martes, 4 de mayo de 2010

Manuel Tolsá y los Trotes de El Caballito

El escultor y arquitecto valenciano afincado en México, Manuel Tolsá, quien tiene mucho que ver no sólo con el aspecto del primer cuadro de la Ciudad de México sino también con el sistema de agua potable de la entonces floreciente capital de la Nueva España, fue festejado a lo grande justo hace tres años por su 250 aniversario de nacimiento.

Entre sus obras está la conclusión de la fachada de la Catedral de México, las obras de desagüe de la capital, la introducción de aguas potables y los famosos Baños del Peñón, pero sus obras magnas son el edificio ecléctico del Palacio de Minería (actualmente bajo el resguardo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, y sede de la prestigiosa Feria del Libro de Minería), y la querida estatua ecuestre de Carlos IV, conocida popularmente como El Caballito.




El Caballito es un homenaje que supera el mérito del monarca español, de quien no había ninguna razón para ligar con el pueblo mexicano y menos aún para que se le exhibiera en un lugar tan predominante como lo era la Plaza Mayor (hoy Plaza de la Constitución o "Zócalo"), sin embargo, su mérito artístico constituyó desde un inicio motivo de orgullo y admiración para la población y de reconocimiento para el gran artista. Después del triunfo de la lucha por la Independencia, al arribo del Ejército Trigarante se protegió con un templete semicircular; posteriormente, ya establecido el primer gobierno democrático, Lucas Alamán la salvó de ser fundida por órdenes de Guadalupe Victoria, primer presidente de la nueva nación independiente, quien consideró un insulto el símbolo de vasallaje de la estatua de Tolsá (un carcaj azteca bajo los cascos del caballo). Como prueba de esto, una placa en la base de la estatua dice: "México la conserva como un monumento al arte".



Pero su retiro de la Plaza Mayor fue inminente, y fue resguardado por los arcos de la desaparecida Pontificia y Nacional Universidad de México, de la cual se rescató este valioso daguerrotipo.



Una estampa de Pietro Gualdi nos da una idea de cómo lucía la estatua en el interior del edificio.




Treinta años después, Don Miguel Lerdo de Tejada, alcalde de la ciudad, lo mandó colocar en el inicio de Paseo de Bucareli, junto a la también desaparecida Plaza de Toros del Paseo Nuevo.



Durante la imposición del efímero imperio de Maximiliano de Habsburgo, éste ordenó la construcción del Paseo de la Emperatriz, en honor a su querida Carlota, pero fue hasta el gobierno de Porfirio Díaz que se concluyó la señorial vía, que recibió el nombre de Paseo de la Reforma. El Caballito seguía ahí, curiosamente acompañado de dos reyes aztecas: los Indios Verdes.




Así como alguna vez se discutió la imposibilidad de que el símbolo de la monarquía conviviera con los nuevos aires independentistas, así también se discutió, casi cien años después, que el estilo afrancesado del nuevo paseo conviviera con símbolos de la antigüedad prehispánica, y las estatuas de Auizotl y Izcoatl fueron removidas. Así lucía entonces El Caballito reinando en esa esquina cuando el país vivía la transición hacia un gobierno democrático y revolucionario (en 1910 y 1920)




La modernidad lo rodeó y él seguía impasible ante los cambios (1950 y 1970). Finalmente el que tuvo que cambiar de lugar fue él, cediéndolo a una representación abstracta de sí mismo (1979).





Pero desde entonces cabalga triunfante en una plaza propia: la Plaza Tolsá, en la que mira de frente a la obra emblemática de su creador, el Palacio de Minería, y custodia la entrada del Museo Nacional del Arte.


Toda la historia de la aventura ecuestre con más detalles, fechas, testimonios y deliciosas imágenes.

6 ideas en tránsito:

Luna Onírica dijo...

Cuantas historias no sabría esa estatua si pudiera hablar, me alegra que la hayan conservado por tanto tiempo a pesar de las diferencias políticas, su valor artístico e histórico es mayor.

malbicho dijo...

@Luna
imagínate si hablara!, sería toda la historia de nuestro país la que pudiera contar: de cuando el zócalo sin plantones, de cuando paseo de la reforma sin marchas... te imaginas al defe así???

(yo no -je-)

Un chico de Lima dijo...

qué interesante...

marichuy dijo...

Bichi

Por razones del corazón (y no sólo en razón de ser la UNAM mi Alma Máter), el Palacio de Minería es mi obra favorita de Tolsá. Qué lugar más extraordinario. Alguna vez cursé un Diplomado en sus instalaciones y la clausura y entrega de Diplomas fue en su Capilla, Wow! Qué lugar, qué vibra.

Saluditos

Nash dijo...

Me se esa historia del "Caballito" por mi abuela, quién solía contármela cada que pasábamos frente de él.. claro que tmb me decía que le parecía horrible el otro "caballito" que pusieron en Reforma, entre otras cosas.

La verdad, yo siempre he estado a favor de la placa que le pusieron a la estatua, conservarla por homenaje al arte me parece bien, y mejor que esté en una plaza ad-hoc y no en lugares representativos de México.

Saludos!!

malbicho dijo...

@Javier
sí, verdad?

@marichuy
no conozco la capilla, tú crees?, he estado en la feria del libro algunas veces pero me limito al circuito en el que están los standa, la próxima vez me asomaré más allá

(acabo de recibir una ppp de bibliotecas del todo el mundo, edificios fantásticos, a ver si puedo poner algunos por aquí o por el microfanzine)

@Cuetzpallin
a casi nadie gusta la obra de sebastián, aunque la verdad para mí ya forma parte del paisaje urbano y si un día la quitan la voy a echar de menos, no soy fan de ese escultor pero una amiga me confesó su admiración por él y sus razones para hacerlo y ahora ya veo su obra diferente, el arte abstracto a veces necesita de cierta sensibilización para entender sus valores, pero además el cambio fue mucho, de tolsá a sebastián fue un enorme giro!

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