen de nuestro país (rebuzno auspiciado desde el Palacio de Gobierno). Sin embargo, para ser honestos, no representa a la mayoría de la mujeres mexicanas, sus piernas largas, su cintura estrecha, sus rasgos finos y su piel cuidada no son representativas de la mayoría de las mujeres de este país. Es más, seamos más honestos todavía, la mujer mexicana, ante otros países, no es considerada como una gran belleza (¿alguien recuerda a Tiziano Ferro y sus diatribas contra las bigotonas mexicanas?... ah, Frida, ¡qué herencia triste nos dejaste!... y no es el único, en Chile le dijeron a Gael García que era muy guapo para ser mexicano), pese a que haya entidades como Sonora o Jalisco, que sean identificados como germinaderos de hermosura. Aunque el concepto de belleza es muy abstracto y difiere en cada cultura, hay cánones impuestos que en la nuestra delimitan lo que en una mujer es físicamente atrayente: caderas amplias, senos grandes, narices finas, torsos esbeltos, piel firme y apariencia juvenil, el color de la piel se inclina bastante hacia los tonos más claros, así como el cabello rubio suele sumar puntos (aunque éste no sea el tipo étnico más común).
Al mismo tiempo, hay otra tendencia a reconocer las particularidades étnicas de cada región, entre las finalistas de ese concurso, una hermosa mulata y una jovencita de armoniosos rasgos asiáticos competían con la mexicana por la corona. Y mediáticamente, las tallas extras están dando pasos firmes, el reality show de Tyra Banks (American Next Top Model) eligió hace dos años a una mujer de 76 kilos como ganadora, y el programa How to look good naked, en donde se hace un cambio de imagen a mujeres inglesas promedio, provocando también un cambio en su autoaceptación, es un éxito de audiencia a nivel mundial; esto contrarresta un poco el constante mensaje de que el molde de belleza exige un cuerpo delgado, lo cual ha tenido de resultado un preocupante aumento de los desórdenes alimenticios, sobretodo en mujeres muy jóvenes. Aunque este "avance" responde también a una estrategia comercial.
Y es que no se puede vivir como si la belleza no existiera, como bien decía el poeta Luis Rius. Está probado que bebés recién nacidos se muestran más cómodos con personas de agradables facciones, al igual que, independientemente de los rasgos étnicos, gustamos más de las personas con rostro simétrico -aunque la simetría total es imposible-. Es nuestra naturaleza, la belleza nos atrae, y no somos peores personas por suspirar ante el paso de una persona linda.
Pero sí lo somos si compramos esa supuesta verdad de que una persona es mejor que otra por tener un físico atractivo, o si perpetuamos en la práctica una realidad ventajosa para alguien cuyo mayor mérito es lucir bien, lo cual es usual en ámbitos laborales, académicos y sociales. Una edecán, cuya principal labor es vestir ropa ajustada y breve, mientras sonríe y entrega un volante, suele ganar de tres a seis salarios mínimos por unas cuantas horas, a diferencia de los policías, rescatistas o bomberos que ponen en riesgo su integridad física cuando cumplen su jornada laboral. Cantantes que tienen mejor trasero que voz, ganan obscenidades en sus presentaciones, por gente que paga para verlas sacudir su minifalda o sus bustiers mientras disimulan sus desafinaciones al seguir melodías muy simples. Niños de rostros femeninos y peinados modernos, son asediados por hordas de adolescentes fanatizadas (y hormonizadas), que se ponen a sus pies con tal de que volteen a verlas. Esa veneración por el aspecto es degradante.
En lo particular, no me parezco en nada a la jovencita que hoy porta la banda de Miss Universo, no me representa a mí, ni a ninguna mujer de mi familia, ni a ninguna de mis vecinas o de las mujeres que me topo en mi ciudad, ni a las que veo cuando visito otros estados (por si vienen esos que dicen que los chilangos somos los más feos del país). Herencias de nuestro origen mestizo, son la estatura discreta, la complexión robusta, la piel morena y los rasgos recios, por supuesto, también hay gente rubia en este país, y los hay altos y esbeltos, de naricitas respingonas y ojos claros... pero no son la mayoría (aunque cada vez sí son más gracias a las clínicas de cirugía estética y los descuentos en las ópticas). Así que yo no me siento orgullosa del triunfo de esta niña linda, porque en nada me atañe, no es mi mérito que haya sido favorecida en la lotería genética -ni el de ella, de hecho- y no me toca nada de ese título, así que no me cuelgo triunfos que no me corresponden ni me alegro por el país, pues en nada cambia esta terrible imagen y dolorosa realidad que estamos viviendo de periodistas asesinados, narcoejecuciones masivas, inmigrantes centroamericanos secuestrados para robarlos y explotarlos antes de asesinarlos, familias desmembradas por muertes violentas y migraciones a las ciudades o al extranjero.
Aparte del hecho de que este tipo de eventos cosifica a la persona, reduciéndolo a un mero objeto ornamental y contribuyendo a la óptica de que la mujer debe tener atributos físicos para ser considerada valiosa, este tipo de concursos pretende disimular su aspecto frívolo haciendo preguntas que hagan relucir la calidad humana o la inteligencia de estas chicas guapas, lo cual, las más de las veces resulta contraproducente. "Tengo la mente en blanco", dijo la recién coronada reina, en su primera oportunidad para decir unas palabras ante el mundo que la observaba.
Una razón más para no querer ser representada por esa linda mujer.