sábado, 26 de septiembre de 2009

Desde el Exilio Virtual

Desde mi autoexilio hago un acercamiento para expresarles mi agradecimiento, venir y encontrar que no han disminuido casi nada las estadísticas de las visitas, que incluso hay más amigos que se unen al blog siguiéndolo, enlazándolo o comentando las entradas, o que los entrañables nombres de siempre están ahí, continuando con éste tránsito de ideas y con estas conversaciones virales, me entusiasma y me conmueve. No me alcanzan las palabras para darles las gracias.
Ando en el lento arranque de un negocito que de momento no me deja más que para lo muy, muy básico, además de quitarme casi todo el tiempo y la energía, pero que tengo fe quede bien afianzado para la temporada decembrina, en que ya pueda yo lucrar de lo lindo y volverme bien milloneta -je-; además que intentamos zafarnos de Slim pero resulta que ninguna otra compañía de telefonía llega con su señal a mi casa (quesque los árboles están regrandotes y los cerros muy cercanos y la luna muy brillante, algo así entendí), encima nadie en mi casa paga su parte -pero eso sí, quieren servicio de televisión de paga y llamadas ilimitadas-y dicen que qué prisa tengo, que no me voy a morir si paso otra semanita despegada de la red mientras estudian que paquete nos conviene más... bueno, la cosa es que entre la falta de internet y los canales de televisión abierta sólo me queda jugar solitario y buscaminas para entretenerme, así que créanme: los extraño más a ustedes que ustedes a mí, con decirles que de plano ya hasta me puse a ver Mujeres Asesinas y lo pagué muy caro, pues entre el homenaje a Gloria Trevi (casi beatificada por Televisa) y la actuación de "la primera actriz" (¡háganme el recabrón favor!) Carmen Salinas quedé más escamada que si me hubieran torturado con toques eléctricos.
Pero bueno, yo nomás venía a decir que qué poca madre de Calderón y su pinche procurador recomendado, felices ustedes que evaden la realidad terrenal cual Juanitos de Iztapalapa, yo sólo lo puedo hacer cerrando los ojos con los auriculares puestos y el máximo volúmen en un aparatejo que me permite ponerle fondo musical a mis largos paseos en microbús (al metro no me subo ni a balazos... perdón, ni a patadas, es que de veras se pone regacho ya). Por cierto, el beat urbano de la ciudad de México combina mejor con música electrónica -y más aún si está anocheciendo- o con cosas de Manu Chau o Pantera, no así con Beethoven o Celso Piña. En mi experiencia, no hay nada que combine peor que las baladitas poperas -especialmente si son de Arjona- y los ejes viales del Defecito. Pero, como siempre, ese tema también lo someto a su discusión.
Abrazos a todos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

TU SOLEDAD Y SUS VISOS

Lo esencial es invisible a los ojos
Antoine de Saint-Exupèry


¿Sí lo ves?, preguntas con mirada de mar agitado.
Y aunque tu voz viste de paz, la tormenta que se anuncia en tus ojos amenaza con inundar tus palabras, frágiles balsas de esperanza, al escuchar mi negativa.

Nunca he estado en medio del desierto ni cerca de los campos de trigo, quizá por eso no esperaba encontrar en mi camino a un gentil hombrecito de sonrisa indulgente,
anfitrión de un mundo que se agota en tres pasos.

¿Sí lo puedes ver?, insistes con esa voz que es néctar de alcatraces.
Te refieres a uno de tus sueños, o a uno de tus recelos, o a uno de tus delirios.
Pero me hace falta más que el cristal azul de tu iris para lograr ver tu mundo. Me hace falta la angustia, la ansiedad, la desolación,
y el pasón que te diste.

Justo cuando empiezo a abrirle la puerta a la conmiseración (tú, tan débil, en esta dura tierra de granito), sueltas uno de los destellos que me dejan cegada, demudada y expectante. Igual que el trueno que sigue al relámpago.
Comprendo entonces que la falla es más mía.
¿Cuántas vidas me hacen falta para alcanzarte? ¿Cuántas más aparte de las de hechicera oscurantista y de indio americano que me has enumerado?
Para rematar, aniquilas mis reservas sobando mi ego. La admiración que manifiestas me acerca un tanto a ti. Te doy la espalda antes de que notes la sonrisa que dibujas en mi cara.
Este es el momento que más atesoro.
Este en que me obligas a desprender luz. En que me haces sentir agrado por mí misma, cómoda en mi propia (escamosa) piel.

Respondo a tu llamado una vez más, y otra, y otra más. Encariñada con el ser humano que guardas en tu interior,
y domesticada ya por el niño triste, rubiecito y de ojos celestes que se asoma siempre, desdichado al descubrir los clones de su flor excepcional.

Tampoco tu renuncias a una pregunta (ni respondes nunca a la mías). Nuevamente me interrogas con voz tibia:
¿De verdad no lo ves?
Y no, no lo veo. No distingo lo que para ti es evidente.
Siempre un paso adelante, siempre en una montaña mas alta (irritado con la necedad del eco) no te conforman las respuestas lógicas.

A veces siento desmayar mi paciencia.
Debiera ser más fácil,
si tan sólo caminaras un poco más cerca de la realidad. Tus preguntas, tus ensueños, tus miedos y tus distintas soledades son tan complicados. Para compartir, para comprender, para complacer.
A veces dócil, a veces inclemente. A ratos la risa. A ratos el llanto. De pronto el consuelo; la ternura, la calma. La fragilidad.

Yo soy responsable de ti.
No sólo tu zorro, igualmente tu sierpe; y cada espina de tu rosa.
De abrir tus ojos a la maldad. De devorar tu entusiasmo. Y también, ¿por qué no? de verter un poco de mi mezquindad en tu inagotable manantial de sueños.

sábado, 19 de septiembre de 2009

México, D.F.; a 19 de Septiembre de 1985.


Tenía 15 años, tres kilos de más y una madre maratonista obsesionada con la salud y el ejercicio. Por eso estaba esa mañana haciendo flexiones, en compañía de otras mujeres con sobrepeso en las instalaciones del deportivo Francisco Zarco. Fui la primera en sentirlo, normalmente es así. Al mismo tiempo que una de las señoras del grupo de aerobic´s decía sentirse mareada, yo alcé la voz para asegurar: “Está temblando”. Conforme la oscilación de los árboles aumentaba, lo hacía también la histeria de las otras mujeres. No la mía. Nunca me dieron miedo los temblores, incluso en uno anterior me divertí viendo a la vecina, una anciana de aproximadamente trescientos años y más odiosa que las brujas de los cuentos infantiles, rezar a gritos arrodillada en medio de la calle, llorosa y ebria, mientras nos advertía de que nos arrepintiéramos pues era un castigo de Dios. Esta vez nuevamente fui la voz cínica y bromista mientras los corredores se hincaban en la pista de tartán. No me dio miedo, pero sí noté la intensidad y la violencia del movimiento. La eternidad de esos instantes. La angustia y la preocupación. Se intentó reanudar la clase pero el clima de zozobra no lo permitió. En el recorrido de las nueve calles que me separaban de mi casa me fui aproximando a la realidad.


Gente bañada en llanto fuera de sus casas, las cuarteaduras en los muros, la suspensión del servicio eléctrico, las aceras levantadas, quebradas. Rotas. Como la tranquilidad, la normalidad y la rutina. Las grietas en las paredes de mi casa fueron un indicativo de que el temblor había estado realmente fuerte. Pero no supimos que tanto, hasta que las baterías hicieron funcionar el radio portátil, enterándonos de que en el centro de la ciudad se vivía una verdadera tragedia, que el epicentro se localizó en Guerrero y que la escala de Ritcher había marcado los 7.9 grados (más tarde mi papá nos contaría de cómo una pared se había derrumbado sobre la pesera que circulaba frente a él, y mi hermana universitaria diría que al sur ni siquiera se había sentido y la gente andaba como si nada). Las noticias eran alarmantes. Las imágenes fueron aún peores. Restablecido el servicio eléctrico, la televisión nos golpeaba con escenas de una ciudad herida, de una ciudad mutilada. Gente emparedada entre bloques de cemento. Fugas de gas que aumentaban el riesgo de las labores de rescate. Saqueadores que aprovechaban la confusión robando los pocos bienes en buen estado. El Hotel de México, el Cine Regis, el Centro Médico, los foros de Televisa, los edificios de la Unidad Tlatelolco… convertidos en acordeones de concreto, humeantes y polvosos. Y las cifras de los muertos. Cantidades inconcebibles de cuerpos rotos, aplastados, desarmados. Y poco a poco, tímidas y prudentes cifras de sobrevivientes. De personas rescatadas de la oscuridad sofocante y dolorosa. El resto de ese día y el siguiente fuimos testigos mediáticos de las labores de rescate y de las muestras de solidaridad que, espontánea y gradualmente, se iban sumando hasta convertirse en el único bastión de esperanza (especialmente ante la indolencia y la ineficacia de las autoridades).


Entonces, con el anochecer volvió el miedo. Se había anunciado que podría haber réplicas. Pero aún así la nueva sacudida despertó un temor casi irracional. Sin embargo, y pese a que no fue un temblor mínimo, las únicas víctimas lo fueron de los nervios. Tendidos en el suelo cubierto de colchones y cobijas, pasamos una noche de expectación y ansiedad. Algo de esa preocupación regresa cada vez que las placas del subsuelo se reajustan y acomodan. Sigo siendo de las primeras en notarlo. Pero esa ventaja ahora la aprovecho para ganar segundos alertando a los demás, revisando las llaves de gas y los aparatos eléctricos, y conduciendo a los otros hacia el punto más seguro. Y siempre guardo un espacio en la mente para desear que en otro lugar no esté ocurriendo algo terrible. Quienes vivimos el sismo del ’85 recordamos siempre en dónde estábamos exactamente cuándo ocurrió. La pregunta: ”¿Dónde te agarró el temblor?” se volvió un lugar común con el que se pueden iniciar largas conversaciones. Todos tenemos una anécdota, un recuerdo, una reflexión. Hace poco, una amiga que creía conocer muy bien, me sorprendió con su testimonio:


Acompañaba a su madre a surtir el negocio que atendía, circulando por la avenida de Manuel González, aledaña al conjunto habitacional de Tlatelolco, cuando su automóvil empezó a sacudirse, el tráfico se detuvo por completo, como si un botón de pausa se hubiera activado; por un breve instante dominó el silencio, dando paso enseguida al estruendo de los edificios quebrándose; a los gritos de dolor inenarrable; al impacto de los cuerpos estrellándose en el suelo, los cuerpos de quienes desesperados, desesperanzados, preferían arrojarse al vacío buscando una muerte menos dolorosa. Fueron las últimas imágenes que pudo ver, antes de que espesas nubes de polvo le eclipsaran por completo la visión. Y entonces se quedó escuchando el escalofriante y ensordecedor ruido de fondo. Un ruido que la acompañó durante mucho tiempo, ambientando sus pesadillas y su sueño intranquilo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Monumento del Bicentenario "Estela de Luz"







Este el proyecto que dentro de un año estará en Paseo de la Reforma (a la altura de la entrada de los leones al Bosque de Chapultepec)


Aquí te explican chido como va a estar el asunto y acá es el sitio oficial.


¿Qué tal la cruda? -je-


P.D. !Viva México¡... ¿cómo chingaos no?

ACTUALIZACIÓN (julio, 2011):

La obra ha sufrido un retraso y su fecha de inauguración se ha pospuesto varias veces, siendo una de las polémicas más fuertes en relación con los festejos del Bicentenario; el arquitecto creador del concepto acusa de corrupción a las autoridades del gobierno, y éstas se defienden diciendo que la obra no era tan fácil de edificar como parecía, pues la profundidad de los cimientos ha sido mayor que la inicialmente planeada, lo cual ha elevado el costo hasta más de dos veces de la planeación original. Hay una investigación oficial en proceso.

ACTUALIZACIÓN II (7 de enero, 2012):

Un año, tres meses y trece días después de cuando se había anunciado, por fin fue inaugurado el monumento tras escándalos y denuncias por corrupción, y sin la presencia del arquitecto responsable del proyecto. Les dejo las primeras imágenes compartidas en Twitter durante su inauguración:







Imágenes provenientes de la red social Twitter (Galería Top imágenes de #EsteladeLuz), compartida por los mismos usuarios.

martes, 15 de septiembre de 2009

Hoy Soy Mexicana*

La Victoria Alada (o Ángel de la Independencia pa´ los cuates), es ya una jovencita de 99 años.


Hoy soy mexicana. Y al igual que Juan Escutia, me envuelvo en el legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y nuestros hermanos, y me arrojo a una fiesta con sabor a pozole, con olor a pólvora y con voz de Jorge Negrete. Mi México lindo y querido se adorna con botonaduras de plata, se cubre con un sarape y no canta mal las rancheras aunque su acento sea yucateco y su lengua sea tarahumara. De norte a sur y de esta a oeste, los trajes de china poblana y de mariachi nos uniforman gracias a la herencia del Rancho Grande y del Peñón de las Ánimas; así seamos yaquis, purépechas, lacandones o chilangos de ascendencias mixtas. A pesar de que también son mexicanos, ni los voladores de Papantla, ni el mole rojo, ni la bamba, ni la danza del venado, ni el pulque, ni la cajeta, ni la guelaguetza figuran tanto en este mes patrio como el sombrero de charro, el tequila y los chiles en nogada, junto con otros de los símbolos de la mexicanidad que hemos adoptado y que nos representan a nivel mundial.

Patriotas y nacionalistas, maquillamos nuestras calles con las tonalidades de mi banderita, banderita, banderita tricolor; a la que desde niños sabemos venerarla, pues es mi bandera la enseña nacional y son estas notas su canto comercial… perdón, cántico marcial… pero es que la bandera también se ha convertido en gancho publicitario: basta hacerla ondear bajo los números que indican los descuentos y las ofertas de electrodomésticos, autos y mercancía de supermercados para hacernos saber que las empresas trasnacionales se unen a nuestros festejos de independencia (siempre y cuando ésta no sea económica), o que las empresas mexicanas se preocupan del desarrollo del país, ayudando con sus abonos chiquitos y usuras enormes, advirtiendo que esta vez el grito lo vamos a dar de gusto por estrenar casa o por ganar la lotería; que ya podemos festejar a la usanza gringa (comprando en baratas) o como lo hacen las televisoras con sus cantantes que residen en Miami y cobran en dólares, pero que hoy cantan ranchero con sus voces nasales y sus registros pobres.

Aún así, se levanta en el mástil mi bandera en la plancha del Zócalo, ese ombligo del mundo que hoy se disputan Ebrard y Calderón para pintarla del color de su partido. Se yergue jactanciosa en las azoteas de las casas, se pesca de las solapas de un saco o se aferra a las antenas de los autos, cuelga del espejo por el que nos mira el taxista, tapiza el cofre de un microbús o se deja caer desde lo alto de un edificio gubernamental. Ondea en el aire vanidosa, coqueta, orgullosa de sus colores… aunque estén en la cinta que lleva en la frente Juanito, el hijo desobediente de Iztapalapa.

Este mes patrio arrancaba antes con el Informe Presidencial, que no era más que un pretexto para rendir pleitesía al presidente en turno y tener un día libre de escuela y trabajo, pero que en la actualidad se ha transformado en una serie de spots comerciales que el deporte del zapping los hace perfectamente eludibles, así que ahora el fervor patriotero comenzó realmente con el milagroso resurgimiento de nuestra selección de futból y de la esperanza de colarnos al Mundial en Sudáfrica, justo cuando nuestro actual héroe nacional profanó la portería enemiga, pintando el festejo en cada rostro asistente al Estadio Azteca; seguimos conmemorando a los Niños Héroes, aunque no logremos recordar contra quién peleaban ni mucho menos de todos sus nombres (sobre todo desde que Fox aumentó la lista: ¿quién diablos es José Azueta?); celebramos el aniversario del himno aunque jamás lo hayamos leído en su totalidad y sigamos sin saber que significa bridón, aras o pendones; damos el grito y nos anticipamos al festejo del bicentenario, sin que sepamos distinguir bien entre los héroes de la Independencia y los de la Revolución, dando más importancia al día 15 que al 16, el cual sólo nos sirve para reposar la cruda, igual que damos más trascendencia la inicio que a la conclusión de la lucha independentista, y el día 28 pasa inadvertido, opacado por el recuerdo de las víctimas del terremoto del ’85, pero también de la solidaridad de los mexicanos en el día 19.

La ceremonia del grito es el clímax del sentimiento patriótico, la cúspide de la emoción por haber nacido en esta tierra bendita de Dios, el orgullo de que primero soy mexicano y mi sangre por mi tierra daré yo si el clarín me convoca a defenderla de la planta profanadora de un extraño enemigo. Este sentir se exacerba con los mensajes sobre los valores de nuestra sociedad, la grandeza de nuestra historia, la trascendencia de nuestra cultura, la nobleza de nuestro carácter, la alegría y el calor humano propios de nuestra gente; mensajes que se repiten en los medios que se adjudican parte del mérito de que así sea… en el caso de que así sea, pues ¿tenemos acaso en exclusiva la franquicia de la tradición, del folklor y de la gloria de un pasado histórico?, ¿somos el único pueblo que responde con generosidad ante la desgracia, con hospitalidad ante el visitante, con júbilo ante un festejo? O ¿por el sólo hecho de ser hechos en México, en nuestro contenido se encuentran por default todas estas cualidades?, ¿por qué entonces el primer lugar mundial de corrupción, secuestros y feminicidios?

Los estereotipos de nuestra cultura responden a la necesidad de reafirmar nuestra identidad nacional; se nos ha insistido tanto en que encajamos en el molde del ideal posrevolucionario que respondemos por reflejo a las canciones de José Alfredo Jiménez y a las películas de Pedro Infante. Nos brota el civismo por los poros cuando gana la selección mexicana y rodeamos el Ángel de la Independencia (curiosamente relegado durante el Grito y el Desfile) aunque se nos haya olvidado votar o declaremos nuestros impuestos “en ceros”. Nos enorgullecemos del esplendor de la cultura de nuestros ancestros sin preocuparnos por defenderlas de la creciente invasión cultural extranjera que aceptamos indolentes, y hasta complacientes. Porque sólo hoy es divertido tejer el cabello en dos trenzas, el resto del año sólo las “marías” los llevan así, y yo prefiero teñirlo de rubio; hoy es cool bailar el mariachi loco, el resto del año lo hacemos tarareando a Madonna o a Lady Gaga; hoy grito “¡Viva México!” a todo pulmón, el resto del año practico mi inglés y junto para irme al otro lado; hoy me cubro los hombros con un rebozo, el resto del año uso pashminas y chalinas francesas. Porque hoy soy mexicana, el resto del año… no sé.

*Texto reciclado, ya andaba por ahí flotando en la blogósfera pero me quise dar el gustito de traérmelo para acá (y mostrárselo a los que todavía no lo leen). En lo que puedo postear a diario, voy a programar algunas entradas con textos propios, ejercicios y debrayes.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Carta de una Bicha Ausente

Hola a todos.

Me siento terriblemente mal por no poder detenerme a contestar sus amables comentarios, a visitar sus blogs y a continuar con esa hermosa costumbre de conversar aquí y allá con ustedes; ¡cuántos temas se me han quedado en el tintero!: el otro once de septiembre y la terrible frase de Kissinger al avalar el golpe de estado contra Allende ("no toleraremos la irresponsabilidad de un pueblo"); el proyecto arquitectónico de la Zona Cero en Nueva York; las momias itinerantes; el canto de "¡Y soy rebelde!" de Juanito el de Iztapalapa; los sketches de nuestro Secretario de Seguridad, que con las capturas del hijo de Amado Carrillo, Florence Cassez y el evangélico secuestrador de aviones, ya tiene su propia terna en el próximo Premio TVyNovelas;... en fin, se me está complicando volver a mi rutina virtual y probablemente esto me lleve unos días más de lo pensado en un inicio. Además de no lograr organizarme para programar entradas (tengo mala suerte, por ejemplo, el domingo me agarró la tromba que inundó la ciudad justo en un ciber café, la luz se fue sin darme tiempo a programar lo que llevaba, y en los siguientes días sólo pude hacer un tiempo para organizar las entradas para el Festival Blogswinger.

Yo estoy bien y hasta me ha servido desconectarme, mi familia bromea diciéndome que es grato comunicarse conmigo cara a cara y no por messenger o enviándome un mail con el aviso de que baje a comer -je-; incluso creo que cuando pueda conectarme voy a saber optimizar mejor el tiempo frente a la compu (para reducirlo). Sin embargo, sí los extraño mucho a todos ustedes y las tertulias virtuales que tenemos.

Pero les hago una promesa: cada día que pase desconectada voy a dedicar un tiempo en el dìa para El Fanzine y preparar lo que pondré a mi regreso, para que valga la espera y me perdonen por tanto abandono.

Con total añoranza:

La malbicho.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¡BLOGSWINGER!: Escribe en el Alma de un Niño


Hola a todos, en este 3er. Encuentro de Blogs tengo el enorme gusto de alojar en El Fanzine la colaboraciòn de nuestro amigo El Belo, conocido por la mayorìa de nosotros y que justo nos visita regularmente a partir del anterior Festival Blogswinger. El Belo, te quedas en tu casa y entre amigos.

Muchas gracias a Malbicho por alojar este texto en su magnífico e interesante blog. Espero esté a la altura del mismo así como de sus lectores. Debo decir que si hay algún blog que me atrae por sus estupendos textos que me hacen reflexionar es nada menos que éste, por lo que me siento muy honrado en que se publique un texto mío aquí.

Dicho lo anterior, les dejo mi texto:

Yo siempre he creído en que las cosas pasan por algo, pero no por algo ocasional (aunque hay momentos en que así ocurre). Para mí las situaciones que surgen en nuestras vidas son por lo que yo denomino la ley de “causa-efecto”. Ley para mí. Y lo he comprobado en muchas y muy variadas situaciones que no es el caso ni el momento de mencionar.

Lo que sí quiero enfatizar es que vivimos momentos difíciles y que si queremos un mundo mejor, debemos empezar a labrar el camino. Y no se trata de pensar en que hoy no voy a tirar el chicle por la ventana de mi carro o que voy a plantar un árbol (aunque no estaría mal hacerlo) sino más bien en invertir en lo que será el futuro.

Y esa inversión de la que hablo es: “escribir en el alma de un niño”.

En alguna ocasión escuché que el que escribe en el alma de un niño, escribe para siempre, por lo que hay que plasmar en ella cosas positivas.

Hemos visto que la mayoría de los niños que han sufrido algún tipo de maltrato físico o mental, crecen con rencores y odio, se convierten en personas que buscan vengar su pasado tormentoso y al final terminan encarcelados, muertos o peor aún, muertos en vida. Lo triste de esto es el sufrimiento causado desde su niñez.

También hay niños que sufren por que sus padres no se respetan y ellos al crecer imitan lo vivido en su casa: golpean a su pareja, la dejan, la engañan. El niño aprende desde muy pequeño lo que ve en casa o en su alrededor. Dicen que nunca se siente más seguro un niño que cuando sus padres se respetan, por lo que para que un niño crezca seguro y feliz debe encontrar y aprender respeto, sólo así sabrá respetar a la sociedad.

Se dice fácil pero sé que es muy difícil y una gran responsabilidad educar a un niño. No obstante, creo que es una buena opción tomar en cuenta esta reflexión si queremos que nuestro mundo cambie, si queremos un mejor futuro. Sé que tal vez no es la solución, pero sí un gran paso para llegar a ella.

Y esta gran responsabilidad de educar a un niño la tenemos todos, tanto los que tienen hijos como los que no los tenemos. Intentémoslo, no perdemos nada y, por el contrario, podemos ganar bastante pues educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía, hacer de él una persona de bien que tanto se necesita. No perdamos tiempo y escribamos en el alma de un niño.

Continùen con el rally bloguero en el divertido blog de El Belo (Memoria sin escribir), asì como en el poètico blog de nuestro tambièn amigo y comentarista habitual de El Fanzine: lumpenpo (La red del navegante), donde dejo mi contribuciòn a esta intercambio festivo, lùdico y licencioso (lo bueno es que todo queda entre cuates -je-).

domingo, 6 de septiembre de 2009

Paseo Dominical a través de la Mirada de Google a Sebastián

Enrique Carbajal adoptó su seudónimo porque le dijeron que les recordaba a San Sebastián. Es reconocido desde que su monumental escultura Cabeza de Caballo (El caballito) se colocó en Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal. Inscrita en la Generación de la Ruptura -cuyo discurso se proclamaba en contra de seguir pintando paisajes e indígenas, rompiendo con el nacionalismo de los muralistas- su obra no gusta a todos, pero él sigue colocándola en toda la República Mexicana y en algunos otros países.
Échale un ojo a través de Google Earth:

viernes, 4 de septiembre de 2009

Les Regalo mi Ausencia II

¿Sigues extrañando la ración diaria de El Fanzine? No sufras, date una vuelta por algunas de las entradas menos comentadas y deja tu firma virtual:

Graffiti VIP´S: Banksy
Dios hace la parada
Como subir y bajar escaleras
Lumiére et cié. Tan lejos, tan cerca
Romeo y Julieta, en todas las artes
Equipaje
Barbie XL: Jessica Simpson y la obesidad mórbida
Lucien Freud y la obsesión obesa
Simone de Beauvoir, una joven formal
Dossier: Carnaval, catársis hedonista
A mis maestros con cariño

Y... hasta la vista beibys.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Les Regalo mi Ausencia

Si están leyendo esto es porque no funcionó mi plan B y me quedé sin Internet durante unos días (por cambio de compañía).

Pero estoy segura de que les gustará conocer las entradas más comentadas:

Y la fiesta comenzó
Creatividad para mi vida
Desagravio del Meme
Continuando la conversación sobre la nueva mujer mexicana
Juana Gallo

Jacinta, presa de conciencia: Amnistía Internacional
Entre Mar y Arena
Veinte canciones desesperadas
Mapas subterráneos
En memoria de Corazón Aquino
El español mexicano y el (ab)uso del diminutivo

I´ll be back
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