martes, 30 de abril de 2013

No es que no tenga nada qué decir...
                                                                                                                                         lo que no tengo son las palabras.

domingo, 7 de abril de 2013

Resurrección Dominguera


Una semana después pero llegó mi propio domingo de resurrección.

Perdón por si alguien ha quedado defraudado de no encontrar más entradas aquí en las últimas semanas, no sé si aún queden lectores de este blog o se han perdido todos. Pero espero ustedes y yo recuperemos el ritmo anterior.

Una de las razones de que no me organice para escribir en éste es que ahora escribo en otro blog. Para esto déjenme les cuento que uno de los mayores halagos que recibí sobre mi manera de bloguear fue precisamente en una de las tantas pausas que ha tenido El Fanzín -de hecho era la primera ausencia larga-, esa vez por dificultades económicas al no poder pagar el servicio de Internet, y lamentando la falta de actualizaciones, a una amiga lectora le comentó su esposo: "debían pagarle por bloguear". Así de buenos le parecían mis posts y así de lamentable el que no pudiera subir nuevos. Me sentí realmente halagada y orgullosa cuando ella me lo contó. Aunque no fuera con una compensación económica me di por bien pagada, ante esa opinión.

Esta ausencia se debe también a motivos económicos, pero ahora es el contrario. Y es que ahora sí me pagan por bloguear. No aquí en El Fanzín, lamentablemente, sino en el blog corporativo de una empresa, con una temática muy diferente a la de aquí, y en un tono mucho menos informal. Aun así los invito a leerme allá también, sin embargo, no quiero hacer una invitación y ya. Mejor primero les cuento mis andanzas del último fin de semana.

Como cada vacaciones de semana santa, mi familia y yo salimos a pasear, aquí ya he contado como me fue la última vez que nos fuimos a acampar a un balneario en Hidalgo, y aquí como me fue en Acapulco (y aquí como me volvió a ir en la última visita), esta vez volvimos al balneario de aguas termales (ya estamos hartos de ir al mismo, pero los niños y el que paga el viaje ejercen su dictadura al decretarlo el balneario oficial de las vacaciones familiares). La verdad es que aunque nos quejamos de ir otra vez, lo disfrutamos mucho. El día que empezó frío y con viento se compuso totalmente, las aguas siempre cálidas y las instalaciones cada vez más comfortables nos regalaron momentos felices y divertidos. Sin embargo, todavía hoy no me repongo (apenas fui antier) del ejercicio realizado en sus albercas, de los golpes ligeros al caer de toboganes y chocar con los que también saltaban en la alberca de olas gigantes, de los raspones al rozar el fondo de un río artificial de poca profundidad, cuando me dejaba llevar por su corriente, y de la prolongada permanencia en aguas geotérmicas, tan benéficas y relajantes que todavía me mantienen en un sopor que me atolondra -je-. Y aquí es donde hago el primer enlace al blog que me da de comer, pues quiso la casualidad que encontrara información sobre los mejores balnearios de aguas termales en el mundo (hotsprings, les dicen en el idioma de Shakespeare, Wilde y los Beckham), y es que tengo que explicarles que el blog está dedicado a la información sobre el estilo de vida acomodado y de lujo (lifestyle, le dicen, justamente, en el idioma de los Beckham... y los Windsor).

Ya también es tradición nuestra hacer un alto para comprar pastes cuando pasamos por Pachuca al regresar. Kiko´s son el McDonald´s de los pastes, cada tres calles hay una sucursal y dominan hasta en la publicidad, ahora ya le salieron contrarios igual de competitivos en la mercadotecnia y también se ve una buena cantidad de letreros de El Duque (que vendrían siendo los Burguer´s King de los pastes... je, chiste malo de tan obvio y falto de ingenio), pero nosotros apostamos por comercios más pequeños.



Y aquí aprovecho para platicarles sobre los pastes porque debo esa entrada desde hace dos años. Para quien no los conozca, los pastes son como empanadas, también su relleno varía en dulce o salado, aunque los originales son los de carne molida, papa y poro, tal como tradicionalmente los hacen en Inglaterra. La masa utilizada es la cornish pastry, que es la base clásica para pays y tartas, y aquí el relleno se amplió a los platillos de la comida regional, heredera de la comida novohispana, tales como mole con pollo, picadillo, frijoles con chorizo y queso, jamón con queso y piña, champiñones, tinga y papas con atún; también hay de relleno dulce, como ate con queso, mermelada de piña, crema pastelera, manzana con canela, arroz con leche, cajeta y nutella. También hay otra variante que es con pasta hojaldrada, que es mi pasta favorita, pero para los pastes prefiero la masa original, y aquí les dejo la receta que tradicionalmente se usa en Real del Monte, Hidalgo (para hacer los cornish pasties a la manera inglesa, aquí un enlace al periódico Guardian, con un muy completo artículo sobre su platillo tradicional):

Pasta original :
 - 2 kilos de harina de trigo 
- 1 kilo de manteca 
- Agua, la necesaria 
- Sal al gusto 

Se mezcla la harina con la manteca, integrándolas poco a poco. Se agrega la sal y el agua. Se amasa hasta formar una pasta manejable, se deja reposar mínimo media hora. Luego se hacen las tortillas, el relleno se coloca en una mitad y se cubre con la otra, los bordes se unen con pequeños pellizcos, formando una especie de trenza, o se barnizan con agua o huevo, para que se peguen. También la superficie de la empanada se barniza con yema de huevo, para que quede brillosa. Si el relleno es dulce puede salpicarse con un poco de azúcar. Se hornean alrededor de veinte minutos, dependiendo de la intensidad del horno (en Hidalgo lo hacen en hornos de tabiques rojos), hasta que queden doradas (algunos recomiendan voltearlas y hornearlas hasta que el otro lado quede igual de dorado).

Relleno original: 
- 1 kilo de papa fresca 
- ½ kilo de carne molida de res 
- Cebolla picada 
- Perejil o poro picado 
- Sal y pimienta negra al gusto

Las papas se cortan en cubos pequeños, al igual que la cebolla, el poro también se pica finamente y se mezclan todos los ingredientes con la carne, la mezcla final se salpimenta. Se coloca crudo en las tortillas antes de unir sus extremos. Esta es la diferencia entre un paste y una empanada, en los pastes el relleno se coce junto con la masa.

Y ¿cómo fue que un platillo inglés se convirtió en el platillo tradicional de la capital de Hidalgo, y de pueblos mágicos como Real del Monte? A causa de la plata, y del vasto yacimiento que se encontró en ese pueblito y que fue explotado por siglos por los españoles, especialmente por Pablo Romero de Terreros (ajá, no sólo fue una colonia, fue uno de los hombres más ricos de la Nueva España en su tiempo, al grado que invitó al rey de España para que visitara su mina y el pueblo, y le ofreció adoquinar con lingotes de plata el camino desde Veracruz hasta Real del Monte, para que el carruaje real no pisara la tierra). Ya independizado el pueblo y el territorio mexicanos, el descendiente de Romero de Terreros quedó en bancarrota y para reabrir sus minas buscó inversión en Londres, de donde llegó nueva tecnología y mano de obra. Fueron estos obreros ingleses (de la provincia de Cornwell) los que trajeron la costumbre de transportar su almuerzo envuelto en pan, para conservarlo caliente. La trencita de pan que une los extremos de la tortilla era para sujetar el paste, pues no tenían oportunidad de lavarse las manos después de interrumpir el trabajo en la mina para el almuerzo. Por cierto, junto con los pastes, trajeron el futbol.

Otro día hablamos de la pasta de hojaldre (sé que eso ya lo prometí pero les juro que se los cumplo ahora sí).

Por cuestiones de trabajo ando asomada siempre al mundo del lifestyle y el lujo, ahorita como advenediza e intrusa, sintiéndome todavía culpable de dejar mis votos de pobreza voluntaria y entrar en esos mundillos elitistas. Siempre me ha gustado el comfort y soy de naturaleza sibarita, pero siempre me molestó que esos gustos se reserven a clases acomodadas, creo firmemente que todo el mundo debería tener derecho a los placeres que da la calidad y el buen gusto. Confieso que cuando yo disfruto más un lujo es porque lo obtengo gratis -je-, y por eso ahora todavía estoy encandilada con algunos placeres que descubro gracias a mi jefe o a mis compañeros de trabajo, sin que me cueste gastar el poco dinero que recibo. Gracias a mi jefe me hicieron un cambio de imagen en el salón de belleza más caro de México, y quedé maravillada de la atención y las comodidades que ofrecen. También descubro algunos sabores nuevos que me habían sido vedados por el precio que tienen en las tiendas gourmets o en los restaurantes más lujositos, y también he quedado asombrada de las sensaciones en mi boca... claro que igual disfruto un taco de carnitas del puesto de la esquina o los nopalitos que prepara la mamibicha, o el vaso con coca-cola fría que por mi dieta me es restringido y que cuando hago la excepción pecaminosa lo disfruto igual que si fuera un pecado carnal.

De esos gustos caros que todavía no me doy están los libros de ornato que tanto me gustan, y de los que quería hablarles desde hace mucho. Los gringos los llaman coffee table books, y son los libros de gran tamaño y pasta dura que preferencían el contenido visual con fotografías de alta calidad, normalmente de la naturaleza, de obras pictóricas, escultóricas o arquitectónicas, con imágenes de danza o de moda, o con imágenes altamente estéticas o emblemáticas.

El primero de ellos data de 1892, y fue concebido por el director de una asociación de ciudadanos estadounidenses con un visionario interés por el cuidado del medio ambiente, y con la intención de llamar la atención hacia ese tema (tan poco prioritario en ese entonces), para lo cual ideó un libro con poco texto e imágenes impactantes. Inspirado en los pósters con imágenes de la naturaleza que adornaban las paredes de su despacho, David Brower, director de la asociación ambientalista Sierra Club, encargó el libro This is American Earth al fotógrafo Ansel Adams. Fue el primero de una exitosa serie de libros, que fueron los primeros en adornar las mesas de café norteamericanas, para adorno y presunción.

Hace mucho aquí hablamos del libro Sumo, del fotógrafo de moda Helmut Newton, uno de los coffee table books más famosos y exitosos (no suelen ser bestsellers dado el alto costo de fabricación y de venta al consumidor, muchos basan su éxito comercial precisamente en ser ediciones limitadas). La editorial alemana Taschen es la que se ha especializado en la edición de estos libros, con cuidadas ediciones en material de calidad, y enfocados a personalidades de gran prestigio. Y justamente aquí es donde hago mi segundo enlace al blog que realizo profesionalmente (ah, porque eso sí, ya puedo decir que soy una blogger profesional... por lo menos ya cobro por eso, y oficialmente ya no soy amateur, je), porque encontré novedades de esa editorial, enfocados al mundo de la moda. Pásenle a lo barrido y léanme por allá también, si me hacen favorcito.

Ya les enlacé a los dos últimos artículos de allá, les dejo ahora el enlace al blog general, aunque al principio hay dos entrevistas interesantes, pero que no hice yo, yo sólo escribo los artículos y las actualizaciones de estado en las redes sociales (y también ahí los invito a seguirme, a diferencia de mis perfiles como la malbicho, ahí sí actualizo diariamente... y les prometo ir más allá de la frivolidad del mundo del lujo).

También les prometo ya no alejarme tanto de aquí. Yo a este blog lo extraño más que ustedes, se los juro.

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