Quería retomar el tema de la aparente inocuidad del humor y de la forma en que asimilamos estereotipos perjudiciales, pero sé que les debo un post festivo a propósito de ese bonito día en que nacieron todas las flores, tanto para agradecer las felicitaciones que me hicieron llegar por varias vías como para celebrar la vida (mi vida, aclaro... je).
"Pobre mujercita, sola!!!!!!", me dicen por correo electrónico, en un mail cargado de descalificaciones. La malintencionada frase proviene de un muy buen amigo (no mío, claro) defendiendo a otro. Lo malo que se equivoca. En primera instancia, en que no fui yo quien lo ofendió. Y en segunda, en que afortunadamente no estoy sola. Y la frase me llega justo en el día en que me lo demuestran de forma abrumadora. Tanto física como virtualmente los abrazos se suceden uno a otro. Las muestras de afecto, de simpatía y de estima me tienen con una sonrisa permanente todo el día. Lo mejor es que vengo siendo festejada desde algunos días antes y continué siéndolo unos después todavía. Por eso hasta hoy puedo venir hasta aquí a compartir con ustedes. A diferencia del año anterior, en que yo me empeciné en festejar los cuarenta años, esta vez no había planeado organizar nada, pero las iniciativas se dieron por varias partes y eso me conmovió tanto que traté de juntarlas todas, y el resultado fue una muy amena y divertida reunión con algunas de las personas más importantes en mi vida y con las que más apego tengo.
Era un grupo variopinto de amigos recientes, amigos añejos, amigos íntimos, amigos fraternos, amigos cómplices, amigos guías, amigos confidentes, amigos espejos, amigos hermanos, amigos que me dieron vida (tanto hace cuarenta y un años, como hoy día).
Amigos que me aceptan como soy, por lo que soy... y pese a lo que soy (y que no entienden que deben dejarme porque estoy pobrecitamente sola).
Mil, mil gracias a todos los que me enviaron una felicitación por Twitter, por Facebook (últimamente es en esta red en la que más retroalimentación he encontrado), y aquí en el blog. De verdad me alegraron, no sólo el dia, sino la vida misma.
Humor en los tiempos de cólera
Curiosamente, por mail no me llegó más que ese en que me dicen que no soy lo que pretendo ser y que mis letras no son sinceras. Otro error. Primero porque no pretendo ser nada. Soy (a pesar de mi propias intenciones). Y las letras siempre son sinceras, aunque incluso sea mi objetivo que no lo sean. Al final, y cualquiera que intente escribir lo sabe, nuestras letras nos reflejan. No se puede fingir tanto (lo que sí, es que hay que aprender a leer). No sé cual sea la percepción de esta persona de lo que yo pretendo ser pero esa es percepción suya, no pretensión mía. Y finaliza con una frase que intenta ser lapidaria: "Alguien que te pensó cabal, seria, honesta y decente". Y aquí empieza el verdadero problema: ¿por qué me responsabiliza a mí de no ser lo que él pensó que era?, ¿en qué parte de este blog me describo como una persona cabal, seria, honesta y decente?, ¿cabal?, ¿qué hace a alguien ser cabal?, ¿por qué pretendería yo hacerme pasar por una persona seria?, ¿o decente?... ¿o por qué ya dejé de serlo?
Me dice el diccionario que una persona cabal es una persona íntegra, y por lo que dice este amigo (de otro) yo no lo soy. Ni honesta ni decente. Y según su criterio no lo soy porque le dije arrogante a un arrogante (peor aún, lo dije sin la ambigua cortesía de decir antes: "yo te respeto a madres pero...", como si respetar a otro no implicara no minimizar sus ideas). Para quien quiera la obra completa fue más o menos así:
Acto 1. Comentarista uno no entiende el mensaje de la entrada y por ello lo califica de moralista, por lo cual exige que se vuele alto y no se traten discusiones así de pedestres y temas patychapoyescos.
Acto 2. Bloguera represora, dictatorial, autoritaria, neurótica, deshonesta e indecente exige que no se le diga qué hacer (lo cual no es lo mismo que decir que no se opine o que no se critique o se disienta de su opinión).
Acto 3. Comentarista uno ahora víctima de la deshonestidad y de la indecencia de la bloguera malvada y autocomplaciente, dice entender que no es nadie para decir su opinión y se retira dignamente (además de negar palabras que sí ha dicho y que la bloguera deshonestosa e indecensérrima recordó con impertinente tacto para ejemplificar actitud reincidente de comentarista víctima de su mala memoria y de la injustificada ira primitiva y violencia de bloguera moralina y voladora de bajos niveles).
Acto 4. Comentarista x emite comentario jocoso, políticamente incorrecto, vulgar, cobarde, miserable, pecaminoso, ignominioso, engordador y flatulento.
Acto 5. Observante -1ab poseedor de poderes psíquicos y de capacidades deductivas dignas de guionista de capítulo de estreno de Dr. House, reconoce la letra de la bloguera indecentiosa e deshonronada (y vulgarsota) y atribuye comentario x a su autoría, apuntando con dedo flamígero hacia su dirección y hacia la tecla "enter", y envía mail que no admite respuesta, discusión ni petición de clemencia por contener incorrección política que defendía cuando salía de la pantalla de televisión pero considera inadmisible si sale de la pantalla de la computadora.
Acto 6. Observante -1ab con valor moral a prueba de balas, comprueba que bloguera ofendedora no hizo tal ofensa pero mantiene posición de que no es digna de amistad, perdón, disculpa, amnistía, santos óleos, condonación de deuda ni prórrogas administrativas.
Todo porque la malbicha no sabe aceptar una crítica ni recibir una mentada. Pinche tan chillona.
Y cae el telón
Pero la realidad es que la molestia (justificada) fue porque la interpretación incorrecta de Le Cid del tema de la entrada, lo redujo a una mera exposición de chismes de farándula con tendencias moralistas, cuando en realidad se estaba cuestionando la mediatización de estereotipos sociales, así como el papel del humor como conducto. Una discusión similar alrededor del manejo del humor, desgastante, y por lo visto, infructuosa -dada la reticencia de los participantes a entender otros puntos de vista-, se dio en la entrada referente a la polémica del programa Top Gear. El cansancio se debió a que eran los mismos argumentos con los mismos comentaristas... pero la molestia fue por encontrar una lectura ligera del post y una imposición sobre los temas a tratar. Mi reacción (esa sí, injustificada) fue menos pensada de lo que debió haber sido, pues no cuidé que no pareciera agresiva ni tajante. Me molestó sobremanera que me calificaran de moralista -creo que es lo peor que me pueden decir- cuando la intención de todo este blog es alentar un pensamiento lejos de esa corriente. Se juntó con la inconformidad de que, por no tener la capacidad de entender el tema de la discusión dijeran que ésta era de bajo nivel, y que me dijeran qué temas debo o no debo tratar en este blog, pues justo lo abrí para no seguir una línea que me limitara o me condicionara, pues antes de abrirlo tuve la oportunidad de participar en blogs muchísimo más populares pero elegí empezar desde cero para poder hablar de lo que quería hablar, y de la forma en que elijo hacerlo.
Pero no debí dejar un hilo suelto que permitiera que Le Cid se sintiera ofendido. Porque es cierto que desde que llegó se notó su protagonismo y su visceralidad... pero así se le aceptó. Porque no es lo único que es él. Y se supo ver que además de eso era sumamente sensible, ameno, ocurrente, humanista, generoso, excelente amigo (y esto, para hacerle justicia debería escribirse por lo menos cinco veces seguidas), seductor, aceptablemente inteligente, aceptablemente culto, compartido, original, creativo, y un largo etcétera de cualidades que lo hacen ser tan apreciado y tan seguido. Porque en los seres humanos hay claroscuros y matices, nadie es tan diáfano ni tan opaco, a la cantidad de luz corresponde una oscuridad. Y a Le Cid se le estima y se le agradece. Porque es cierto que cuando vino trajo frescura, bríos y ánimo, además de nuevos lectores; trajo también la oportunidad de mostrar la profundidad de un mundo que se antoja frívolo, y la invaluable muestra de que la homofobia es injustificable. También por esto la inconformidad, pues trató de frívolo y de irrelevante un tema y un tratamiento, cuando en su oportunidad se abordó el ámbito de su profesión sin detenernos en el prejuicio que lo señala de la misma forma, es decir, el mundo de la farándula puede parecer superficial, pero cuando es reflejo y catalizador de conductas sociales, se convierte en un tema interesante y necesario de tomarse en serio.
You´re so vain, you probably think this song is about you. You´re so vain, I bet you think this song is about you.
(Eres tan vanidoso, probablemente piensas que esta canción es acerca de ti. Eres tan vanidoso, apuesto que piensas que esta canción es acerca de ti).
Carly Simon
Así que esta fue una lucha de egos demasiado inflados. Asumo mi parte del error. Pero también me sorprende que mi susceptibilidad molestara a los que se sienten tan cómodos con la propia. Al grado de agarrar sus canicas y anunciar que se retiran del juego; al grado de emitir un juicio severo que anula también mi propia valía como persona, hasta practicamente reducirme a escoria (líbrame señor de la perfección de cada día... y de los que la exigen mostrando su propia miseria humana. Gente así fue la que hizo posible la Inquisión), y a los que muestran un anonimato, una vulgaridad o una actitud irreverente, tan insoslayables a la red.
Los Humorosos callan...
Los comentarios anónimos son justificables y entendibles desde muchos puntos de vista, condenarlos como cobardes es una de las incongruencias más comunes. En la red casi todos somos anónimos, no hay mucha diferencia en poner un nick o un nombre. ¿Qué dice de alguien firmar como "malbicho", "periquin" o "Ulisses P. Bolón" (de entrada a mí este último nombre me da mucho miedito: ¿por qué tantas "eses"?, ¿qué se esconde detrás de la "P"?... aunque, bueno, sospecho que ha de ser un "Papacíiito", o algo así, je). Hay algo de ingenuidad también en esa exigencia de que todo el mundo de la cara (y de imprudencia, no se deben subir todos los datos ni mostrarse tanto). Hay mucho de candor en esperar que todos se comporten conforme a nuestra propia concepción de lo que es buena educación y nuestro particular código de conducta. Mucho de intolerancia y soberbia en emitir juicios de valor y descalificar moralmente a los que no lo hacen. Muchísimo más de inmadurez emocional al exigir perfección y sentirse defraudados por alguien cuando no cumplió con las expectativas propias. "Pensé que eras diferente", es un reclamo pueril, la otra persona no es responsable de complacernos en todas nuestras exigencias.
Lo curioso es que he tomado por costumbre, al iniciar una relación personal, de amistad o de algún otro tipo, (en un ejercicio de honestidad) presentarme como una persona de inestabilidad emocional y mental nada confiables, y siempre encuentro la misma comprensión y empatía de quienes dicen que eso no es lo importante, que todos estamos un poco locos y algunas cosas similares... y cuando ya viven mi inestabilidad entonces se dicen defraudados y quieren hacerme sentir mal señalándola (con muy poca ética, además). Afortunadamente ya estoy curada de espanto y pocas cosas pueden hacerme sentir ofendida, principalmente porque ya aprendí que para que me puedan ofender primero tengo que permitírselos. Y no nos engañemos, alguien que se me acerca es porque tampoco está del todo sano, así que si van a señalarme mi locura, no olviden que están escupiendo al cielo -je-.
El humor es una cosa esperpentosa
Ahora que, para sincerarnos, esos juicios severos bien podría merecerlos, porque quien conoce a la malbicho desde hace tiempo puede deducir que ese comentario no fue de ella, porque no es lo suficientemente vulgar, obsceno y escatológico, ya que hay un negro pasado trollero que no puedo negar y que fue abiertamente público, así que si esa es la medida, entonces es cierto: no soy una persona cabal, seria, honesta, decente... y a veces ni me baño (¡odiénme por piedad, yo se los pido!)
Habrá que precisar también, que así como el anonimato, el trolleo es también algo irreductible en la red. No sólo los anónimos son trolls, así sea con un alias o un nombre real, un troll es quien llega a desestabilizar la dinámica habitual de un sitio, puede ser incluso con excesos protagonistas, así que si apuntas a alguien con un dedo índice otros tres dedos pueden estar apuntándote a ti: todos hemos sido trolls en algún momento. Y vayan entendiendo un poco su manera de actuar para que no caigan tan fácilmente como vimos esta vez: el troll se alimenta de la atención y su objetivo y modus operandi es la provocación; si caen en ella les dan gusto y les están siguiendo el juego... y si lo hacen, más les vale tener un poco de ingenio y autocrítica. No hay congruencia si defienden la comedia y la incorrección política y luego vienen a quejarse por el nivel de agresividad o vulgaridad... y menos aún si hacen lo mismo pretendiendo aniquilar con el filo de sus palabras, en un cándido intento de ser fulminantes (no se metan con profesionales, niños, no lo intenten en casa). Así que si tienen la piel tan delgadita y el ego tan permeable, la red no es el sitio para ustedes. Ni siquiera este blog. Hagánme el favor y si creían que la malbicho era una persona decente, váyanse de puntitas a... buscar decencia a otro lado. Si venían aquí por excelencia y posts de permanentes altos vuelos, váyanse también por donde vinieron porque aquí eso no es posible. Si creen que me pueden responsabilizar a mí de sus propias expectativas, háganme el recabrón favor y déjenme en paz, que ya suficiente tengo con mis propias exigencias y frustraciones. Y si les asusta la vulgaridad, también váyanse. Y si le fastidia la frivolidad, apaguen la luz y cierren la puerta cuando salgan de aquí. Y adviertánselo a los que vean que se acercan.
Porque aquí no nos responsabilizamos de insatisfacciones ajenas... ni devolvemos las entradas.
Otro motivo de festejo: justo en el día en que yo celebraba mi cumpleaños y la malbicho se atrincheraba por los jitomatazos de los antes autoproclamados fans, el blog sumaba las 200 000 entradas leídas (¡¡¡¡wiiiii!!!!). ¡Gracias!
Por Facebook me preguntan si no me quedó nada por decir: sí, no quería hacer la entrada más larga pero ahora que veo los primeros comentarios no quiero dejarlo pasar: el tipo que envió ese mail dijo, por la misma vía, que no me preocupara, que ellos no volverían al blog y que me quedaría con las visitas y los comentarios que me gustan: "falsos, elogiosos y desprovistos de toda personalidad". No quería llamarlo así, pero... ¡pobre pendejo!, si todas sus anteriores malintencionadas palabras no hubieran sido lo suficientemente estúpidas para motivar mi lástima, estas últimas por sí solas lo hubieran logrado. Se necesita estar en su mundo para pensar así, para despojar de valor a todas las voces que aquí se han manifestado.
Sin embargo, así como yo agradecí las suyas en su momento (que esas sí que eran elogiosas y por lo que ahora se ve, también falsas), les agradezco ahora sus comentarios, es mentira que sólo acepte elogios, algunos de ustedes lo saben bien, otros pueden comprobarlo todavía. Pero, por supuesto, cuando son elogios me embriagan de felicidad, para qué lo niego: la malbicho no sólo es deshonesta e indecente, también es humana y si le dicen algo bonito ronronea plácidamente -je-.