domingo, 31 de octubre de 2010

Esto es Halloween



"This is Halloween... this is Halloween", cantan al inicio de la película The nightmare before Christmas... pero mejor escúchenlo en su versión con Marilyn Manson:




Pero, ¿qué exactamente es Halloween?:


a) Una fiesta que ha invadido y avasallado las tradicionales de estos días en nuestro país, y que gracias a la penetración expansiva de la cultura estadounidense por la vía mediática, también se ha arraigado en otros.

b) Una celebración pagana que deriva del Año Nuevo Celta, en el fin del verano y de la temporada de cosechas, así como en el inicio de la "estación oscura" (otoño e invierno), y en la que los antiguos celtas creían que se desdibujaba la línea entre el mundo de los vivos y el reino de los muertos, permitiendo a los espíritus pasar a éste; los espíritus de ancestros difuntos eran convidados por sus familiares, pero los malignos eran ahuyentados o sobornados con delicias.

c) Una derivación de los festivales paganos, tras la conquista de los celtas por parte del Imperio romano, quienes celebraban el festival de Feralia, en honor a los muertos, y el festival a Pomona, diosa de la cosecha. Durante 400 años los romanos impusieron sus fiestas, su religión y su calendario, transformando la festividad céltica.

d) La víspera de una festividad cristiana, el Día de Todos los Santos, instituido el 1° de Noviembre por el papa Gregorio III para festejar a los santos, conocidos y no conocidos, que no tienen un día propio en el calendario litúrgico, siendo su sucesor Gregorio IV, quien declaró esta fiesta universal, con la consiguiente necesidad de una vigilia anterior para la preparación (en inglés, All Hallow´s Eve significa vigilia o víspera de Todos los Santos).

e) Una combinación de prácticas paganas, rituales religiosos, supersticiones y tradiciones celtas, romanas y europeas, que engloban la cercanía entre el otoño y el invierno, la abundancia y la escasez, la vida y la muerte.

f) Todas las anteriores.

Independientemente de la opción que hayan elegido, tienen razón.


Halloween tiene origen en una festival céltico en honor de Samhai, el dios de los muertos, el cambio de estaciones era mágico para los antiguos celtas, los druidas de la tribu se ponían en contacto con los espíritus y celebraban toda la noche, la cercanía entre el mundo de los vivos y el reino de los muertos se estrechaba, permitiendo que los últimos entraran en éste, pero no sólo los espíritus de ancestros difuntos podían hacerlo, si no toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales, la necesidad de no ser agredidos o maldecidos por los malignos hizo que se les sobornara con comida o dulces (lo que deriva en la costumbre de "trick o treat" o "dulce o travesura"), hacerse pasar por uno de ellos mediante máscaras o harapos (de ahí la costumbre de usar disfraces) e iluminar las casas con velas, de acuerdo al número de difuntos en la familia; para evitar que otro espíritu ajeno molestara, las velas se colocaban en nabos tallados con rostros intimidantes, emulando al del personaje de leyenda Jack el de la linterna (Jack O´Lantern), tacaño y malvado hombre, capaz de entrampar no sólo a sus vecinos sino al mismo Diablo, tras lo cual ganó el no ir al Infierno, pero al no poder entrar al Cielo tampoco, fue condenado a vagar entre los reinos del bien y del mal, utilizando para iluminarse un carbón dentro de un nabo hueco; la migración de irlandeses a Norteamérica trajo consigo la festividad y sus costumbres, encontrando en el nuevo continente frutos más grandes y con mejores posibilidades para tallar: las calabazas.


La conquista del Imperio romano del territorio celta, transformó su mayor festividad al igual que el resto de su vida cotidiana, imponiendo las propias, así como su paulatino cambio al catolicismo, el que utilizaría el mismo método para evangelizarlos. Similar transformación a la que se tuvo en en el nuevo continente, mezclando tradiciones y creencias, sustituyendo objetos de culto y festividades alusivas. Así que, esta fiesta no sólo no es tan diferente en su objetivo (la celebración de la muerte) a la tradicional de este país, sino también en su proceso de fusión con la cultura nativa. Así que para contrarrestrar el avasallamiento, quizá sirva más difundir las tradiciones propias siendo parte de su ejercicio práctico y resaltando sus particularidades, que denostar las que nos llegan de otros lados, descalificando su valía. A menos que se tengan poderosos motivos religiosos, es difícil reprimir el gusto infantil y juvenil por una fiesta que se antoja menos solemne y más lúdica.

Imágenes sacadas de aquí.

sábado, 30 de octubre de 2010

La Muñeca y el Juego del Miedo


Todo comenzó por esta cancioncita (pónganle play para que se acompañen en su lectura):


Dresden dolls es un grupo de género musical "Cabaret Punk Brechtiano" (así dicen ellos), cuyos integrantes se conocieron en una fiesta de Halloween, justo hace diez años. El nombre viene del bombardeo a la ciudad de Dresde, uno de los eventos bélicos que más se le cuestionan a los aliados, y que fue muy bien aprovechado por la propaganda nazi para erigirse como víctimas; la muy bella ciudad de Dresde era considerada un ícono cultural y un atractivo turístico importante de Alemania, la destrucción de su centro histórico y la muerte de decenas de miles de civiles se considera un crimen de guerra. También era un centro industrial importante -al parecer el conjunto de esas industrias fue el objetivo militar-, entre las de talleres aeronáuticos, ferroviarios, de laboratorios químicos y otras más de importancia estratégico-militar, estaba la de fabricación de muñecas de fina porcelana, característica de esa ciudad y muy cotizada aún en el mercado actual especializado en ese ramo, sobretodo cuando dejaron de fabricarse después del bombardeo. De ahí el nombre del grupo.

Hechas de materiales diversos, como madera, trapo, papel, celuloide ("de sololoy", como se decía popularmente en México) y recientemente de plástico, las muñecas han cambiado bastante con los años, especialmente a finales del siglo XIX, cuando pudieron fabricarse moldes de porcelana (específicamente de biscuit, un material muy resistente que permitía moldear rasgos de perfección sorprendente,aunque de severidad adusta), el producto final era tan costoso que en realidad pocas veces se destinaba como juguete para una niña, y eran las mujeres adultas las que las coleccionaban tras vitrinas transparentes.


Las muñecas son artículos que hoy identificamos con el juego, y que entre otras funciones sirven para canalizar sentimientos heridos como la ira, la frustración y otras emociones infantiles, pero al inicio de la historia de la humanidad tenían otra connotación: eran objetos mágicos o religiosos. En casi todas las culturas se han encontrado vestigios de ellas, especialmente en tumbas, y aunque con el tiempo, también en todas las culturas se ha transformado en un objeto lúdico, es común que se le siga atribuyendo un carácter mágico... o incluso, demoníaco.


(Espacio pagado para un anuncio subliminal de FanzineAdds: La Sonrisa de la Muñeca, cuento breve de Mamá Bicho en la serie de entradas que conmemoraron estos días en el año pasado, del 27 de Octubre al 2 de Noviembre).


Justamente esas caritas de porcelana, tan humanas y tan serias son las que más han alimentado las fantasías de horror. La voz popular dice que los vínculos de las muñecas con sus dueños permanecen aún cuando estos han crecido, han partido o han muerto, asegurando, no pocas veces, que el espíritu se ha posesionado del juguete; además de que son uno de los objetos que más se relacionan con la brujería, utilizándolos como vehículos de hechizos y maldiciones.

Entre tantas historias de muñecas poseídas, aquí en México destaca la de La isla de las muñecas, en Xochimilco, en donde un hombre solitario colgó decenas de muñecas en las ramas del árbol de su chinampa, para alejar el mal espíritu de una joven ahogada (aunque sus vecinos aseguran que ellas fueron las que lo ahogaron en el mismo lugar que el espíritu se aparecía), actualmente este islote es un atractivo turístico.


Pero la historia de Okiku, en Japón, es una de las más famosas y más desconcertantes. La muñeca de porcelana fue un regalo a una niña con enfermedad terminal, la que ni en sus peores días se separó de ella, cuando la pequeña murió la familia olvidó quemar a la muñeca junto con las demás cosas de la niña, y en recuerdo de ella, decidieron conservar al juguete junto a sus cenizas. Con el paso de los meses notaron que el cabello de la muñeca -que originalmente era corto- iba creciendo. En la Segunda Guerra Mundial la familia emigró y confió su cuidado al templo local (Hokkaido), donde se encuentra en exhibición, mostrando que el pelo de la muñeca sigue creciendo año con año. Por supuesto, una de las hipótesis es que el espíritu de la niña habita dentro de la muñeca y que es su cabello el que crece (curiosamente Okiku es también el nombre de otro fantasma famoso en la tradición oral japonesa).


Pero si antes era involuntario el efecto de miedo al ver los rostros de porcelana, en la actualidad el interés por el horror, lo gótico y lo siniestro ha dado paso a muñecas de aspecto intencionalmente repelente, además de los intentos góticos más comerciales, hay otros que proponen una nueva estética, combinando la ternura y el horror:













miércoles, 27 de octubre de 2010

Cuentos de Hadas con Final de Horror

Extraídos del folclor y de la tradición oral popular, de culturas y de tiempos imprecisos, algunos en realidad no contemplan en su historia a una hada, pero sí elementos mágicos que hacen hablar y razonar a los animales, crean situaciones y escenarios irreales, otorgan propiedades fantásticas a semillas, objetos o líquidos, y una condición heroica a personajes débiles o humildes que los eleva al nivel de los de castas sociales superiores.

Recopilados con objetivos diversos, que iban desde la preservación de esas historias (así como de sus características originales), el mero lucro o la moralización con intención didáctica y formativa, no sólo se siguieron deformando en su transmisión oral o en su dramatización, sino también al ser pasados al papel, tanto para sujetarlos a una intención literaria, como para hacerlos más accesibles a un público que no era al que originalmente iban dirigidos, pues no eran historias para niños, sino historias para la evasión y el consuelo de los adultos de clases más desfavorecidas (tal como las telenovelas en la actualidad, quizá de ahí la negación a dejar de recrear la misma historia con el mismo final). Aunque también es pertinente recordar que los niños en siglos pasados, eran tratados como "adultos pequeños", a los que no se cuidaba de presenciar la violencia de rebeliones, conflictos sociales o ejecuciones públicas, ni se escondía la actividad sexual de los mayores, ni se protegía con leyes y medidas enfocadas a su condición de menores de edad, así que una realidad cruel y violenta también les era familiar y era esa la que se mezclaba con la fantasía de estas historias.

A grandes compiladores como Charles Perrault le debemos la preservación de historias como La Bella durmiente, Caperucita Roja y La Cenicienta, recogidos en el libro de adecuado título "Cuentos de otros tiempos" (también conocido con el título "Cuentos de Mamá Ganso"), y que significó la estabilidad profesional y económica del disperso -aunque muy culto- estudiante de Derecho, que antes de editar ese libro y aprovechar la popularidad de esas historias en la corte de Luis XIV, no había hallado su rumbo; a los hermanos Grimm le debemos el recuerdo de historias de origen alemán (como Hansel y Gretel y La Bella y la Bestia), que primero recopilaron intentando respetar tramas, personajes y estilos, pero que después fueron presionados para reeditarlas con versiones más accesibles, suavizando o eliminando referencias sexuales y componentes violentos. Posteriormente, en la época victoriana se agregaron intenciones de enseñanza, y es el cine y la televisión del siglo XX la que directamente las canaliza hacia un público infantil, con versiones lo suficientemente diluidas y edulcoradas para hacerlas aceptables.

Después de Disney, ni Blanca Nieves ni Cenicienta se conciben sin la feliz y cantarina participación de pajaritos alegres y ratoncitos adorables, y es mucho más difícil asimilar un final que no sea un "felices por siempre". Sin embargo, no siempre se contaron así.

Cenicienta no siempre tuvo un hada madrina (como escribe Perrault), unas veces fue un pájaro blanco que surgió de una rama sembrada en la tumba de su madre, otras, unas palomas blancas, y en la versión china (la más antigua*), los huesos de un pez, que había sido el mejor amigo de la pequeña y maltratada huérfana, y que su madrastra, en el colmo de la maldad, engaña para matarlo, descuartizarlo y servirlo en la cena. En esta versión china, la huérfana es torturada al obligarla a usar zapatos de talla más chica al realizar la inmensidad de sus labores domésticas, y es por eso que sus pies son tan pequeños, tanto que para calzarse su zapato olvidado en el baile, su fea hermanastra tiene que mutilarse los dedos del pie. Los hermanos Grimm también escriben que las hermanastras se cortan los pies, y que son los palomas las que descubren el engaño cantando sobre la sangre que escurre de los zapatos, también en su versión son las palomas las que sacan los ojos de las hermanastras; en la historia china, la madrastra y la hija mueren bajo una lluvia de piedras, pero hay otra versión en la que es la misma Cenicienta la que mata a su primer madrastra para que su padre se case con el ama de llaves que la ayudó.

La Bella Durmiente (recogida en su versión más antigua por Giambattista Basile, en su obra Il Pentamerone), no duerme por una maldición sino por una profecía, el príncipe, de nombre Azul, no llega a rescatarla al final, sino mucho antes, la encuentra dormida, la viola y no se le vuelve a ver, tampoco es un beso lo que despierta a la jovencita sino el llanto de dos gemelos que ha dado a luz... este final es el más terrorífico de todos, cualquier mujer puede asegurárselos: ¿despertar dando a luz a dos gemelos?, créanme, eso sí debe ser una pesadilla; afortunadamente hay una versión "un poco más feliz": el príncipe no desaparece, se convierte en rey y regresa por ella, pero la vuelve a abandonar pues es casado, su verdadera esposa captura a los gemelos y ordena que se los sirvan en una cena al rey, casi al terminar le deja saber que son sus hijos lo que está comiendo, finalmente se sabe que el cocinero sustituyó a los niños por carne de cabra, el rey impide que su celosa esposa mate a la Bella Durmiente, y ésta al final puede ser realmente feliz por siempre junto a su considerado violador (todavía hacen novelas con este tipo de indignante final feliz, increiblemente).

Blanca Nieves cumple en éste, doscientos años de que los hermanos Grimm la inmortalizaron en papel (aunque en el mismo libro de Il Pentamerone hay una cuento sobre Lisa, una niña que al ponerse una peineta en el cabello cae inanimada y es colocada en un féretro de cristal, con el tiempo la niña crece y se vuelve hermosa, provocando la envidia de una familiar que quiere terminar con ella, al arrastrarla de los cabellos cae la peineta, y Lisa recobra el sentido), en versión de los Grimm la bicentenaria Blanca Nieves sólo tenía siete añitos; que fuera una niña no impidió que su madrastra la mandara matar, pero a diferencia de la simpática versión disneyana y de la que más se recuerda de los hermanos Grimm, la primera versión de ellos que recoge la voz popular, es la propia madre la que manda matar a la hija y ordena le sea entregado el corazón como prueba, el cazador encomendado le entrega uno de jabalí, la reina lo sala y lo come. Blanca Nieves, mientras, huye y encuentra la casa de unos enanos, pero no son como los de Disney, felices mineros que bailan con la niña y cantan ¡Hi-Ho!, ella sólo entra a la casa, come la comida que encuentra y cae desmayada, aquí es necesario hacer un paréntesis interesante -y triste-: Blanca Nieves parece tener un antecedente en la vida real. En el siglo XVI, Felipe II de España, obligado a casarse con una mujer once años mayor, recorría el continente buscando mujeres con qué entretenerse, así conoció a Margarethe Von Waldek en Alemania, poseedora de una gran belleza, el favor del rey español provocó la envidia y la intriga sobre ella, y murió envenenada. Los enanos tampoco eran entera ficción, aunque no eran enanos, eran niños explotados en una mina de hierro propiedad de la familia Von Waldek, desnutridos y envejecidos prematuramente por el arduo trabajo, y compañeros de juegos de Margarethe; lo que sí tiene veracidad en la película de Disney es el vestuario, pues así eran los ropajes de esos niños vestidos y tratados como adultos. Al igual que en el cuento de Basile, Blanca Nieves niña fue depositada en un sarcófago de cristal resguardado por los enanos, en el que completó su crecimiento, ahí la descubrió el príncipe que se prendó con ella... pero no fue un beso lo que le inspiró, sino que pidió a los enanos le permitieran tomarla, ellos cargaron el ataúd para entregársela y accidentalmente cayó el cuerpo y también el bocado que le atoraba en la garganta, con lo que volvió a la vida. Aunque ya no estaba en estado comatoso, el parafílico príncipe igualmente se desposó con ella, la malvada reina fue convidada a la boda pero sólo para recibir su castigo necesario: le colocaron unos zapatos de hierro al fuego vivo, con los que bailó hasta morir.

Otra niña adorable es Ricitos de oro, cuya curiosidad es entendible, así como su búsqueda de comfort; sin embargo, los osos originales no fueron nada benevolentes, y aunque las versiones actuales hablan de que la rubiecita huyó por una ventana, las historias antiguas dicen que los osos la devoraron después de violarla y descuartizarla... aunque hay una posibilidad de que se salvara de la violación y de esa muerte, si es que los osos tenían un sentido estético muy alto y si la versión de que no era una niña, sino una horrible anciana sea la verídica, de esa versión es que sale lo de la huida por la ventana, pero entonces no moriría devorada sino con el cuello roto.

Hansel y Gretel sigue siendo un cuento cruel, a pesar de la hermosa fantasía de la casa de dulce -mazapán- y el perdón al arrepentido padre, cuesta aceptar que en un inicio éste último haya decidido abandonarlos en el bosque para que murieran de hambre o devorados por las bestias -lo que pasara primero-. Hay una versión que quita este elemento y dice que los niños se perdieron al recoger leña, y que es un pájaro el que los lleva a la casa hecha de mazapán con techos de chocolate; hay también un cuento más antiguo de una niña que es atraída por una casa de oro y luego se libera de un ogro haciéndolo caer en su propio horno, pero hay otra versión todavía más gore (y más ad-hoc para esa realidad durante la Edad Media, en que la escasez de alimentos y el hambre provocaron que el infanticidio fuera una práctica común): Los niños perdidos, de origen francés, es un cuento de dos hermanos que son secuestrados en un granero, no por una bruja, sino por un demonio y su esposa (aunque ella al principio los trata de esconder de él), los ceban con la intención de que sirvan de alimento, pero como el diablo es muy gordo no puede entrar y pide a la niña que le dé a probar sus dedos, para ver cuánta grasan tienen, ella lo engaña dándole una cola de rata, al descubrir el truco planea atarlos en un caballete aserrado hasta que desangren lentamente hasta la muerte, el diablo sale y ordena a su esposa ate primero al niño, y ella a su vez ordena a la niña que ate a su hermano, aprovechándose de la falta de luces de la mujer, la niña dice no entender como hacerlo y le pide se lo ejemplifique, ella se coloca en el caballete y los niños aprovechan para atarla, le cortan la garganta, les roban su dinero y el carruaje, huyendo del diablo que los persigue pero que finalmente muere ahogado en un río.

También derivando de un episodio de la Edad Media, El flautista de Hamelin (en realidad parecía ser un gaitero, a decir de una inscripción en la ciudad, que cuenta que el 26 de junio de 1284, 130 niños fueron seducidos por dicho músico vestido de colores), como venganza por no recibir el pago por librar al pueblo de una plaga de ratas, atrajo con sus notas musicales a los niños de la ciudad y los llevó al interior de una cueva, de donde no se les volvió a ver más; otra versión dice que los llevó a un río, donde se ahogaron, a excepción de un niño cojo, que no pudo alcanzar el paso de los demás, de un niño sordo, que sólo siguió al resto por curiosidad, y de un niño ciego, que no vio por donde fueron. El hecho trágico está documentado, además de la inscripción ya referida, en la descripción de un vitral en una iglesia que ilustraba la escena, el vitral era del año 1300 y es descrito en varios documentos de los siglos siguientes, antes de ser destruido en el s. XV; en base a esas descripciones, un nuevo vitral fue reconstruido y adorna la iglesia local. Pero ni la inscripción ni las descripciones del vitral son pruebas contundentes de que el hecho realmente haya sucedido, y entre los posibles orígenes de la leyenda se contemplan desde emigraciones voluntarias para fundar nuevas ciudades o para participar en cruzadas religiosas pacíficas (la cruzada de los niños, que ya tratamos aquí), hasta tráfico de personas -venta de niños huérfanos o abandonados- o muertes por deslizamientos de tierra o por peste, pero la hipótesis más sangrienta (aunque de las menos probables), es la de un asesino serial, un psicópata pedófilo que los secuestró y los utilizó de "indecibles maneras", dejando algunos cadáveres descuartizados entre la maleza o colgando de los árboles.

Al igual que varios cuentos de Andersen, La sirenita no tiene un final feliz, pese a que la versión de Disney haya transformado su historia en una de amor concretado, la original está llena de sufrimiento para la enamorada sirena, que cambia su voz para tener pies y aspirar al amor de un príncipe; a pesar de que siente que pisa sobre espadas afiladas, ella ignora el dolor para agasajar a su enamorado bailando todo el tiempo, pero él se casa con otra y ella muere diluida en espuma, tras quebrarse su corazón, prefiriendo su muerte a la del príncipe -la que la devolvería a su estado de sirena-. Andersen es especialista en finales terribles: El soldadito de plomo sólo alcanza el amor al fundirse en el fuego, junto a su amada bailarina de cajita de música, y La niña de las cerillas es feliz, libre del frío, del hambre, del maltrato y de la soledad, sólo hasta que muere congelada en las calles, justo en el día de Navidad.

Rapunzel no tiene una versión Disney todavía, pero sí una de Barbie, en donde su largo cabello la ayuda a reunirse con su príncipe en la torre del castillo, pero ni la identificación de Barbie como símbolo sexual hace que la versión se acerque a la original, basada (otra vez) en un cuento de Il Pentamerone: Petrosinella, en donde los encuentros amorosos son narrados sin gran censura. Rapunzel ha recibido varios recortes en su historia, aunque todavía es usual que se sepa de los mellizos que reconoce con el tacto el castigado príncipe (pues la ogresa que la retenía en la torre, lo arroja hacia las espinas que rodean la edificación, cegándolo). Un final dulcificado hace que los besos de Rapunzel devuelvan la vista a su amado y otro deja a la ogresa apresada en la torre, tras dejar caer accidentalmente la trenza que cortó a la chica.

Pero si hay un cuento que se ha visto privado de todas sus referencias sexuales, es Caperucita Roja (aunque los chistes populares se encargan de devolvérselo en toda oportunidad). Antes de Perrault, Caperucita hablaba francés y no usaba caperuza (por lo tanto tampoco tenía ese nombre), Perrault no la salva ni con un leñador ni con un cazador, para él es necesario el castigo de morir devorada para alertar de no hablar con extraños y no desobedecer a las madres; son los hermanos Grimm los que le dan una oportunidad más para ser obediente y prudente, pero las antiguas historias también eran más benévolas con la jovencita, además de tener intenciones más específicas, pues la historia trata de la maduración sexual femenina. El cuento de la abuela deriva de relatos de Asia, pero es en la Edad Media que en Francia toma sus rasgos más definitivos, la primera diferencia con sus versiones más infantiles es que el villano no es un lobo común, sino un bzou, un hombre-lobo. Él le da a elegir no entre un camino largo y uno corto, sino entre uno de agujas y uno de alfileres, varias interpretaciones hablan del simbolismo sobre la maduración de la jovencita a través de actividades exclusivas para mujeres como el hilado y tejido, ritos de virginidad al ser instruidas en su pubertad para su rol de esposa y mujer de sociedad, e incluso, sobre la profesión de la prostitución (hubo regiones en que las prostitutas se identificaban con una aguja en sus mangas). El episodio en la casa de la abuela era todavía más intenso: después de comer, el bzou guarda carne y sangre de la anciana y, bajo engaños, orilla a la nieta a guisar la carne y hacerla comer (hay versiones que hablan de una sopa de dientes), al igual que hacerla beber de la sangre vaciada en una botella de vino. Tras esto, le pide a la chica que se vaya despojando lentamente de cada prenda y que la arroje al fuego, y que se meta a la cama con él; ahí se da el diálogo clásico entre la supuesta abuela y la nieta, sobre los enormes brazos y dientes. Inteligentemente la chica engaña al bzou y logra salir de la cama y huir, posteriormente, unas lavanderas en el río la ayudan a cruzarlo extendiendo sus sábanas blancas, las mismas que retirarán al paso del hombre-lobo, para que muera ahogado.

Varias interpretaciones se desprenden del cuento antiguo, unas dicen que la abuela era una bruja, por eso vivía apartada en el bosque, que la nieta comiera de ella es una iniciación al conocimiento marginal, negado a las mujeres más sencillas. Otras dicen que al elegir el camino de agujas, la nieta trata de crecer más rápido, de ahí el castigo y la advertencia. Otra interpretación da otro sentido a la ingesta de los restos de la abuela, pues habla del reemplazo de una generación por otra más joven. Que el lobo sea mitad hombre, da otra connotación al apetito del bzou, así, no sólo se habla del engaño masculino para la seducción sexual, sino de la decisión de la mujer en su iniciación: es ella la que elige entre dos caminos (y al elegir el de las agujas demuestra su precocidad), la sumisión al desvestirse y al meterse a la cama también indican una elección, y el escapar a tiempo ilustran su madurez para cuidar de sí misma (y de preservar su virginidad de las tentaciones). La solidaridad femenina también es evidente, pero una lectura más profunda e interesante analiza así el rol protagonista de la mujer al dar vida y muerte, simbolizado por lavanderas que manejan pañales y mortajas, y que dan vida a la niña al tiempo que dan muerte al lobo.

Así que en estos días de Halloween y conmemoración de la muerte, si buscas terror (y si los niños te retan a que los asustes), no dudes: vuelve a los clásicos.

*Hay un relato de la antigüedad clasica, en el primer siglo de nuestra era, en que se cuenta de Rhodopis ("La de mejillas sonrosadas"), que al bañarse es arrebatada de una de sus sandalias por un águila, la que luego deja caer encima del regazo de un rey, que envía a buscar por su dueña en todo el país y al encontrarla la hace su esposa.

lunes, 25 de octubre de 2010

Fumando Espero...


Fumo. Soy una mujer que se vuelve humo, que se escapa de sí misma en cada voluta que exhala con placer. Y ese espíritu en fuga que se consume junto al cigarro, es la parte más libre de mí... aun cuando sea el resultado de una adicción.

Bueno, la verdad no fumo tanto, son una fumadora social que sólo con una rica plática, o una de esas conversaciones compulsivamente necesarias, se acompaña de un cigarro gorreado -yo ya nunca compro-... o de dos... o de seis (que es mi límite antes de empezar a ver a mi interlocutor con un simpático color verdoso... no sé si por la alteración de mis sentidos o por la indignación ante mi abuso). Hace unos días fumé sustituto de tabaco con sabor plátano en una pipa de agua, y la verdad me mareó más que cuando veo a mi amiga Ceguera Marchando que sólo fuma Delicados, pero la plática lo ameritaba, curiosamente, mis tertulios -no fumadores de cigarro- comenzaron a hablar de sus experiencias con la marihuana, de la cual admito ser una completa ignara.


Puedo pasar meses sin fumar, de hecho, he pasado años sin sentir el aguijoncito del antojo; cuando me inicié oficialmente en esto de la fumadera ya no era una jovencita influenciable... no es que no fuera influenciable, lo que ya no era, era una jovencita -je-, comencé a fumar a los veinticuatro años, cuando era ejecutiva en una empresa muy nice, en la que todo el personal era femenino -con excepción del esposo de la conserje-, y todas las señoronas que trabajaban ahí eran muy elegantes, algunas fumaban con pitillera y todas lo hacían con cigarrillos importados, ahí fue cuando me llamó la atención a qué sabrían esos cigarritos largos y delgaditos, así que un día ya no dije "no, gracias" y le di el golpe a un Yves Saint Laurent mentolado, que me pareció delicioso. Ahí empezó mi carrera contra el pulmón.

Smoking y cigarrillo de Yves Saint Laurent (todos los símbolos de la masculinización de la mujer juntos... o más bien, de la feminización del look masculino, como bien apunta Le Cid en su comentario)

Un trabajo posterior, muy mal pagado -más bien, de paga inexistente-, me hizo caer muy bajo: a los Benson & Hedges mentolados (ya no me podía comprar mis paquetes YSL con diez cajas afuera de la estación del Metro Chilpancingo) le siguieron los Marlboro verdes, los Salem, los Camel ligths, los Kent blancos, los Broadway y los Boots de 14 cigarrillos -la caja más económica-, en las épocas más tristes cooperábamos para comprar una cajetilla de Tigres y la compartíamos entre todos los viciosos de la empresa; pero durante una horrible crisis emocional, y justo en la época de jodidez más severa, junté las moneditas tiradas abajo de mi cama y perdidas en los bolsillos de los jeans sin lavar, y salí por dos cigarros de 50 centavos (c/u). Ahí me dije "ya estuvo suave", si no me podía pagar un vicio a mi gusto no merecía ser viciosa. Y pasaron once años sin que me pusiera una cosa de esas en la boca. Ahora me acompaño de ella cuando los contertulios comparten ese gusto aprendido de hablar a bocanadas o sobrellevan bien el olor del tabaco, de otra forma no obligo a nadie a soportarlo, respeto los espacios cerrados y la cercanía de niños o ancianos; pero nada se me hace más apetecible que la combinación de un café con buen cuerpo, una conversación enriquecedora y un cigarro entre los dedos.

Por supuesto, fumo menos desde que en el Distrito Federal se aprobó una ley que prohibe fumar en espacios interiores públicos, pues la prohibición incluye bares, restaurantes y centros de entretenimiento (haciendo extensiva la medida que en la práctica ya imperaba en espacios laborales, de estudio, de transporte o de congregación masiva como hospitales, iglesias, auditorios, etc.), que es donde más fumaba, pues a mí la convivencia me incita a platicar, reir, bailar, cantar o viborear con una buena exhalación de humo entre frase y frase. Y como el que con lobos anda a aullar se enseña, normalmente con quienes me reúno suelen ser -o terminar siendo- fumadores. Aunque eso no significa que vaya aumentando la población fumadora, sino más bien nos reunimos solidarios los exiliados de la vida social, paradójicamente, lo que inicia como un hábito para ser aceptado terminó por marginarnos en los balcones, en las banquetas o en las zotehuelas donde ni el calor ni la música llegan.

En realidad el cigarro lo probé desde antes aunque nunca me atrapó, pues cuando andaba comenzando mis veintes tenía una mejor amiga que fumaba abundantemente y yo fumaba con ella cuando íbamos a las discos -todavía no eran antros... ajá, hablo del Precámbrico-, ella, quien es una de las mujeres más autónomas e independientes que he conocido, tenía el curioso prejuicio de que las mujeres que fumaban en la calle se veían mal, "muy prostis", decía. No era la única, de hecho me encuentro con una entrada en el estupendo y recientemente galardoneado blog Historias de la Historia, de cuando en España se emitía la tarjeta de fumadores (en los años 40´s del siglo pasado) y en los requisitos se enlistaba, entre la declaración jurada de que se era fumador y un certificado de buena conducta emitido por un párroco, que se fuera hombre, pues estaba mal visto que las mujeres fumaran ("eso es cosa de putas", dice el texto, recogiendo una voz popular).


En parte esa mala imagen quedó grabada en la mente, gracias a pérfidas hijas de Lilith que en la pantalla grande eran la perdición de los pobrecitos hombres, desde Marlene Dietrich en el Ángel Azul a Sharon Stone en Bajos Instintos (pasando por la muy nuestras Andrea Palma o Katy Jurado), las mujeres malas no sólo se untan la ropa al cuerpo sino también se envuelven en una respiración viciosa.


Y quizá es por esa imagen difundida que las mujeres se inician en la fumadera, a manera de rebeldía contra los timoratos cánones con que somos educadas en esta sociedad, pues otra idea que se contrapone a ese juicio moral, es que el fumar acompañó a la mujer en su liberación, siendo un cigarrillo entre los dedos un símbolo de emancipación similar a los pantalones o al cabello corto. Tan es así que la marca Virgina Slim ha usado esa idea para su identificación comercial; el eslogan "Haz recorrido un largo camino, nena" ha acompañado su publicidad desde hace décadas, la primera vez que yo vi un anuncio de su marca (a finales de los 80´s) una ilustración tipo vintage mostraba a una mujer vestida a la usanza de 1900, sentada en la esquina de una mesa esperando a que el cigarrillo en su boca fuera encendido, la telaraña entre el cigarro y la mesa daba una idea de cuanto tiempo se prolongaba su espera. Esta publicidad seudofeminista se afinaría en una serie de comparaciones entre ilustraciones que parecían de principios del siglo XX, con la realidad de la mujer al final de la octava década y principios de la novena, relacionando sus cigarros con el empoderamiento y emancipación femeninas, aunque contribuyendo a los estándares estéticos de la época, identificando también la apariencia del largo y esbelto cigarrillo con mujeres delgadas, resaltando su idea de glamour. Una nueva moda, a mediados de los noventas, renovaría el concepto de cigar chic, y haría a las mujeres cosmopolitas cambiar los esbeltos cigarrillos por gruesos puros (de haberla visto, La Doña seguro diría que fue por imitarla, pero no sólo ella, también Sara Montiel los fumaba en público, y hasta la abuelita de México, Sara García, lo hizo en la pantalla grande).


Esa posición de que era inadmisible que una mujer fumara viene de la época victoriana, pues hasta el s. XIX las mujeres podían fumar cuanto quisieran, de hecho, tanto en épocas precolombinas (las mujeres mayas extendieron la costumbre de fumar a toda América, las mujeres aztecas eran famosas fumadoras, y las mujeres de Perú fueron las primeras que los españoles documentaron ver fumar) como en la colonia, las mujeres y el cigarro tenían tan buena relación como los hombres. Es de esa época, en el siglo XVI, que se liga al cigarro con la opulencia, pues el tabaco fue uno de los descubrimientos del nuevo continente que más aceptación tuvieron, teniendo España y Portugal el monopolio del mercado. Es el embajador de Francia en Portugal, Jean Nicot -de quien se toma su nombre para el producto, y luego para su ingrediente activo-, quien lo introduce en Francia, en donde se le atribuyen propiedades medicinales, siendo la primera gran entusiasta la reina Catalina de Medici, que se ayudaba del cigarro para combatir sus jaquecas.

En 1600, la reina de Inglaterra, Isabel I, fue convencida para fumar una pipa, nada menos que por Sir Walter Raleigh, quien llevó la planta a Inglaterra; de este hecho se desprenden dos curiosas anécdotas: la primera es que Sir Raleigh le apostó a la reina que podía pesar el humo, para lo cual primero pesó el cigarro, luego lo fumó y hecho cuidadosamente sobre la balanza la ceniza, y de la diferencia "extrajo" la cifra del peso del humo; y la segunda es que, la primera vez que fumó en su casa, un sirviente al verlo echar humo por la boca, le arrojó un cubo de agua al pensar que estaba ardiendo por dentro. La reina se entusiasmó tanto por su nueva afición, que la impuso a la Condesa de Nottingham y a toda su corte, con lo que su consumo se extendió y la demanda fue en aumento.

En Norteamérica estaban las plantaciones que soportaban el nuevo vicio de moda en Inglaterra, y fue en Connecticut que también una mujer, esposa de una granjero, contribuyó a la industria del cigarro, pues decidió que en lugar de enviar el tabaco a la India para hacer los cigarrillos, lo harían ella y otras mujeres de la comunidad, lo que catapultó la industria local.

Imágenes que acompañaban las primeras campañas de Virginia Slim, con mensajes alusivos a la época en que la mujer tenía que manipular para obtener lo que deseaba.

Después de la restricción victoriana hacia el consumo femenino del tabaco, en los alegres 20´s se volvió a "ver bien" que las mujeres modernas de melenas cortas, vestidos sueltos y recortados hasta las pantorrillas, pusieran entres sus labios color carmín elegantes pitilleras.


Pero antes de una década nuevamente la mujer encontró otra limitación a su gusto, esta vez ya de la mano de un argumento médico y en pos de la supremacía aria: el movimiento nazi antitabaco.

Fumador empedernido en su juventud, Hitler llegó a la conclusión de que 25 o 40 cigarrillos diarios era un derroche de dinero, además de que era un vicio decadente que no cazaba con la superioridad de la raza alemana, estudios muy serios (los primeros en ese asunto) concluyeron que el consumo de tabaco estaba ligado al cáncer de pulmón y, especialmente, a la salud, la fertilidad y al físico atractivo de las madres de futuros ejemplares de la raza aria, esa fue la razón por la que se puso especial énfasis en una política higienista racial contra el consumo femenino del tabaco. Es destacable que fuera este enfoque contra el consumo del tabaco por parte de las mujeres, el que tuvo una contraparte importante de las campañas publicitarias, que hicieron varios esfuerzos para contrarrestrarla y desestimarla; los mismos íconos femeninos de esa época contribuyeron involuntariamente con apariciones medíaticas en las que se les veía fumando, desde Magda Goebbels -esposa del ministro de propaganda- a la cantante Lale Anderson, la más célebre intérprete de Lili Marlene, protagonista de la emblemática canción de la primera guerra mundial.


Así, la mujer en la historia ha tenido una relación ambivalente, pero protagonista siempre, con respecto al cigarro.

¿Y por qué este monólogo sobre mi asqueroso vicio? Pues que al ser la escoria más repulsiva de esta sociedad, nosotros los tragahumos seremos sacrificados sin que ninguna alma buena se conduela de nuestro sufrimiento, la nueva iniciativa presentada ante el Congreso Legislativo propone un aumento de siete pesos a cada cajetilla, lo que esperan evite 60 mil muertes tempranas y una disminución en el presupuesto destinado a programas de salud que contrarrestan el daño por el abuso en el consumo, además de un beneficio fiscal. Una persona que abandone el hábito de consumir una cajetilla diaria, ahorraría 13 mil 500 pesos al año y ganaría años de vida con mejor calidad en la misma. Dos buenas razones para empezar a dejarlo. Yo ya me los ahorro, por cierto -je-, y supongo que cada vez menos, dará gusto convidarme un cigarrito.

Plus (nostálgico): enlace a un pasado de gloria, bellos tiempos en que hasta Santa Claus fumaba.

domingo, 24 de octubre de 2010

Paseo Dominical Chic (en Bicicleta)


Sí, sal a pasear, actívate, convive sanamente... pero sobretodo: lúcete. Que la nueva moda es salir con faldas y a lo loco (y eso incluye zapatillas y pashmina) a pedalear sin perder el estilo. Esta moda viene de Copenhague y no es tan nueva, pero en ciudades como Nueva York está en su momento más hot. Bicicletas personalizadas con guardabarros, canastas, cadenas, accesorios para cargar niños y mascotas, y un estilo muy vintage, emulando la elegancia del siglo XIX y la costumbre de los 30's (o los 50´s, en Norteamérica).

Antiguo poster hindú.

En México ya se toma por asalto bicicletero Paseo de la Reforma en los domingos, más el look imperante es deportivo, pero este próximo sábado 29 se podrá hacerlo por la noche y disfrazado, en franca docilidad hacia la festividad del Halloween, mucho más comercial que el tradicional Día de Muertos, del 2 de noviembre, cuya cercanía provoca la mimetización con la fiesta de origen celta y de conducto yanqui.

Un alebrije pedalón

Si no te quieres disfrazar de zombi, hazlo de fashion victim, aquí unas ideas:

Al estilo neoyorkino.


Al londinense.


Al vietnamí


Al chileno.


Al japonés.


Al barcelonés.


O al original de Copenhage.

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