Preámbulo 1:
Había una vez un niño al que su mamá no le dejaba pedir calaverita disfrazado en el Día de Muertos.
Ella estaba en contra de la penetración cultural estadounidense, le preocupaba el olvido de nuestras tradiciones, la enajenación mediática, la docilidad con que se adoptaban costumbres ajenas a nuestra idiosincracia, las prácticas que atentaban contra nuestra cultura... pero a su hijo no lo convenció, no lo concientizó, no lo sedujo a secundarla en su lucha contra la imposición cultural, sólo le prohibió hacer lo que ella no aprobaba.
Érase una vez una madre represora.
Preámbulo 2:
A mí la vanidad y la megalomanía me pierden, me inmovilizan: quiero hacer cosas tan grandes que al final no hago nada, esas tareas y proyectos titánicos requieren tanto tiempo y planeación que nunca encuentro el momento para empezarlos. Uno de esos ambiciosos proyectos es un dossier sobre la televisión para este blog, tengo ganas (y necesidad) de hablar de la televisión cultural, de la televisión basura, de la demonización hacia la injustamente llamada "caja idiota", de la culpa que los televidentes y los no televidentes tenemos de que está tan desaprovechado un medio tan eficaz. Por eso hoy vengo a vomitar esta entrada, porque le traigo tantas ganas como Jorge Negrete a ese durazno que se ha de comer desde la raiz hasta el hueso (no me corrijan el error de acentuación, así se canta esa rola... sí niños: es una rola, y sí, niños: Jorge Negrete es un cantante, yo sé que para ustedes la arqueología musical data de Eminem para acá, pero en realidad es más antigua, y resulta que antes se cantaba de a deveras, no era sólo cosa de rap y sampleos).
Preámbulo 3:
Laura Bozzo va a municipios de Guerrero a hacer su programa, periodistas denuncian el uso del erario público para sus fines televisivos, lucrando con la tragedia de los damnificados del huracán Manuel, ella se defiende agrediendo, especialmente a Carmen Aristegui, considerada la periodista más respetada de este país. El público en redes sociales se manifiesta contra la experuana. El reclamo impositivo no tarda en aparecer: ¡No vean televisión!
Ahora sí:
Debería ser otro preámbulo pero ya no quise cansarlos, más resulta que llevo un par de semanas escribiendo, pero sobretodo, pensando, que este es uno de los mejores momentos en la televisión, en cuanto a contenidos de calidad. Llevo más de cuarenta años mirándola con detenimiento amoroso, así que concédanme algo de crédito si les cuento un pequeño secreto: la televisión no es Laura Bozzo.
La televisión no es Televisa, tampoco. Y la opción a ella no es unicamente TV Azteca. La televisión tampoco es Mad Men, Breaking Bad, Game of Thrones, Los Soprano, y todas esas estupendas series que desde Twin Peaks han venido apareciendo, sumando calidad en guiones, dirección y actuaciones. La televisión no empieza y acaba con los noticieros de López Dóriga, Alatorre y Carlos Marín, ni con la sonrisa idiota de las conductoras de revistas matutinas. Con el ceño adusto de las repeticiones de Doctor House o el gesto cínico de Charlie Sheen. No es Big Brother ni La Dichosa Palabra. Ni las recetas de Chepina Peralta o Gordon Ramsey. Va más allá de todo eso.
Va más allá de los esfuerzos setenteros de Miguel Sabido de alfabetizar a la población rural o de concientizar sobre la planificación familiar por medio de telenovelas, que, por cierto, tuvieron éxito: más de dos millones de personas se inscribieron a los programas de educación para adultos después de que la protagonista de Ven conmigo lo hiciera, y más personas se acercaron a los centros de control natal tras ver Acompáñame. Y es que debemos decirlo sin tapujos: Silvia Derbéz hizo más por la educación mexicana que los secretarios de educación de los últimos tres gobiernos. Y Miguel Sabido no inició ni paró ahí su proyecto de "entretenimiento social", antes con los televiteatros (puestas en escena de obras de teatro clásico, grabadas para transmitirse por televisión) y luego con la transformación del Canal 9 en un canal cultural, pugnó por un equilibrio en la programación televisiva, con contenidos de identidad cultural y de entretenimiento. Sin embargo, así narran testigos la conversación entre el productor y el dueño de Televisa, con que se dio muerte a su quijotesca idea hace justos 23 añitos:
El Tigre Azcárraga -Bueno Miguel, ya se acabó tu canal pendejo.
Miguel Sabido -Ni es pendejo ni es mío, pero y ahora, ¿qué vamos a hacer?
-¿Con qué?
-Con el compromiso social de la televisión.
-No sé... a mí me vale.
Azcárraga, sabemos, dijo:
“México es un país de una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil... Nuestro mercado en este país es muy claro: la clase media popular. La clase exquisita, muy respetable, puede leer libros o Proceso para ver qué dicen de Televisa… Estos pueden hacer muchas cosas que los diviertan, pero la clase modesta, que es una clase fabulosa y digna, no tiene otra manera de vivir o de tener acceso a la distracción más que la televisión".
Una persona aprendió muy bien esta lección: Ricardo Salinas Pliego, y en cuanto agarró una televisora la puso en práctica hasta en los comerciales, superando a su maestro. Pero tristemente, también tomaron nota y memorizaron cada palabra, aprendiéndola mejor que nadie, precisamente los de esa clase que Azcárraga categorizó de "exquisita", los que se autodesmarcan de esa clase media popular "jodida, que no va a salir de jodida".
Los "exquisitos" fueron los más convencidos de que la televisión en este país no es para ellos, no les incumbe y no les interesa lo que se hace en ella. Voluntariamente se marginan y se excluyen.
Y como pasa en otros crímenes, culpan a las víctimas. Desde su púlpito del buen gusto y de la "exquisitez" cultural, señalan con dedo flamígero a los que se estimulan mentalmente de la llamada -por ellos- caja idiota.
El "ya no vean televisión" es el "no te vistas así si no quieres que te violen" del derecho que tiene la audiencia a contenidos dignos.
Pareciera que es antinatural ver calidad en televisión, han comprado por completo la idea de que las televisoras tienen derecho a ofrecer una programación de baja calidad y mal gusto, y de que los televidentes no tienen derecho a elegir. También desprecian, sistematicamente, los denodados esfuerzos de otras televisoras o de los pocos productores que insisten en ofrecer originalidad y calidad. Porque aunque no abunden ni sean la regla, sí hay programas de calidad en la televisión mexicana, incluso en televisión abierta. Incluso en Televisa.
Para muestra, un botón... más bien, una pequeña cápsula: Imaginantes, breviario cultural que Televisa pasaba entre uno y otro melodrama.
Pero, incluso, algunos telemelodramas no son tan malos. Café con aroma de mujer, El clon y Mirada de Mujer son algunos ejemplos de buenas historias, bien actuadas y bien dirigidas. Pero hay más: Diálogos en confianza es un talk-show informativo y orientador, en el que prejuicios y tabúes son discutidos desde hace casi dos décadas, junto a información útil y necesaria de temas de interés general, desde un análisis plural.
La programación infantil del Canal Once ha recibido premios en varios años, al igual que la de Canal 22 y TV UNAM, con su oferta tan diversa y tan interesante. La televisión por cable y por satélite amplian bastante la oferta, diversificando las temáticas y los tratamientos. Incluso el pretencioso Canal 40, en su acción de taparle el ojo al macho de que TV Azteca puede tener un aspecto cultural, también ofrece una que otra opción interesante (que no es, ni por asomo, el espacio que le da a Alazraki, no me jodan). Como comentábamos antes, hasta Televisa tuvo alguna vez un canal cultural, y no era tan malo, créanme, el mérito no era de ninguno de los Azcárragas sino, como ya contamos, del dramaturgo y productor teatral Miguel Sabido.
Pero ninguno de estos esfuerzos valen para "los exquisitos", para los profundos que se sienten más allá del más allá, y desprecian sistemáticamente todo lo que pueda salir de la "caja idiota" (fue Frank Zappa quien la llamó así, por cierto). Ninguno se siente tampoco con la responsabilidad de que el contenido que transmite la televisión mejore, ni como creador ni como público. Vaya, ni como analista.
Cuando alguien emite una crítica racional sobre su contenido, el reclamo de "los exquisitos" es: "¿Para qué ves televisión?". Demandan que no pierdas tu tiempo viendo esa bazofia, que eres muy ingenuo exigiendo contenido de calidad, o, en el más alto ejercicio racional que pueden dedicarle, te sugieren con tono imperativo (te ordenan, pues): "Si no te gusta no lo veas. Cámbiale".
¿Por qué ese argumento es tan deficiente? Porque el análisis del contenido televisivo debiera ser forzoso, al igual que cualquier contenido de otro medio masivo de comunicación, tanto por el especialista como por el público. Porque además no hay suficientes opciones que permitan una verdadera elección. No sólo porque hay comunidades en el que sólo llega la señal de un canal (y son comunidades en donde no sólo no hay otra opción de divertimento e información, tampoco hay bibliotecas ni librerías ni cibercafés), sino porque el control de la información también es manejado por los grupos en el poder, propagando, difundiendo y preservando un condicionamiento social que propicia una manipulación mediática y un control de pensamiento. Porque además los televidentes (todos) tenemos el derecho de una programación que no sea ofensiva, falaz o de ínfima calidad.
Mi tele de marciano. Desde los 70´s contribuyendo con mi estupidización. |
Ningún "exquisito" sugiere (con tono de orden o prohibición) que se deje de leer, sólo porque existen los cursis títulos de autoayuda y superación personal, que tanto ayudan al control de pensamiento. Ni prohiben la poesía por las insulsas letras de Ruy Sánchez, que tanto favorecen al mal gusto literario (Ruy Sánchez es a la poesía lo que Maná al rock, pero de eso ningún "exquisito" se queja, al contrario, ahí están dando retweet a sus frasecitas simplonas). Curiosamente cuando surgió la publicación masiva de libros gracias a la imprenta, sus detractores dijeron que abstraerían a la gente de sus responsabilidades, lo que afectaría a la producción económica. El mismo Sócrates no quiso poner sus pensamientos en un libro, pues dijo que la gente tomaría por una verdad absoluta lo que vería escrito (argumento que se usa contra la televisión, diciendo que la gente acepta como una verdad la imagen que ve en ella).
Nadie dice "Apaga la compu y prende tu mente", pese a que los blogs más populares son herederos digitales de la célebre Página 3 del extinto diario Ovaciones, es decir, espacios dedicadas a mostrar imágenes de mujeres sin ropa, en poses sugestivas, y reducidas a meros objetos sexuales. Y los diarios digitales basan mucha de su información en rumores... o peor aún, en una "línea" marcada por intereses de grupos de poder, favoreciendo la manipulación medíática. La expresión pública en Internet se describe, mayoritariamente, en tres palabras: intolerancia, sexismo y vulgaridad. Cualquier sección de comentarios de cualquier diario digital es ejemplo de eso. Pero nadie levanta la voz para prohibir la navegación en la red, aludiendo al buen gusto y a la calidad informativa.
(Y de qué sirve no prender la televisión para no ver a López Dóriga y a Loret de Mola, si los usuarios en la red eligen informarse a través de El pulso de la República y SDP Noticias.)
A "los exquisitos" se les olvida que la televisión sólo es tecnología, es neutra y sin ningún fin, tal cual lo es la radio, la imprenta o la Internet, y que el uso que se le da depende de quienes poseen sus concesiones, lo cual puede ser regulado de manera diferente a como es en la actualidad. Es nuestra responsabilidad, como público, e incluso, como creadores, exigir y fomentar mejores contenidos, y especialmente, opciones. Porque los que tenemos opciones lo sabemos: elegimos algo más.
Breaking Bad terminó este anterior fin de semana, rompiendo algunos récords de audiencia y descargas, recibiendo, además, la calificación máxima de parte del público. Yo hablaría de cómo su trama contribuye a esa narcocultura que tanto estimula la descomposición social (aquí ya hablamos de eso... imagino cuanto narquito defenderá territorialmente su esquina diciendo: "Yo soy el danger, carnal... si alguien toca a la puerta soy yo", basta ver cuánto tuitero seudorudo cambió su ávatar de Dr. House por el de Heisenberg con todo y sombrerito), pero no niego que fue una serie realmente bien hecha, adictiva y memorable. Pero en su inicio esta serie no fue tan exitosa, hubo un factor que la hizo remontar su rating salvándola de salir del aire: Netflix.
El servicio de streaming permite ver programas y películas de anterior exhibición en cine o televisión, y en el caso de algunas series como Breaking Bad, Mad Men y Arrested Development, la calidad de guión, actuaciones y producción marcan la diferencia entre captar o no a un público fiel, que buscará seguir los nuevos episodios. En el caso de las primeras dos series resultó en éxitos de audiencia, y por ende, de publicidad y ventas de espacio televisivo, en el tercer caso, devolvió vida a una serie que se ganó a la crítica pero no al público masivo, sin embargo, hubo otro público que la elevó a nivel de serie de culto, y que justificó la producción de una nueva temporada, con la novedad de exhibirse en un nuevo formato televisivo: todos los capítulos de la serie al aire desde el primer día.
Mi favorita |
Orange is the new black y House of Cards fueron las siguientes series de producción original en Netflix, y la última consiguió incluso nominaciones al Premio Emmy, siendo la primera producción para Internet en ser nominada, y compitiendo con las de exhibición normal. Esta innovación en los formatos televisivos promete revolucionar el negocio de la industria televisiva, tal como ya lo hizo, en la década pasada, el reality show (y quien cree que la televisión de realidad es sólo Big Brother, necesita actualizarse). Es una nueva forma de ver televisión, que otorga más poder y control al televidente.
Pero es la calidad del contenido la que hace la diferencia. Y las opciones las que empoderan al espectador. Y es calidad de contenido y opciones televisivas lo que deberíamos estar exigiendo. No la anulación de un medio.
Tampoco deberíamos sentirnos con una superioridad intelectual que nos permite tratar como menores de edad a los que no tienen nuestros gustos o nuestra instrucción académica o nuestros recursos. "Ponte a leer" es la orden que nuestra soberbia nos hace gritarle al que se distrae frente a la televisión, como si realmente tuviéramos derecho a imponerle una forma de ocio o divertimento. ¿Y si se pone a leer a Paulo Coelho o a Jordi Rosado?, ¿qué diferencia hay en que se desvele viendo Pare de Sufrir o Miembros al aire?
Nos guste admitirlo o no, la televisión ofrece también un ejercicio intelectual, diferente al de la lectura, sí, pero es también un estimulante cognitivo y el televidente está epistémicamente activo. La televisión ejercita áreas cerebrales que la lectura no alcanza (y viceversa, claro está). Para un niño y para un adulto mayor el televisor es un agente de información y actividad cerebral que no debería ser desaprovechado, dadas las condiciones de dependencia que tienen con respecto a otras personas (un niño solo es difícil que salga a la biblioteca a elegir un libro acorde a su edad, y un adulto mayor incluso puede tener dificultades para visualizar el contenido de un libro o para escuchar la programación radial). Si se les apaga la tele también se les apaga una opción de discernimiento, no sólo de entretenimiento; se les cierra, también, una ventana al mundo, sobretodo al mundo actual, porque su inmediatez es una de sus grandes ventajas. Si no se es capaz de ofrecerles otras opciones de contenido o de respetar sus elecciones, también nosotros deberíamos exigirnos ejercicios de raciocinio y tolerancia para equilibrar nuestros prejuicios.
Esa postura de que todo entretenimiento es inane es tan errada como la de que sólo el contenido que aburre es cultural. Pensar que un cerebro que observa televisión está inerte, es también una demostración de desinformación, o incluso de ignorancia, ya la neurociencia ha demostrado qué áreas se estimulan. Y cualquiera que tenga niños sabe de la sorpresa de escucharles un vocabulario más amplio y un conocimiento nuevo cada día; manejar horarios y contenidos es tarea del adulto responsable, si hacemos nuestra tarea ellos harán la suya.
Escribo esto mientras espero noticias de cómo les fue con el boicot a Televisa, consecuencia del affaire Bozzo, que honestamente, creo fue muy benéfico para que se discutiera sobre la televisión, sus contenidos, su ética, sus monopolios, y especialmente, se manifestara fehacientemente el rechazo a las prácticas y a la programación de Televisa, tan nocivas y tan nefastas. Debe discutirse, debatirse y desmenuzarse la televisión mexicana y la oferta que nos llega de otros países, no ignorarse desde una lejanía arrogante.
Yo lo voy a decir abiertamente: amo la televisión tanto como amo los libros, el cine, la música; el arte y la cultura en general. Yo aprendo viendo televisión tanto como yendo a un museo, nunca he entendido como un medio tan eficaz puede ser tan vilipendiadio y tan permisivamente malaprovechado. No acepto que me digan: "No veas televisión". Es exactamente igual a que me dijeran: "no leas porque te evades de la realidad", "no veas periódicos porque dicen mentiras o verdades a medias, tienen 'línea', desinforman", "no oigas radio porque su programación musical es basura, de mal gusto", "no vayas al cine porque todo es ficción, te distrae de los problemas reales". No lo acepto, además, porque es desconfiar de mi criterio.
Y no ofendo a nadie desconfiando del suyo, ni imponiéndole mis ideas (y mis prejuicios). Mejor procuro que tengan más opciones.
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