martes, 29 de marzo de 2011

Acá en Acapulco


La Quebrada.

Acapulco es el puerto más famoso de México, y uno de los más famosos del mundo, probablemente el destino turístico con más tradición del país. Su notoriedad mundial data desde los años treinta, cuando se dice que el futuro rey Eduardo VIII de Inglaterra fue ahí en una expedición de pesca, poco antes se había construido el camino que lo comunicaba con la boyante y joven Ciudad de México.

Sus playas de fino oleaje y clima perfecto invitaron al futuro presidente Kennedy y a Brigitte Bardot a disfrutar sus respectivas lunas de miel en esta bahía. La reciente (y tristemente) desaparecida Elizabeth Taylor llevó a cabo una de sus bodas ahí; Frank Sinatra, Judy Garland, Harry Belafonte, Elvis Presley (que le dedicó una película, aunque luego dijera la tizianoferrez de que prefería besar a una negra que a una mexicana), las fiestas de Aristóteles Onassis, de los barones de Rotschild y de Portanova contribuyeron a poner de moda al puerto.

Pero sería una canción de amor la que lo haría perdurar en la memoria colectiva como el sitio romántico por excelencia: María Bonita, de Agustín Lara, dedicada a su bellísima esposa María Félix, la mítica actriz ("Acuérdate de Acapulco", le demandaba el poeta cantor).

Hace cincuenta años la misma María Félix filmaba en el tradicional hotel El Mirador, que tiene una privilegiada vista al conjunto de arrecifes bautizado como La Quebrada, donde se lleva a cabo desde 1934 el espectáculo de clavados hacia a el acantilado formado artificialmente (en esa fecha se dinamitó el cerro, quedando un paso entre los arrecifes).


El acantilado tiene una altura de 45 metros, los clavadistas son jóvenes locales expertos en calcular el momento en que la marea y el viento se combinan para que el oleaje alcance su punto más alto, de otra forma tendrían una muerte segura al no haber la suficiente profundidad en el agua para evitar su choque contra las piedras del fondo.


Los clavadistas llegan al nicho ante el que se persignan antes de saltar, escalando entre las hendiduras naturales de la roca del acantilado después de que una embarcación los llevó hasta él, y realizan clavados de diferentes grados de complejidad y vistosidad, acompañándose en algunos con antorchas encendidas en su veloz caída (les toma sólo tres segundo encontrarse con el mar). Este espectáculo es uno de los más representativos de Acapulco.


El hotel El Mirador es el que tiene más tradición entre los hoteles del puerto (justo en la zona conocida como Acapulco Tradicional), aunque ya está lejano al esplendor que tuvo entre las décadas cincuenta y setenta, que artistas como Cantinflas y Mauricio Garcés lo preferían para alojarse en la bahía.

Esta es la vista a La Quebrada y al mirador desde el lobby del hotel

Entre sus atractivos, además de la vista privilegiada hacia el espectáculo en La Quebrada, está la de la vista tanto hacia el océano Pacífico como a la Bahía de Acapulco; sus habitaciones tipo villa, que te hacen sentir dueño de tu propia vivienda en un laberinto de escaleras y jardineras (como si formara parte un cuadro de Escher tropical, dada la construcción que se adapta a la orografía del cerro), y una maravillosa alberca natural de agua salada (proveniente del mar que se cuela entre un dique de rocas), en la que se puede nadar entre peces exóticos de indescriptibles colores, a salvo del tempestivo oleaje aledaño por paredes de roca del mismo acantilado.

Este es el hotel en el que me hospedé, y la última mañana decidimos sacrificar la visita a la playa para podernos quedar a disfrutar de esa fosita, mientras los niños más pequeños gozaban el chapoteadero con agua tibia de una de sus tres albercas:


La sensación de sentarte entre rocas forradas de musgo, mientras la brisa de las olas que chocan contra la pared de roca te salpica en la espalda, viendo como peces globo salen de entre tus piernas hundidas en la arena, y centenares de cangrejos huyen por las paredes de roca, es indescriptible. Otro momento inenarrable fue la puesta de sol y el amanecer que observamos desde sus balcones (teníamos el privilegio de tener dos, uno hacia el Pacífico y otro con vista a la Bahía), viendo los diferentes matices del cielo y el mar en su baile con el sol. Durante la noche, el choque de las olas contra las rocas del acantilado era nuestro arrullo.

La Laguna

Acapulco, pese a lo que muchos creen, es mucho más que hermosas playas y noches de antro. Uno de mis recuerdos más felices de la pubertad fue una jornada entera en las aguas de la Laguna de Coyuca. Éramos los únicos ahí, y estando muy cercana a la niñez, tenía todavía la capacidad de fusionar la realidad con la fantasía, sintiéndome parte de las aventuras de La familia Robinson o del libro de Verne, Dos años de vacaciones. La guardé en la memoria como un lugar paradisíaco de un encanto exótico, esta vez pude reencontrarme con ella y me volví a maravillar, pues pude recorrerla toda a bordo de una embarcación sencilla, en los recorridos turísticos que hacen en los embarcaderos frente a la playa Pie de la Cuesta (la más recomendada para observar una puesta de sol).

La inmensidad de la laguna es deslumbrante -dicen que es más grande que la misma bahía-, y recorrerla toda llegó incluso a resultar muy cansado, pero aún así es un recorrido que volvería a hacer, con tal de volver a ver la exhuberancia de la vegetación de sus manglares, con árboles que parecen reproducir su proceso natural a la inversa: no es un árbol que se ramifica, son varios árboles que al crecer se unen en un sólo tronco. Esta vegetación ha hecho que la laguna sea escenario natural de películas que reproducen las selvas amazónicas, tailandesas o vietnamitas, como en la saga de las horribles películas de Rambo. Si se es actor de la época más triste del cine mexicano, y se llama uno Andrés García, puede tener una bella casa escondida entre los manglares, y es éste actor de mediano alcance -que además de rentar su propiedad como locación natural, incursiona en el papel de productor y director-, el que, haciendo películas de bajo presupuesto, muestra más de estos manglares y lo bello pero lo difícil que es andar entre ellos; aunque son escenarios perfectos para deportes como el esquí acuático, siendo una de las pocas actividades más lucrativas que pueden realizar sus habitantes (nuestro solecito Luis Miguel filmó aquí escenas de su videíto Cuando calienta el sol, aunque supongo que si lo han visto seguro sólo han notado las tangas de sus amiguitas).


En la Isla Pelona (o de los Pájaros) vi un árbol inmenso, coronado en cada rama por un cormorán, ave que emigra desde Canadá junto a varias especies más. También había elegantes garzas sosteniéndose erguidas sobre ramas trozadas, viéndonos pasar con la condescendencia de quien se sabe admirada.


Lamenté ver constantemente botellas de plástico flotando en la superficie de las verdes aguas, pero lo que creí un grosero y criminal descuido de los turistas, en realidad son señalamientos de bancos de algas, para alertar a los pescadores de la zona (y que pude ver en acción a lo largo de la laguna).

Después de un par de horas, llegamos por fin a lo que es uno de los tesoros mejor guardados de Acapulco: Barra de Coyuca, una franja de tierra que emerge en las épocas más secas del año, pero que en temporada de lluvia desaparece bajo la unión del río y el mar. Sin electricidad y sin otras comodidades de la urbanización, negocios en rústicas palapas ofrecen al visitante la mejor comida de la zona al precio más accesible. Esperamos que nuestra comida fuera pescada y asada en carbón, mientras nos recostamos en la arena alfombrada de musgo de las orillas de la laguna (en el centro puede medir hasta diez metros de profundidad y tiene bancos de arena traicioneros), o en las hamacas que ponen a disposición del cliente.



Y entre las aguas de la laguna y el océano, comimos el mejor pescado a la talla, la mejor mojarra al ajío, los mejores camarones a la diabla y el mejor filete de pescado de todo el viaje (y quizá de toda mi vida, pero he comido tantas exquisiteces durante ella que no podría jurarlo) mientras veíamos la mejor -esa sí, indiscutiblemente- puesta de sol frente a un mar embravecido e intimidante. El regreso nos llevó más tiempo del previsto (gracias a la mala organización e informalidad de los responsables del paseo) y la noche nos cayó cuando apenas habíamos recorrido la mitad de la laguna, pero ver el ocaso en sus aguas, y luego navegar entre su penumbra fue otra experiencia inolvidable -pese a los mosquitos que se estrellaban contra la cara-. Una noche estrellada y una luna con media sonrisa no nos dejaron en soledad.

Acapulco de noche

La vida nocturna de Acapulco está muy afamada, desde las fiestas aristocráticas y millonarias de hace décadas hasta los excesos de los springbreakers, pasando por los de los chilangos que mantienen la tradición del acapulcazo (estando a sólo cuatro horas del D.F. en auto, se volvió un clásico la escapada al puerto para continuar la farra de fin de semana). Siguen funcionando lugares como el famoso Baby ´O (desde la discotequera década de los 70), el Palladium y el Sr. Frogs, o el disco-yate Acaray, que es un antro flotante, entre la grande oferta, tan vasta como variada.



Pero no todo son antros, el espectáculo de los clavadistas atrae una multitud a la plaza frente a La Quebrada, que se vacía hasta la madrugada; bajando un par de calles, otra placita frente a la Iglesia y un hermoso kiosco concentra otra cantidad de personas que escuchan música, ríen ante las gracias y chistes o aplauden las acrobacias de artistas callejeros; otro centro de diversión, en sí mismo, es, el paseo de La Costera, son las diez de la noche y todavía veo familias que rentan cañas de pescar en el embarcadero; hermosas y arregladas mujeres mayores que bailan danzón frente los muelles de los cruceros, haciendo pareja con elegantes cabelleros de cabezas plateadas; parejitas que buscan la quietud y la brisa en las románticas bancas (en las que sólo cabe una pareja bien juntita) frente a los muelles de los lujosos yates, donde hay algunos propietarios que convidan cervezas a sus amigos; alrededor del bungie hay toda una actividad propia: los más temerarios se arrojan al vacío, los más prudentes sólo los ven y aplauden su arrojo, los más pesudos los ven mientras comen langosta, en un restaurante con inmejorable vista; muchas suegras consentidas paseando en caletillas adornadas con globos y tiradas por caballos, escogiendo artesanías hechas con conchas del mar y cáscaras de coco, o comiendo dulces típicos hechos de coco y tamarindo.

Los camiones.

Pero mis acompañantes no sólo quieren pasear sino también quieren beber y bailar, así que tomamos un transporte que nos acerque al Acapulco Dorado, frente a la Playa Condesa, donde empieza la zona más comercial. En contraste con el camión que nos llevó al embarcadero de Laguna de Coyuca (que tiene el pomposo nombre de Hawai 5.0, pero que más bien parece un chalet comunitario tailandés), que me recordó a los guajoloteros que llevaban a las zonas conurbadas de la Ciudad de México en los setentas y ochentas (e incluso el chofer se ambientaba con música de Rigo Tovar y se iba peleando con las señoras que le reclamaban que manejara bien pues no llevaba ganado), ya desde la mañana había notado la decoración de los camiones de la zona urbana estandarizados por el color blanco en el exterior y azul rey en el interior... pero personalizados con todo tipo de dibujos, murales, cenefas, lámparas y calcomonías. Acostumbrada a la decoración kitsch de algunos transportes defeños, como los tableros de taxi forrados de terciopelo rosa; los dados, los zapatitos de bebé y las imágenes de la Virgen de Guadalupe o de la Santa Muerte colgando de los espejos retrovisores; las calcomonías de muñequitos que indican que a bordo va una familia o los muñecos de peluche pegados con ventosas en los cristales, la ornamentación de estos camiones antiguos es una alternativa curiosa e interesante; el primer camión que abordé tenía un letrero formado con globos de unicel pintados de gris metálico y blanco fosforescente que decía "El Rey del Surf", frente a él, unas gigantescas alas de ángel -también de unicel y también fosforescentes-, además de cientos de glifos pintados con aerosol en los mismo colores en el techo y en el tablero, que con la luz neón de las lámparas tenían un resplandor verdaderamente místico, al ritmo de la música tribal que salía de la radio.

El segundo camión tenía el techo pintado con personajes infantiles, dibujos gigantescos de Bob Esponja, la Sirenita, y los pingüinos de Madagascar me miraban sonrientes, mientras a lo largo de todo el camión se enlistaban los Diez Mandamientos bíblicos; otro tenía el techo pintado psicodélicamente con figuras geométricas que parecías salir de un caleidoscopio iluminado, al centro del techo, con letras enormes, un letrero mostrando el gusto culposo del propietario: Rebelde, y para que no hubiera duda alguna, un "mural" con los rostros de los integrantes del grupo musical, salido de la telenovela del mismo nombre... pero el mejor fue ese camión que me llevaba a la zona de antros, y que en sí mismo era un lounge ambulante: sus parrillas iban iluminadas de varios colores, haciéndolo parecer más un carro alegórico navideño que un camión de pasajeros, en el interior, luces estrambóticas se encendían y favorecían un juego de reflejos en los espejos esmerilados del frente, con figuras femeninas que se antojaban desnudas y envueltas en un frenesí orgíastico, así como el baile de las mitocondrias y espirales fosforescentes pintadas en el techo, ¿la música?: las románticas de El Buki y Joan Sebastian (las más pegadoras), y el chofer y sus amigos ya iban bien ambientados con una hielera repleta de cervezas que se empezó a vaciar demasiado pronto, a medida que el coro a los estribillos de las canciones se hacía más fuerte. Fue el preámbulo perfecto para llegar al antro.

Una noche de copas, una noche loca

Pasaban ya de las diez de la noche y la ausencia de los springbreakers hizo que todos los antros abrieran su oferta a los paseantes nativos, en un intento de no ver tan mermadas sus ganancias. Recorrimos buena parte de la costera eligiendo el adecuado, pero todos estaban vacíos. La amiga que me acompaña tiene unas piernas largas y viste unos hotpants de verdad cortitos, eso hace que los camiones-antro desaceleren para gritarle piropos y los volanteros nos correteen para convencernos de meternos a sus respectivos antros. Hicimos caso de las recomendaciones del más insistente y nos metimos en uno que tenía una vista abierta a la Playa Condesa.

La música bien (para mí, ya que era una mix ochentero, pero mis acompañantes son mucho más jóvenes y no les entusiasmó), pero el lugar muy vacío, pensamos que iba a llenarse conforme pasaban las horas, pero no, la poca gente que llegaba se iba casi enseguida, practicamente éramos los únicos en la pista cuando alguna canción nos animaba de pararnos. Para cuando cambiaron de música se notó la poca habilidad del DJ para manejar los ánimos de la gente, los tragos mal, la atención deficiente (atentos, pero no eficientes), los baños sucios, sin servicios básicos (ni agua ni papel)... pero yo me sentía feliz de bailar, fumar, tomar, cantar y reir frente al violento oleaje y con la brisa refrescándome, estábamos al nivel de la playa y pude salir a pisar la arena y sentir la brisa marina nocturna mientras cantaba a voz en cuello. Algunas personas paseaban en la playa, con sus sandalias en las manos, hubo uno que incluso atravesó la playa trotando, otro se tiró a dormir... pero hubo uno que llegó a pararse frente a nosotros, con mirada desafiante. Vestido con mallas rojas, capa y máscara con cuernos: era un diablito. De su boca salía fuego. La tea que prendía con gasolina se apagaba en su boca después de dar vueltas en el aire y ser cachada por él, luego escupía fuego de la boca y de sus ojos, nos miraba inquisitivamente mientras levantaba los brazos, como retando o como preguntando. Y se iba. Y volvía. Como la marea.

Uno de mis acompañantes, aburrido y hastiado de la mala música, nos convenció de pagar más con tal de estar en la parte superior del bar, una terraza que está al nivel de la calle. Le dimos gusto, afortunadamente no hubo necesidad de pagar más, sólo de solicitarlo; el ambiente estaba un poco mejor, la música también aunque sólo era tropical y mis acompañantes no gustan mucho de ella, eso nos hizo irnos pronto y buscar algo de comer; alguien propuso tacos, en un lugar que nos hacía volver el camino que hicimos cuando escogíamos en que antro parar. Ya eran alrededor de las tres de la mañana y entonces vimos que la noche para los demás todavía no acababa, y el nuestro era el único antro vacío y sin ambiente, todos los demás estaban a reventar, podía verse a la gente arriba de las mesas, agitando globos, bailando entre espuma, coreando canciones o bailando conga, hasta el que se veía más ñoño (un bar-karaoke) tenía a todos de pie bailando y cantando a gritos una cancioncita infantil, siguiendo el juego... por lo menos los tacos estuvieron sabrosos y baratos, y la vista del blanco oleaje rompiendo la oscuridad era inmejorable.

Habla bien de Aca

Dicen que a los chilangos no se nos quiere en Acapulco -y en ninguna otra parte, je-, que somos sucios, tranzas y abusivos... pero a mí siempre me han tratado bien, esta vez no fue la excepción, me sorprendió la atención de todos los servidores y de la gente en las calles, muchos espontaneamente ofrecían información o recomendaciones útiles, aunque fuimos víctimas de varios abusados que ofrecieron cosas que no cumplieron o que las cobraron hasta tres veces más caras; el acoso de algunos vendedores llega a ser fastidiante, no basta un "No, gracias", obligan a ser cortantes o se vuelven groseros cuando no se les consume, lo cual es una pena porque sí pueden restarle placer al paseo (por supuesto no todos, y se entiende que insistan en lograr su venta, sólo que hubo algunos que lo hacían excesivamente); al contrario de lo que se puede pensar, cuando preguntaban si éramos "de México" (refiriéndose al D.F.) y contestábamos afirmativamente, se redoblaba la atención y las sonrisas, se nota que somos un mal necesario -je- y que quizá están resignados a que seamos su principal fuente de ingresos, aunque se nos culpe de que por nosotros (los chilangos clasemedieros y los de extracción popular) fue que Acapulco perdió su esplendor mundial y dejó de ser un centro recreativo de lujo. Sin embargo, y con todo y la excentricidad que se puede encontrar en la Ciudad de México, sólo en Acapulco y Veracruz he visto personajes más vistosos. Desde el clásico costeñito que se acerca diciendo: "¿Te muevo la panza?" (personaje casi extinto en las playas acapulqueñas), la niña que te insiste en hacerte trencitas (estilo que popularizó en los ochentas Bo Derek, en 10, La mujer perfecta), hasta el moreno de piel casi azul que pasa con una balsa vendiendo recuerdos hechos con conchas de mar en la playa de Caleta, los personajes acapulqueños pueden ser tan pintorescos y exhuberantes como salidos de un cuadro de Gauguin. Una vez anterior vi a un músico callejero que gracias a Youtube tuvo su cuota de fama: el Grupo Lata, así, yo espero que próximamente ese diablito que echa fuego en las madrugadas frente a la playa, tenga también su reconocimiento (y que la moda de los camiones acapulqueños llegue a los microbuses chilangos, je).

Varias mantas con la leyenda "Habla bien de Aca" (jugando con el adverbio "acá" y el apócope de Acapulco) cuelgan de las paredes; Acapulco lleva décadas tratando de volver a su posicionamiento líder como atractivo turístico, pero adversidades naturales como el huracán Paulina o sociales como la contaminación y explotación indiscriminada de reservas naturales, o la actual inseguridad a consecuencia del narcotráfico, no le han permitido remontar a los niveles que tenía anteriormente. Me constan sus esfuerzos por limpiar sus aguas (todos los días vi lanchas "barredoras") y la imagen de la ciudad, los inversionistas -pese a todo- no han abandonado el puerto, las autoridades constantemente tratan de atraer turismo con festivales artísticos o tianguis turísticos... y lo más importante: el vacacionista no olvida Acapulco.


Confieso que al planear este viaje traté de convencer a todos de ir a otras playas -por el gusto de conocer nuevos lugares-, pero en cambio estamos planeando volver aprovechando las próximas vacaciones, para que puedan ir los que no pudieron ir esta vez y disfrutar todos las maravillas que encontramos.

Algo tiene Acapulco, que se te queda en la piel.

Todas la fotos, todas, sacadas de Internet.

17 ideas en tránsito:

marichuy dijo...

Años sin pararme por mi casi tierra. Yo y mi maldita alergia al sol.

Me dieron ganas de ir. Recuerdo la primera vez que me llevaron a ver a los clavadistas de La Quebrada, estaba impresionadísima. Pero nada tan querible en mi mrmoria, como las olas al anochecer en Pie de la Cuesta.

Gracias por tu relato, Bichi.

PS La bahía no estaría sucia, si los turistas no fueran tan cerdos ni los hoteleros tan cínicos.

marichuy dijo...

en mi memoria*

tonymoca dijo...

Acapulco es bonito eso sin duda, pero entre los turistas, los narcos y los descabezados, se lo están acabando y la verdad, me parece que hay muchas otras playas y bahías más bonitas. En fin, de todas maneras que chido que hayas disfrutado del viajecito, las fotos están increíbles, eso si que da envidia, de la buena.

Saludos!

Jinshio dijo...

Acapulco no se levantara, lo han destruido por completo, debe dejar a un lado eso del turismo y volver a ser puerto de comunicación con el mundo, meterse a la industria para evitar de que si otros países caen en crisis el puerto caiga tres veces peor; de otro modo a los únicos que les va "bien" son a las comerciales y cerveceras(que ya ni mexicanas son)

Pero que bien que se la pasara de lujo sin más horrores que comerciantes molestos(noo sí viera en Chilpo haha)
saludos excelente post

malbicho dijo...

@marichuy
crecer ahí debió ser mágico, yo cada que voy a una playa me cuesta habituarme al paisaje citadino otra vez

y bueno, yo no veo la ciudad tan sucia pero las aguas sí tienen una cierta espuma gris flotando relativamente cerca de las orillas, incluso de las que no tienen playa, así que supongo que la suciedad también tiene un origen industrial o por la forma de manejar el sistema de drenaje, como sea, sí, los turistas obligadamente deben ser más conscientes

espero te reencuentres con ese mar de Acapulco pronto

=)

@Amorphis
sí hay más lugares hermosos y algunos no tan difundidos, desde los que ya lograron prestigio sólido, como cancún y la rivera maya, huatulco, ixtapa, manzanillo o los cabos, a esas playas casi vírgenes de oaxaca, chiapas, colima y nayarit, que continúan en espera de ser disfrutadas; yo en particular tengo más tatuados los recuerdos memorables de puerto vallarta y mazatlán, pero la accesibilidad de Acapulco lo ha vuelto imprescindible, quizá por eso nos negamos a dejarlo de lado

las fotos son fiel reflejo de la belleza que se encuentra ahí, mi imperdonable jodidez esta vez me cobró caro no tener una buena cámara, los celulares registraron momentos familiares pero si hizo falta registrar las puestas de sol, los paisajes y las estampas dignas de ser eternizadas y compartidas, perdón por eso, hasta me siento egoísta de no compartirles las imágenes que yo sí capturé en mi mente

=)

@jinshiO
creo que es una buena opción la que dices, salvo que no creo que el turismo se deba dejar de lado, realmente la bahía y sus alrededores son paradisíacos, aún con toda la bestial urbanización que está lejos de ser óptima, pero lo que dices es muy cierto: no debe sostenerse sólo del turismo, así no depende de economías ajenas

se nos tiene que hacer un día tomarnos unas chelas bajo una palapa frente a la playa, eh?

El Belo dijo...

Si hay un lugar que en verdad amo, ese es Acapulco. Amo el Sol, sus platas, su mar, su gente, su ambiente.

Me fascino tu relato, no sólo me dieron ganas de volver a Acapulco (Fui hace 3 semanas aproximadamente) sino que además me hiciste recordar ese Acapulco que muchos jóvenes no conocen.

Quedé encantado con tu relato, insisto, porque de Acapulco todos conocemos, pero la forma en que narraste tu viaje fue increíble.

Ojalá que pronto recobre la majestuosidad mundial que lo caracterizaba. Ojalá que lo cuidemos, pues ese Puerto es único.

Gracias, mil gracias, porque no había leído nunca nada tan hermoso sobre ese Acapulco, sólo lo había vivido pero nadie lo había plasmado así, como tú.

Recordé mi infancia, mi juventud y mi época actual en Acapulco, recordé todo con esas fotos y ese relato.

Malbicho... Mil gracias.
Saludos.

Jaspo dijo...

Completísimo relato de tus vacas en Aca, sólo te faltó la canción de Juanga (la que cantaba la Durcal) y el museo que esta frente al club de yates. Ya van dos veces que te lo recomiendo, para que veas las mercaderías que traía la Nao China a ese puerto. Pero tu golosa de sol mar y arena, nada que te das una vuelta.

Pero que tal las discos ehhhhh, ehh, ehhh, haganle rueda a malbi, eh, eh. Si de que te reencanta el jolgorio eso que ni que.

Gracias por compartir

malbicho dijo...

@El Belo
gracias, qué bueno que te gustó, quise acortarlo pero cada vez que lo revisaba le agregaba cosas -je-, y es que la naturaleza de Acapulco lo hace memorable, sobretodo cuando se viene de una ciudad que nos aprisiona en un laberinto de concreto, ese espacio abierto a la inmensidad es demasiado liberador para nosotros, yo creo que de ahí que nos parezca tan entrañable, pues como dices, casi todos lo conocemos, al igual que tú yo vuelvo a él cíclicamente

gracias a ti

@Jaspo
la de juanga te la guardo para cuando haga mi crónica de Puerto Vallarta, que es de dónde habla (y espero ir nuevamente)

el museo, bueno, es que cuando uno va tan limitado de tiempo y además depende del consenso general como que se priorizan las playas y la arena (y pa´que te miento: ni me acordé, la verdad), pero ahorita que me lo recuerdas sí me dieron ganas de conocerlo cuando pasé frente a él, sólo que lo hice de noche y estaba cerrado, eso fue una noche antes de volver y sólo nos quedaba la siguiente mañana, y ni a la playa nos dio tiempo de volver (bueno, ni souvenirs me dio tiempo de escoger, y eso que debía traerle un regalo de cumpleaños a mi hermano, sólo le traje un llavero de siete pesos... que a mí me lo vendieron a treinta, una viejita con cara de bondad me chamaqueó gacho)

lo creas o no, es la primera vez que voy a un antro en Acapulco (acabo tan molida de las playas que apenas puedo llegar a la cama para reponerme un poco y salir de nuevo a ellas al amanecer)

Max dijo...

Te felicito porque casi cualquier tema es fácil para ti... ensayas mucho y casi no editorializas, pero dentro de tu narrativa está una forma mágica de describir un mundo que considero podría ser leído o conocido para generaciones futuras, de algun modo me recuerdas a bernal diaz del castillo entre los "salvajes" je... (no se si es broma, porque realmente la gente es como depredadora, aunque estemos mezclados los ñoños inocentes como yo, je)

de cualquier modo te quiero felicitar sinceramente por saber encontrar formas y temas interesantes y sobresalientes donde cualquiera de nosotros solo vemos lo aparente...

Gracias por compartirnos tus ojos y lenguaje magicos.

Champy dijo...

En el mar, la vida es mas sabrosa!!!

Inolvidable!!!

2046

Pascal dijo...

acuerdate de acapulco, de aquellas noches, malbicho bonita malbicho del alma...

Luego vuelvo y te la canto completa................

Jaspo dijo...

Tu estas hablando de la canción de "La guirnalda", yo me refería a la lacrimógena canción de "Amor eterno".

Como sea esperamos esa crónica de Vallarta.

Fijate que no conozco por allá.

Saludotes

malbicho dijo...

@Max
gracias, me alegra que te gustara

=)

@Champy
cierto, esa canción es una verdad absoluta

=)

@Pascal
te espero aquí, sentadita y abanicándome

=D

@Jaspo
ah, pos sí, ya ni me acordaba de esa (de esa línea más bien)

debíamos ir (así yo te espanto las moscas y tú me espantas los mosquitos, je)

Unicornio dijo...

Qué bonito es lo bonito, estimadísima MalBi...:
Hasta me dieron ganas (nomás nos lo autoricen), a visitar de nuevo el soleado y nunca bien ponderado Acapulquitooo. Así de buena estuvo su reseña.
(Y, acá entre nos, ¿no habría modo de recomendarme algún taller "turístico-literario" dónde describir así de emo- y promo-cionante, je, la Antártida de mis Amores??!! Digo, ¡igual y me hago cronista de las Nieves Eternas, je!).
Cuídese mucho y disfrute más, son los mejores deseos del...
Turístico y Gélido Caballo con Cuerno...

malbicho dijo...

@Unicornio
sí, Acapulco bien vale otra visita, ojalá puedas ir de nuevo

o andas en la antártida?? (porque también eso se entiende de tu críptico comentario, eh?)

un abrazote mi cornudo amigo

=)

Jinshio dijo...

A claro que no dejarlo de lado, sino simplemente hacerle como que darla por mucho la preferencia a gente que si consume como su familia(que le agradezco mucho)

Suena bien nada más que yo ando peleado con las chelas

Matías dijo...

Que grandioso lugar que es Acapulco! Me encantaron las fotos que pusiste! ademas la descripción del lugar es maravillosa, con fabulosos sitios naturales para disfrutar en su paseo y el servicio de primer nivel que brindan sus alojamientos.

Sin dudas Acapulco será mi próximo destino de vacaciones! Saludos y gracias por la información!
Matías - Hoteles Huatulco

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