Pido perdón encarecidamente por esta ausencia tan prolongada como injustificable, la realidad es que no se me daba escribir, comencé varias entradas sin concluirlas y es que en realidad me absorbió por una parte la vida 1.0, y por otra parte la represión y
las detenciones arbitrarias del 1º de diciembre durante las protestas por la toma de posesión del Enrique Peña Nieto, no me dejaron mucho espacio en la mente cuando me sentaba ante la computadora, y aunque sí pensé en hacer una entrada sobre eso no logré concretarla y me volqué ante las redes sociales para informarme y compartir
la información encontrada.
La lucha por los derechos humanos es una lucha todavía muy incomprendida, todavía se tiene que luchar no sólo contra los abusos de autoridad, sino también contra el prejuicio y el estigma de que se están defendiendo delincuentes, cuando en realidad lo que se defiende son los derechos propios y ajenos de no sufrir una arbitrariedad injusta; cualquiera, en cualquier momento, puede estar en una situación similar a la que están los catorce detenidos, acusados sin pruebas de ataque a la paz pública, e incluso no sólo sin pruebas, sino contando con las evidencias (videos, fotografías, testimonios, testigos) de que estaban en otro lugar y sin participar en los desmanes, que también se ha comprobado, fueron iniciados por provocadores -algunos pagados- que se relacionan con los grupos en el poder. La liberación de 56 de los detenidos y la presión para que se atiendan los casos de los 14 restantes, es un logro de los
usuarios de redes sociales que protestaron virtualmente, y difundieron las protestas físicas que hicieron los activistas y sus simpatizantes, aún en contra de una gran descalificación masiva por parte de quienes no sólo no comparten, sino que les indigna este tipo de lucha, desaprobándola y hasta obstaculizándola.
Pero bueno, no puedo resarcir el error de no haber informado oportunamente a través de este blog, y también es tiempo de hablar de temas más felices y, todavía, oportunos.
A mí me encanta la Navidad, así como sus tradiciones (nuevas y antiguas), sé que parece un contrasentido al ser atea, pero realmente tomo esta fiesta como lo que es: un feliz pretexto para fortalecer los vínculos con las personas que comparten con nosotros. Soy una observadora de la naturaleza social que sigue con interés casi entomológico las relaciones humanas, y puedo asegurar que esta época produce cambios interesantes en las personas, y me entusiasma cuando el cambio es positivo, lo cual en sí mismo es todo un motivo para celebrarse y bien justifica un festejo como el que se lleva a cambio en estos días. Además la figura histórica de Jesús de Nazaret me llama también mucho la atención, es mi personaje histórico favorito, en realidad; incluso hice
todo un dossier sobre él, como algunos han visto, del que retomo una frase para explicar mi curiosidad sobre "el perfil histórico de Jesús, ese predicador con inclinación a los pobres, que se atrevió a cuestionar la aristocracia sacerdotal, y que dividió la historia en un antes y un después". Por lo que la celebración de su nacimiento también es un evento que me interesa.
Pero también retomo una parte de una entrada que recibió muy pocas lecturas (dada
su fecha de publicación), y que me gustaría que más de ustedes la leyeran, pues es una informacíón que intenté compartir en el blog varias veces desde hace un año, pero que las fallas que Blogger tenía en ese tiempo no me lo permitieron, y es sobre como se transformó la celebración navideña y se instauraron algunas tradiciones a partir de convencionalismos y requerimientos sociales:
En la actualidad tenemos muy aceptado que la Navidad es una fiesta preponderantemente familiar, incluso cuando se comparte con amigos y conocidos, es la intención de integrarlos a nuestra familia y recibirlos en nuestro hogar lo que nos motiva. Pero originalmente la Natividad era una celebración masiva y popular. Los festivales religiosos que suplieron a los paganos, tanto en las comunidades germánicas, escandinavas, romanas y precolombinas, lo fueron también.
La costumbre de que esta fiesta sea familiar se impuso cuando las familias de clase alta de Nueva York y otras colonias estadounidenses, quisieron "sacar" la fiesta de las calles, pues desde el medioevo la Navidad era celebrada secularmente por el pueblo de manera licenciosa y ruidosa. En América los puritanos y aburguesados habitantes intentaban proteger sus propiedades de las travesuras del populacho, que al más puro estilo "jalogüinesco", amenazaban con tirar piedras a las casas si no se les obsequiaba con algo cuando iban de puerta en puerta cantando villancicos, como en cada casa se les ofrecía ponche hecho tradicionalemente con ron y huevo, los cantores podían volverse de verdad impertinentes, y los desmanes causados con tan navideña intención podían ser cuantiosos. Así, la entrañable fiesta familiar navideña, es derivada de una medida deliberadamente planificada para arrebatarle su carácter de festival masivo.
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Navidad en una residencia neoyorkina a principios de siglo XX |
El entrañable cuento de Charles Dickens publicado en 1843 fue un elemento importante en la reinvención de la celebración navideña, haciendo hincapié en los valores como la compasión, la buena voluntad, la camaradería y los lazos familiares.
El libro A Christmas carol (traducida como Canción de Navidad o Un cuento de Navidad) retrataba la condición en que sobrevivían los niños y jóvenes proletarios en la era victoriana a consecuencia de la industrialización y el colonialismo británico: la mendicidad, la prostitución, la situación de calle, la explotación laboral, la desatención médica y el maltrato. Para escribir su obra Dickens leyó informes del parlamento británico sobre los niños en situación de pobreza y mendicidad, abogando por una actitud más benévola, caritativa y humanitaria hacia los niños.
El éxito inmediato del libro provocó que revivieran las celebraciones navideñas en Inglaterra, prohibidas desde dos siglos antes por las políticas fundamentalistas protestantes, y que Dickens fuera aceptado por el público estadounidense, al que no le habían gustado sus ideas antiesclavistas y lo había desairado antes.
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Manuscrito original de A Christmas carol |
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Ilustraciones de John Leech
para la primera edición de A Christmas carol |
Las mismas familias burguesas fueron las que adoptaron la moda inglesa de adornar un abeto en el interior de las casas, tal como hizo la reina Victoria un par de años antes en el castillo de Windsor, (después de verlo en la corte de Francia), ejemplo seguido por todas las familias pudientes tras verlo ilustrado en las revistas y periódicos. Y fue otra reina la que habia introducido la costumbre en Francia: María Lescszinska, esposa de Luis XIV, quien por primera vez mandó colocar un árbol en el Palacio de Versalles (adoptando la costumbre de Alsacia, donde pasó su juventud), y no fue una reina sino una princesa la que llevaría la costumbre del árbol de Navidad a España: Sofía Sergueievna, quien al enviudar de un hermano de Napoleón se casó con un duque español.
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La reina Victoria y el árbol que puso en el castillo de Windsor |
En España se tenía ya la costumbre de instalar los belenes, esa costumbre también fue llevada por una reina, la esposa de Carlos III que adoptó la tradición napolitana, que tuvo su origen en la idea de San Francisco de Asís,
de esto ya hablamos en El Fanzín hace unos años, contrario a lo que se afirma, en ese primer nacimiento no hubo personas reales, pero sí un burro y un buey de verdad. El antecedente histórico de los belenes son las representaciones teatrales de la Edad Media en España, en las que, durante ceremonias nocturnas, niños vestidos de ángeles y pastores cantaban en honor del niño Jesús, tras lo cual aparecían al abrirse unas cortinas, la Virgen y el niño, dando paso a la celebración de la misa. Estas costumbres no se fueron del todo durante varios siglos, por lo que se puede apreciar en las postales navideñas de principio del siglo XX que se encuentran en el
Archivo de Fotografía Histórica de Canarias, de donde sacamos esta hermosa imagen:
Tengo la intención de volver a los temas navideños en los próximos días, así que sólo es un adelanto este deseo: ¡Felices Fiestas!