sábado, 26 de noviembre de 2011

Hay de Besos a Besos (de Obama a Breznev)


"...y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. "
Rayuela, Julio Cortázar.



Aunque capaz de lograr que Eduardo Romero Hicks vuelva a persignarse (recordemos su intento fallido de prohibir los besos en Guanajuato), el beso que se dan Obama y Chávez (o el del Papa besando a un líder musulmán, que desató la ira vaticana) en la nueva campaña antiodio de Benneton, se antoja tibio y pacato frente al de la imagen que inspiró dicha campaña: el de los líderes de las desaparecidas URSS y RDA cuando se cumplían 30 años de que Alemania Oriental fuera nación comunista.



Habrá que explicarles a los más jóvenes que entonces existía la Unión Soviética y que Alemania se dividía en dos, siendo la del Este la comunista, y que en ese tiempo ambas naciones tenían una especie de romance político, tan intenso como el beso que se dan sus jefes de estado, Leónidas Brezner y Erich Honecker, una década antes de que Gorbachov y su perestroika contribuyeran a la caída del comunismo y del Muro de Berlín.

Habrá que precisar también que el beso entre dos hombres es costumbre muy extendida en las culturas de Europa del Este, sin que se le atribuya una connotación sexual. 

Aun así, sorprende que haya sido tan apasionado. Tanto, que incluso inspiró que se hiciera un mural en la llamada East Side Gallery, en los restos del Muro de Berlín, cuyo autor Dimitri Vrubel tituló: Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal (también es conocido como "Beso fraternal").



Otro mural que se encuentra la galería de arte callejero en el Muro de Berlín:



Como sea, ese beso comunista causa la misma envidia que el de los amantes del Hotel Du Ville. Aquí en El Fanzín, en aquellos tristes tiempos en que se pensó declarar obsoleto el célebre Callejón del Beso debido a la moralina panista, quisimos desagraviar al ósculo provocador.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Platillos Revolucionarios


Me cuenta la Mamibicha que su mamá (ya les presenté aquí a mi abuelita Lola, y también ya saben lo que decía sobre Juana Gallo, mítica lideresa revolucionaria) le contó a su vez de cuando "Los pelones" entraron a su casa. Ella tenía doce años y la entrada intempestiva de los soldados del ejército causó temor y angustia, pues solían llevarse a los hombres de los pueblos y rancherías para incorporarlos a la lucha contra los revolucionarios, así fueran niños de doce o diez años, los cuales se escondían en donde podían, a veces, ese escondite tan sólo era la amplia falda materna, bajo cuyas enaguas el niño contenía la respiración y guardaba silencio, procurando no ser descubierto. También se llevaban a las mujeres jóvenes, así fueran tan sólo unas niñas entrando a la adolescencia. Por eso el temor tan grande. Pero "Los pelones" (llamados así por sus cabellos cortados al rape), sólo tuvieron ojos para lo que pudiera ser comestible, sin embargo, los frijoles en la olla de barro todavía estaban duros ("parados", decía la abuelita Lola, para describir ese momento en que todavía no se ablandan tras romper el primer hervor); el hambre de los soldados era tanta que exigieron se les sirvieran así, y las mujeres de la casa se apresuraron a poner en el comal de barro, tomates y chiles para asar y poder molerlos después en el molcajete, y tortillas de maíz formadas y aplanadas en las diestras palmas de las manos. Al final, los soldados salieron con la misma rudeza con la que entraron, agradeciendo apenas que se les hubiera aliviado el hambre con un caldo de frijoles tiesos, y una gran cantidad de tortillas enchiladas con salsa verde. 

En tiempos de la revolución se comía lo que estaba a la mano, que no podía ser mucho, apenas tortillas duras troceadas, mojadas en una salsa amartajada en ese práctico utensilio que es el molcajete, mortero de piedra volcánica que permite moler verduras para sazonar o acompañar otros alimentos. Así nacieron los chilaquiles, que no siempre se podían freir en manteca ni bañar con una lluvia de queso. A veces la buena fortuna permitía cazar alguna liebre o un ave que asar o cocer en un revitalizante caldo, pero ho que sí se podía beber siempre era un energético atole de maíz, un café o un mezcal en esos campamentos improvisados. 

La tradicional "discada", platillo representativo del norte del país, también nació en esos tiempos, cuando se utilizaba un disco de arado que había perdido el filo, para freir chorizo, tocino y carnes, junto a chiles, cebolla y otras verduras que se tuvieran a la mano, que luego se envolvían en suaves tortillas de harina, como se sigue prefiriendo todavía en la actualidad en esas regiones del país. Los frijoles eran tan indispensables como el chile y el maíz, su consumo era parte de la dieta diaria, especialmente en los hogares campesinos o pueblerinos, en los que, eventualmente, se les enriquecía agregando carne al cocerse o refreírse, de ahí platillos como los célebres frijoles charros o hos frijoles puercos, que por cierto, algunas variantes de esta receta incluyen atún en aceite, y otras -no lo van a creer-, ¡sardina! 

Los revolucionarios tenían la incondicional ayuda de las soldaderas, mujeres que seguían a los improvisados ejércitos para alimentarlos y curarlos. La célebre foto de la soldadera (que ya nos mereció un post aquí en El Fanzín) que antes se presumía podía ser una prostituta, ahora se infiere que más bien era una cocinera. Se sabe que la parte del ferrocarril en la que se asoma es el carro-cocina, y se pueden apreciar las canastas con alimentos que las otras mujeres cargan.



Obtenían alimentos gracias al pueblo, que se los obsequiaba ya sea por simpatía, solidaridad o miedo, y cuando no era así, se les era robado, al igual que se saqueaba a las haciendas o rancherías por las que se pasaba. A veces la comida se consumía sin detener su camino, sin poder cocerla y mucho menos sazonarla, mezclando la masa de las tortillas con amaranto o nopales, para hacerlas más nutritivas o resistieran más tiempo sin echarse a perder. De esos tiempos nómadas en que había que suplir con improvisación e ingenio la falta de ingredientes, se conserva un platillo que en el nombre lleva todo su peso histórico: sopa de la soldadera

Mientras, en los afrancesados comedores de los beneficiados por el gobierno de Porfirio Díaz que aún conservaban su cómodo estiho de vida, todavía se podían comer crepas y bizcochos franceses, o volovanes (que junto a los pastes se introdujeron a la gastronomía del país por los mineros ingleses instalados en Pachuca, Hidalgo), y que se amalgamaron con productos locales, pudiéndolos encontrar rellenos de huitlacoche, mole o queso fresco. 

 Por cierto, la masa de hojaldre con que son hechos, tiene también una historia interesante sobre su posible origen, ese será el tema del nuestro siguiente post culinario.

martes, 15 de noviembre de 2011

Y Volver, Volver, Volver...



Pues sí. No andaba muerta ni andaba de parranda (bueno, a finales de octubre cumplió años la Bicha Mayor y sí se los festejamos a lo grande durante dos días enteros... con sus respectivos días de cruda), algunos problemillas personales, algunas crisis emocionales, algunas honduras económicas y una fuerte necesidad de darme vacaciones virtuales me complicaron conectarme durante más de un mesecito. Pero desde hoy vuelvo a tener Internet en casa y eso me va a permitir volver a actualizar el blog nuevamente de manera constante; la compu sigue de vacaciones y se niega a despertar bien, pero espero eso mejore en un par de días y no sea un obstáculo.

De verdad les agradezco a los poquitos que me extrañaron y lo manifestaron cariñosamente, hoy que los leo me siento con verdaderas ganas de contarles cosas y hacer una ráfaga de entradas para compensarlos. Me robé unos minutitos una laptop para poder amenazarlos con el regreso... y me llevo la sorpresa de mi vida al ver que hay más visitas cuando estoy ausente que cuando me mato actualizando -je-, a ver si no vuelven a bajar ahora que escriba de nuevo -je, je. ¿Saben qué es lo que más lamento?, los posts que no hice para Halloween y Día de Muertos, esperé todo el año y hasta guardé algunas cosillas durante meses para subirlas oportunamente en esos días y se quedaron en el tintero; incluso intenté hacer algo en un cybercafé, pero una serie de cosas se combinaron para impedírmelo. Con mucho, esos días son los que más me inspiran para hacer cosas alusivas, en años anteriores incluso participo en instalaciones y actividades artísticas, pero en este me tuve que conformar con las cosas que hicimos en casa, una ofrenda sencilla y un festejito dedicado a los más pequeños de la familia; la ofrenda incluyó pan de muerto y tamales hechos en casa (tengo recetas de verdad novedosas, por ejemplo: tamalitos de guayaba, de cajeta, ¡o de chile relleno!, pan de muerto relleno de queso crema o con frutas secas, o pan "de ánimas"), pero de verdad me hizo falta el festejo virtual. Ya me repondré el año próximo.

Posdatita: Marichuy, Nora, Tere, Carmen... les mando abrazos agradecidos, me han acariciado el corazón.
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