jueves, 29 de enero de 2009

Dossier: PENA DE MUERTE, Asombro y Terror

«El Gobierno Revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte»

Maximilien de Robespierre ("Teoría del Gobierno Revolucionario")

El actual debate sobre la pena de muerte en México trae a la mesa un sinnúmero de opiniones que abogan por las dos únicas causas posibles. Me asombra un hecho notable; más allá de estar a favor o en contra, el debate parece dividir a la sociedad mexicana en forma abisal: la sociedad civil – mayoría a favor de la pena capital – versus la sociedad política que cuenta con muchas voces en contra de la reinstauración de la pena de muerte en México.

Los argumentos utilizados en contra suelen estar cobijados por los Derechos Humanos y un código ético completamente sesgado a favor de la vida y dignidad humanas. Sin embargo éstos olvidan una parte fundamental: el valor de la vida, la dignidad y los derechos humanos de las víctimas y la sociedad general. Cada vez que se comete un crimen (léase: asesinato calificado, violación o secuestro) se piensa que la víctima es únicamente la persona quien recibe la agresión en forma directa. Sin embargo no es así. Cada crimen cometido es un atentado no sólo contra la vida de un individuo particular o una familia específica sino contra la sociedad en general. Prueba de ello es el clima de inseguridad que vivimos, de forma muy tangible en ciertas ciudades o zonas del país. Conformamos ya una sociedad acostumbrada a los hurtos, vivimos ciertos de los asaltos con violencia como una realidad cotidiana a la que nos tenemos que enfrentar. Esto sin embargo no disminuye en modo alguno el temor a ser ultrajado, secuestrado o muerto por un puñado de monedas. Lo que antaño fueron crímenes dedicados casi en forma exclusiva a obtener recursos de las fortunas de los más acaudalados, son hoy una amenaza grotesca para cualquiera de nosotros.

Todo lo anterior puede resumirse en apenas dos palabras: estamos secuestrados.

¿Dónde están nuestros derechos humanos?. Como sociedad y como individuos tenemos derecho a la vida y a la libertad. No somos libres porque somos presas del miedo y nuestras vidas no se parecen ni de lejos a la vida de dos generaciones atrás, de cuando podemos decir que se ataba a los perros con longaniza. Admitámoslo. El Crimen y la Delincuencia se convirtieron en una industria altamente lucrativa que ya rebasó a nuestro gobierno y está por rebasar en corto tiempo a toda la población, es decir, se convirtieron en enemigos del pueblo.

En nuestra sociedad que se dice democrática, pretender defender los derechos humanos de un criminal es no sólo incongruente sino hipócrita. Vulnera en su totalidad a la ciudadanía no nada más porque pone en entredicho su capacidad de decisión sino porque coloca los derechos humanos de un criminal por encima de los derechos humanos de toda la Nación.

El mayor temor de algunos que se oponen a la pena de muerte lo constituyen la ineptitud y la corrupción; condenar a un inocente a la pena capital y librar del castigo a los verdaderos responsables.

Para poder salvar ese obstáculo necesitamos gente de la talla de Robespierre, apodado por sus coetáneos El incorruptible. Sus ideales dieron origen en la Francia Revolucionaria a la llamada "Era del Terror". Éste no fue el azote de la población general sino de grupos muy particulares entre quienes podemos destacar políticos y religiosos corruptos, especuladores de mercados, traficantes de esclavos y acaparadores. Si bien Robespierre fue un acérrimo defensor de la abolición de la pena de muerte, debió valerse de este recurso cobrando la vida de miles de delincuentes y criminales para asegurar la defensa de las libertades públicas en la naciente República Francesa. Su campaña de terror y su incorruptibilidad –irónicamente– le granjearon la animadversión de políticos arribistas que temieron verse descubiertos en la ambición y orquestaron un golpe de estado en su contra asesinándolo.

Desafortunadamente Robespierre no se da en maceta y nuestra cultura dista mucho de la incorruptibilidad y la Ilustración. Pero esperar a la Segunda Llegada de Quetzalcóatl para enseñarnos un estilo de vida virtuoso tampoco es sensato.

Es precisamente de esa corrupción y de malabarismos legaloides que se valen muchos para argumentar en contra de la pena de muerte. No puede ser sino un corrupto aquel que vota en contra de la pena de muerte para no sufrir sus efectos a causa de sus fechorías. ¿Acaso las corporaciones criminales operan solas?. No, por el contrario, lo hacen bajo el amparo de autoridades que a su vez deben cobijarse bajo la sombra de otro más poderoso, formando así un círculo de complicidades.

Ante este problema hay quienes se preguntan a quién debemos entonces aplicar esta pena: ¿al que secuestra, al que vigila, al que lleva la comida…? Observemos lo que sucede en otro escenario actual: cuando un ladrón roba en complicidad con los empleados de una tienda ¿se le consigna sólo a él?.

La obviedad de la respuesta es suficiente para sembrar el Terror.

Por esa razón hay quienes se valen de argucias políticas como tratados, protocolos y otros documentos internacionales que en la práctica no remedian la situación amén de provenir de gobiernos con problemáticas muy distintas. Dichos gobiernos a su vez promueven este tipo de pactos con la finalidad de asegurar la vida de algunos de sus ciudadanos acaudalados y clave de sus economías, de los cuales varios pueden ser claramente tipificados como criminales por sus acciones de lesa humanidad.

Muchos cuestionan la capacidad disuasiva de la pena de muerte y se remiten a las estadísticas que parecen no mostrar efectos positivos. Proponen mayores tiempos de reclusión, cadena perpetua o mejoras a los sistemas judiciales para evitar condenar a inocentes y exonerar responsables. Pero nuestra realidad es muy distinta, se envía y se seguirá enviando a criminales a lujosos palacios subvencionados por el pueblo y a gente inocente se le condena a una muerte lenta y dolorosa. Los pseudodefensores de los derechos humanos prefieren muchas veces cerrar los ojos ante esta realidad millones de veces más aterradora que abrirlos a la muerte de un criminal.

Hagamos un ejercicio de honestidad. ¿Podemos confiar en que un criminal acostumbrado a ganar dinero por millones en una sola exhibición se regenerará y se convertirá en un humilde carpintero?. Si los daños y pérdidas sufridos por la víctima no son superados en la mayoría de los casos, ¿superará el criminal recluso su rencor antisocial?. ¿Qué nos garantiza que no volverá a atacar?.

Más allá de estudios realizados que arrojan cantidades dispares de víctimas potenciales salvadas por cada criminal ejecutado, la simple lógica detrás de la Teoría de Conjuntos nos revela que la pena de muerte sí reduce el índice de criminalidad: por cada criminal ejecutado hay un criminal menos. En un conjunto creciente cada ejecución equivale a una resta, lo cual nos lleva a una predicción notable: cuanto más rápido es el proceso de resta, más disminuye el conjunto.

En este sentido cabe hacer la analogía de la sociedad con un organismo multicelular vivo. En él todas sus células trabajan, y las que no, son reemplazadas. Eventualmente algunas células enloquecen y crecen a un ritmo desmedido, se hacen recursivas y terminan por matar a las células alrededor poniendo en riesgo el equilibrio y vida del organismo completo. A este proceso se le denomina "cáncer" y la única manera de tratarlo es eliminar las células cancerosas.

Cuando extrapolamos esto a un nivel social y de interacción humana el asombro es mayúsculo. Creemos que aún es posible negociar con las células malignas y reformarlas, porque eliminarlas nos causa terror. Queremos hacer consideraciones éticas y se nos olvida que el imperativo ético es procurar el bien mayor.

A veces es necesario el sacrificio de algunos para asegurar la permanencia de todos.

Ulisses P. Bolón, ICrP.

El índice del Dossier sobre la PENA DE MUERTE:
Argumentos en Contra
Argumentos a Favor
En opinión de Flor Berenguer
Asombro y Terror
Métodos
Nebraska, Milán y la Silla Eléctrica
La Opinión Social
Pena de Muerte, Y Tortura
Pena de Muerte, Y Tortura (contra las mujeres)

3 ideas en tránsito:

malbicho dijo...

aaahh... "cría cuervos..." como bien decía mi santa y bicha madre!! -je-

precisamente porque un asesinato (así sea uno institucionalizado) atenta contra la sociedad en general, es que se considera que la pena de muerte es una agresión hacia la sociedad misma y un retroceso en su desarrollo; nadie olvida a las víctimas, sólo es que se entiende que no se le puede devolver la vida a nadie matando a alguien más, y así lo entienden algunas de las víctimas mismas o los deudos que les sobreviven (no todos, por supuesto, y también se entiende que no se puede argumentar racionalmente contra el dolor, la rabia y la impotencia)

los derechos humanos de toda la nación importan, por eso mismo no se le puede facultar a una autoridad venial y comprobadamente corruptible, que decida sobre la vida de otra persona (precisamente porque las corporaciones criminales no operan solas), siempre ha sido una realidad la injusticia penal: la pena de muerte la hace definitiva; y el ejemplo de Robespierre es perfecto para ilustrar el temor a que se hagan condenas sin juicios adecuados, no se pueden negar los excesos de El Terror, históricamente documentados

tampoco se cierran los ojos a las imperfecciones del sistema penal, es por eso que se trata de evitar que esa inequidad pase también a los corredores de la muerte, en donde las minorías serían las más afectadas; además que las organizaciones de derechos humanos persiguen por igual que las condiciones en cárceles y reformatorios dejen de ser vejatorias y se concentre el mayor esfuerzo en la rehabilitación y reinserción, antes que en la condena punitiva

además de hacer hincapié que con la pena de muerte se acaba con el criminal, no con el crimen, pues los causales seguirán presentes en la sociedad (además de que se origina una espiral de violencia, pues también alimenta el rencor social), y eso aplica también en el ejemplo del cáncer: extirpar un tumor no sanea un organismo enfermo, se debe acompañar con todo un tratamiento, con terapia y hasta con un cambio de estilo de vida, pero lo verdaderamente óptimo seguirá siendo la prevención

exigir la pena de muerte sin contemplar los conflictos sociales que desencadenan la violencia criminal extrema, así como las anomalías en la impartición de la justicia penal, es únicamente exigir una venganza social

Jinshio dijo...

Al diablo la CNDH sólo protege al que suelte varo.
¿Y las verdaderas víctimas? incluso se vuelven mucho más victimas como por ejemplo una mujer violada, resulta embarazada, quiere abortar ¿qué sucede? cuanta gente no se le tira encima "quesque pecado de Dios" sin tomar en cuenta el dolor psicológico que lleva Causada por ambas partes.

Me encuentro neutral en esto, no quiero ver a esas "personas" vivas ni siquiera en la cárcel que solo los mantenemos con impuestos y desde ahí siguen con sus fechorias.
Pero tampoco apoyo el plan de matarlos dando "mal imagen" a nuestro país, pero tal vez esa sería una mejor a la actual que es de violencia y miedo.


Saludos y me disculpo por la palabrotas...

malbicho dijo...

no, no te disculpes, exprésate como gustes (además, la única palabrota que veo en tu comentario es "psicológico" -je-), se entiende que la situación es frustrante y en este tema ninguna opción es sencilla

gracias por tus comentarios

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