jueves, 28 de mayo de 2009

La Urbe y su Música Ligera

No elegí escuchar música hoy, la elección fue de otros que eligieron por mí. Lo primero que oí fue un corrido norteño, proveniente de la habitación de mi mamá, que duerme con la radio encendida y a un volúmen alto, sintonizado en una estación popular -no sé cuál-. Y lo siguiente que me ataca auditívamente es High & Dry, de Radiohead, en su versión original, en la versión jazzeada de Jamie Cullum, en la acústica de John Drexler, y en la versión de son cubano de Lele de los Van Van, variaciones felizmente encontradas en un post del blog de blogs. Salgo a la calle y ahí escucho algo de la Sonora Santanera, gracias a un vendedor de mp3, reconozco Es la Boa y Bómboro Quiñá Quiñá; mi compañero de asiento, un tipo de greñas largas, alborotadas y canosas, las acompaña tarareándolas y palmoteando sus muslos, emocionado. Me parece que está a punto de pararse a bailar y me da envidia su total indiferencia por la opinión de los demás. En el restaurante en donde desayuno unos empalagositos blintzes, con una no menos dulce compañía, suena un jazz tranquilo y acariciador. No reconozco ninguna pieza -obvio, siendo una villamelón del género-, pero lo disfruto lo suficiente. Un cigarro da fin a un desayuno orgásmico con la Diana Cazadora enfrente, mientras de un radio portátil sale la voz de Roberto Carlos cantando su aventura a bordo de un cacharrito que suplió a su cadillac. En el microbús que recorre Paseo de la Reforma vuelvo a escuchar después de muchos años al anodino de Julio Iglesias, cantándole a una niña-mujer; se interrumpe para dar paso al bolero Morenita Mía de Armando Villarreal en voz de una persona que nos pide ayuda para sobrevivir, sus ojos no sonríen, su ceguera me convence. Luego la radio salta intrascendentemente de Paulina Rubio a Alejandro Fernández. Ya en las calles aledañas a la Catedral lo que más se oye en los puestos callejeros es la canción Mundo de Caramelo, de la telenovela de moda Atrévete a Soñar; las niñas repiten la canción en voz alta, extasiadas. En el metro la oferta se diversifica, entre una estación y otra, escucho lo mejor de la cumbia, del rocanrol, de la música banda, e incluso de la música clásica (en una antología tan arbitraria que incluso Richard Clayderman y Vangelis entraron en ella). Rumbo a mi casa, el reggaetón me acompaña estridentemente, letras sexistas y repetitivas me taladran la cabeza, pero el ruido no me molesta, no soy de los que odian ese ritmo aunque reconozco que no es calidad lo que lo caracteriza. Incluso disfruto una de esas canciones en que la voz invitada es la de Gilberto Santa Rosa, estupendo salsero portoriqueño. Llego a mi casa, me quito los zapatos con la intención de calzarme unas sandalias más cómodas, y el sopor que el paseo bajo un sol insensible y la falta de sueño nocturno me provocaron, me invita a recostarme y cerrar los ojos; por la ventana se cuelan unas cumbias antiguas. Mala mujer que no tiene corazón... mátala, mátala, mátala, mátala... creo soñar. Bajo cuando un grito me avisa que todos están a la mesa. Poco después empieza la telenovela cuyo tema oí horas antes, mis sobrinos de uno y dos años bailan y aplauden como cada tarde, entre las sonrisas de mis hermanas, sus madres respectivas. Me exigen que me una a ellos y no puedo negarme aunque a estas alturas la canción ya me parece tortuosa. Esta vez el castigo se extiende pues una de ellas compró el disco para animar la próxima fiesta del primer cumpleaños de su bebé, y la consiguiente prueba de cómo suena, hace que durante la hora siguiente escuche la canción grabada en estudio, en vivo y la versión del video oficial. El disco es toda una ganga, por el mismo precio trae además otras "joyas" musicales infantiles: Barney, Tatiana, Odisea Burbujas y Dora la Explotadora, cuyo espectáculo "en vivo" hace unas semanas nos costó una pequeña fortunita (claro, la alegría de nuestra demonio de Tazmania particular: priceless). Mientras hacemos manualidades para obsequiar a los invitados, desde la habitación de un sobrino adolescente salen las notas de System of a Down, Metallica y Slipknot. La televisión domina desde el ocaso y es hasta cerca de la media noche que Vivaldi me da la bienvenida al blog Luces y Sombras, de nuestra amiga marichuy, en donde también escucho su agradable selección de canciones de Sade, Jean Jacques Burnel, Michael Buble, Dire Straits y Tontxu. Termino mi día con la seguridad de que cuando apague la computadora y las luces, el silencio no será total porque de la habitación de mi mamibicha saldrán las notas de algún corrido norteño (ya hace unos minutos alcancé a oir las del Himno Nacional).

4 ideas en tránsito:

JP dijo...

-- malbina, no sabia que ademas de escribir Sade componia musica, ha de estar re azotada, joy joy. Que buena reflexion sobre la musica que nos rodea y nos marea, nos anega y nos bombardea. Fue desde el disco ok computer que radiohead se volvio una obsesion para mi, y la version de van van tocando high and dry es una de mis favoritas, creo que la escucho como cinco veces al dia, jeje, ya quisiera.

El Signo de La Espada dijo...

Vaya al menos tuviste variedad yo tengo por castigo divino escuchar el sonidito por doquier. Tengo un vecino (aun no sé cual de todos) que se la avienta de cinco a seis veces SEGUIDAS!!

O tener que aventarse la de "ese botecito ese botecito (ad infinitum)" carajo!! y además....

vaya a ti te fue bien, jejeje

malbicho dijo...

@jota pe
ja, ja, ja... qué ingenuo tu chistecito (pero efectivo, ja, ja), es genial esa versión de high & dry

@signo
hoy es jueves, frente a mi casa se pone un tianguis, y desde tiempos inmemoriales los vecinos -que aprovechan para vender cosas de segunda mano y de pésimo gusto- escuchan las mismas canciones al volúmen máximo, una de ellas es la del "no te metas con mi cúcu", créeme que te entiendo -je-

El Signo de La Espada dijo...

Me quiero morir cagando!!

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Ideas en tránsito

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