En los 80s, U2 era un grupo que proponía un sonido propio, una lírica críptica y un mensaje ambicioso, de marcada conciencia social; cuando salió The Joshua Three se consolidaron como una banda de éxito, en su momento de mayor madurez musical y con una postura social congruente, así, se dieron el lujo de ofrecer un Lado A comercial y un Lado B más profundo. A este último pertenece One three hill, canción que nació como un homenaje a un miembro del staff, amigo personal de varios de la banda, especialmente de Bono.
Greg Carroll entró como asistente del grupo cuando U2 paraba por primera vez en Australia, Bono salía a combatir el jet lag paseando por Auckland, conociendo la zona volcánica de One three hill, quedando maravillado por la belleza del lugar, tanto como con un empleado del lugar donde se hospedaban. Carroll, de orígen maorí, era perfeccionista, solícito y eficiente, por eso se le extendió la invitación a unirse al resto de la gira, lamentablemente, cuando volvieron a Dublín a grabar el álbum de The Joshua Three, murió en un accidente sobre una moto que el mismo Bono le prestó. La canción que compuso en su memoria tiene versos que salieron de la ceremonia tradicional maori, durante sus funerales.
Pero también tiene un par de frases que directamente hablan de otra persona que impactó en el vocalista de U2, de abierta inclinación por los movimientos civiles, y de franco interés por los líderes latinoamericanos que enfrentaron las dictaduras que sufrían los países de Centro y Sudamérica en esos años, creando un contexto de zonas de fuego y poetas que hablan desde el corazón, Bono dice: "Jara canta, su canción como arma en manos del amor. Tú sabes que su sangre todavía llora desde la tierra". Años después, Bono también sería artífice de un documento visual llamado The Resurrection of Víctor Jara.
A veces llamado el Bob Dylan latinoamericano, Víctor Jara también fue reconocido por el grupo The Clash, en su canción Washington Bullets, de su disco Sandinista!, que muestra abierta simpatía por los movimientos de izquierda en Nicaragua, Chile y Cuba, a la vez que critica la política intervencionista, tanto de Estados Unidos como de la URSS. "Please remember Víctor Jara on Santiago Stadium, -es verdad-, those Washington bullets again", cantan. Y Calle 13 lo ubica junto al más admirado de los Beatles en su canción El Aguante.
Pero la mención a Víctor Jara que todos hemos coreado es la que Los Fabulosos Cadillacs hacen en Matador: "¿Qué suena? ¡Son balas! Me alcanzan, me atrapan. Resiste, Víctor Jara, no calla", dice una canción que parece incluirlo en otras frases, aunque sólo en esa lo mencionan directamente.
Cuarenta y cuatro balazos recibió el cuerpo del cantautor, actor, director de teatro, poeta, profesor, productor de televisión educativa, y activista. Hijo de humildes campesinos, cantó a los que no podían ir a la universidad, a los que se levantaban por la mañana para sembrar el campo, a las mujeres que despedían a sus esposos en la puerta de la fábrica, a las manos que construían un país a fuerza de trabajo, que lo defendían en las calles y en las urnas. Su obra artística no sólo comprende sus composiciones de la Nueva Canción Chilena, sino también musicalizó obras de teatro y ballet, así como producciones de cine y televisión, pero su participación en la escena cultural también se extendió al teatro, donde se desempeñó como actor, director, dramaturgo y productor; durante el corto gobierno de Salvador Allende fungió como embajador cultural, participando también en la musicalización, producción y director de televisión educativa.
Tras el golpe de estado de las fuerzas represivas con que fue destituido el gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, fue detenido en la Universidad Técnica del Estado, junto con el resto del personal docente y estudiantado, y conducido al Estado Chile, acondicionado como campo de detención para prisioneros políticos, al ser reconocido es apartado y sistemáticamente torturado durante los interrogatorios, sufriendo quemaduras, simulacros de fusilamiento y fracturas de sus manos con las culatas de las pistolas (tras lo cual, se le humilló queriéndolo obligar a que tocara sus canciones con una guitarra). Finalmente fue fusilado en las catacumbas del estadio el 16 de septiembre, tras cinco días de tortura.
Antes de morir, aprovechó la oportunidad de escribir unos versos en la libreta de uno de sus compañeros de cautiverio. Mientras otros escribían mensajes de supervivencia a familiares, Víctor Jara escribió un último poema, antes de que dos conscriptos se lo llevaran y no volviera a ser visto.
Su cuerpo fue arrojado a las inmediaciones del Cementerio Metropolitano, en unos matorrales, pero un funcionario del Instituto Médico Legal reconoció su cuerpo y clandestinamente dio aviso a su esposa, Joan Turner, colaborando en su recuperación y entierro. Los vecinos de esa calle también colaboraron para la identificación del cuerpo, atestiguando después ante la justicia, para evitar que fuera uno más de los detenidos desaparecidos o de las víctimas no identificadas. Ese lugar en que fue arrojado su cadáver ahora es considerado un sitio histórico, con un monumento conmemorativo.
En 2009 su cadáver fue exhumado y analizado para conocer las causas precisas de su muerte, y su posterior sepelio fue un evento público y masivo, con un acto de homenaje que duró tres días, y simbolizó el reconocimiento a todas las víctimas de desaparición forzada durante la dictadura chilena. El Estadio Chile recibió el nombre de Estadio Víctor Jara, con el mismo propósito.
La conservación de sus últimos versos también fue una pequeña batalla. Las hojas que soltó el poeta y cantautor cuando los conscriptos lo llevaron a su muerte, fueron levantadas y guardadas por quien le prestó la libreta, quien era el jefe del departamento de personal de la UTE, luego esas hojas fueron copiadas en cajetillas de cigarros que llegaron a manos del periodista (ya fallecido) Camilo Taufic, y a las de algunas esposas de los músicos del grupo Quilapayún, del que fue director artístico, y ellas enviaron el texto a Europa, camuflajeado como una cápsula de medicamento.
Estos son esos versos:
Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
16 de septiembre de 1973, en Chile... 16 de septiembre de 2005, en México (donde se realiza una demostración anual del poderío militar al servicio del Estado), donde no hay una dictadura, pero sí una "guerra contra el narco", simulación que ha provocado más de cien mil muertos y más de veinticinco mil desaparecidos.
Resiste. Víctor Jara. No calla.
1 ideas en tránsito:
Mi querida malbicho. ... no resulta fácil desde luego comentar de tan trágicos acontecimientos. El uso de la tortura como método coercitivo no para hasta nuestros días.....en ocasiones de manera sin duda bastante más oculta y disimulada pero igual de denigrante. Ejemplos en el mundo hay muchos. Si bien es cierto que lo sufrido por Victor jara debe ser mostrado a las futuras generaciones, las experiencias de aquellos anónimos ciudadanos son igual de crudas y traumatizantes para quienes las vivieron y sus familias. Es de esperar que sucesos como los que narras jamás sean repetidos. Recibe un fuerte abrazo a la distancia
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