viernes, 19 de octubre de 2012

Basta de Bullying


...clearly i remember pickin' on the boy seemed a harmless little fuck...
Pearl Jam (Jeremy)

Jeremy by Pearl Jam on Grooveshark



Cuando Jesús tenía doce años ya medía 1.68 metros. Todavía creció unos diez centímetros más en los siguientes tres años que cursamos juntos la secundaria. Tenía unos ojos inmensos como de venado, que disimulaban bien sus gruesas gafas, pues tener los ojos tan grandes no lo salvaban de sufrir una miopía severa. Era tan alto como flaco, y desgarbado. Parecía una marioneta que avanzaba a tirones de hilos. Y era tan tímido, tan torpe con la palabra como con el movimiento de sus extremidades. A todos exasperaba, a maestros y a alumnos. Y mientras los primeros le reñían por su mal desempeño escolar, los segundos se reían a su costa. Nos reíamos a su costa, más bien. 

Era casi imposible que no ganara la risa ante las ingeniosas burlas de los más atrevidos. Nunca falta ese niño que no tiene pena de nada, que incluso busca el protagonismo llamando la atención sobre sí y sobre el objeto de sus bromas pesadas. Pero en ese grupo de 1o. "E" de secundaria técnica no sólo era uno, eran como seis terribles niños que aprovechaban cada momento sin supervisión para brindar un espectáculo al resto, a costa de la humillación de uno, que casi siempre era él, dada su torpeza social y física.

Recuerdo en especial un día en que le arrebataron la mochila y le vaciaron sus cosas en el suelo, en medio del salón. Yo me sentaba a un lado de él, así que pude ver toda la acción. Era yo tan apocada que ni siquiera me defendía de las burlas que yo misma sufría por mi sobrepeso, así que era impensable defenderlo a él, pero además no pude evitar unirme a las risas, las frases hirientes de José Celaya (el más descarado de todos) eran tan oportunamente ingeniosas, sobretodo cuando levantaron la cartera y sacaron de ella una credencial de una escuela de karate. "¡Eres karateca!", gritó entusiasmado, y enseguida improvisó una rutina cómica de artes marciales frente al rostro desesperado de Jesús, terminando cada cadena de movimientos estrellando ligeramente la mano en su cabeza o mejillas, orillándolo a refugiarse bajo un escudo formado por sus propios brazos sobre la paleta de la banca. Las risas de todos se volvieron carcajadas, que llegaron a su clímax cuando Jesús, enloquecido de furia e impotencia, levantó la cara y gritó: "¡Ya!", exigiendo un alto al ataque, al tiempo que lanzaba un brazo hacia el rostro de su acosador. 

Para su infortunio su voz mutante de adolescente combinó las notas graves con unas agudas y desafinadas, y el golpe en lugar de ser puñetazo era apenas una bofetada débil, casi femenina. Sus ojos enrojecidos y húmedos fueron el último elemento para su aniquilación. Desde los que gritaron que pegaba como niña, que lástima de clasecitas de karate y el inefable "Quiere llorar" repetido como mantra, el salón entero estalló en una cascada de burlas y risas, que se incrementaron hasta atraer a una de las prefectas (especie de custodios escolares). Sin embargo, aunque el silencio grupal se impuso no se detuvieron las descalificaciones hacia Jesús, pues la odiosa mujer le recriminó frente a todos que no supiera controlar su llanto. "Tan grandote y tan chillón", fueron sus palabras, también burlonas, antes de darle la espalda (a él y a la situación de abuso). 

A pesar de mi cobardía para defenderlo yo era de las pocas que lo trataba mejor, intercambiando comentarios y bromas entre clases, así como respuestas en exámenes, dada su miopía y mi aceptable aprovechamiento académico, coincidimos siempre en las primeras filas del salón durante los siguientes meses y años (los más aplicados siempre eran sentados al frente, pero con él se hacía una excepción pues no alcanzaba a ver lo que se anotaba en el pizarrón), así que fue una constante nuestra interacción, aunque las burdas normas sociales entre pubertos nos impidió ser más amigos, pues cualquier aproximación entre alumnos de diferentes géneros era tomado como conato de romance, acusación a la que se huye siempre a esa edad, cuando ver encerradas las iniciales en un corazón pintado con gis en el pizarrón, en compañía de las de un compañero del sexo contrario, es una de las vergüenzas más temidas. A pesar de nuestro cuidado no faltaron las cantaletas de "Son novios... ♬ ...se quieren", cuando nos veían platicar un poco más de lo habitual. Y creo que alguna vez esa cancioncilla tuvo que ver con una confesión de él hacia otro compañero, menos discreto de lo que él hubiera querido. Tras lo cual la distancia prudente se hizo más grande.

Pero el último día de clases, cuando nos fue entregado el certificado en una ceremonia ridícula, de tan afectada como deslucida, matamos el aburrimiento platicando más relajadamente, poniéndonos al tanto de los intereses y proyectos de ambos, y por primera vez pude conocer al joven maduro y centrado que era, pues, como todos, seguía creyendo que era un poco tonto y sin interés por el estudio. Los padres estaban presentes (los de él, no los míos, que no se tomaron la molestia de asistir), y me sorprendió verlos tan jóvenes, tan bien vestidos y tan guapos, eran a luces vistas de una mejor posición económica de la mayoría de los que estábamos ahí, y tomándome por una amiga de su hijo, me saludaron con deferencia y amabilidad. Por ellos supe de los planes de Jesús de ser ingeniero, y de su futuro viaje a Estados Unidos, para perfeccionar su inglés (que era la única materia que no se le dificultaba, debido a las clases particulares que recibía).

Por primera vez me sentí intimidada por él, al descubrirle ventajas para un futuro promisorio, pero su humildad me desarmó, pues se notaba abrumado por lo que podía parecer un alarde de parte de sus padres, insistiendo en restar importancia a lo que decían. Tenía yo un poco de celebridad local en ese año, por un concurso de álgebra que gané representando a la escuela a nivel distrital, así que cuando las autoridades escolares dijeron mi nombre lo acompañaron de una breve semblanza obsequiosa, que ellos aplaudieron como si de un logro familiar se tratara, supliendo en parte mi orfandad de ese día. Al final me invitaron a acompañarlos a la comida que harían en un restaurante, a manera de celebración. Fui demasiado tímida y no acepté, despidiéndome de Jesús ahí mismo, para siempre.

Sin embargo, nunca lo he olvidado, y menos aun ese día en que me reí mientras él lloraba. La primera vez que escribí un cuento -para una clase durante el  bachillerato-, lo hice pensando en él, retratando su hostigamiento escolar. Hubo un momento a principios de los 90´s, cuando me entró una necesidad por saber de él, despertada por la canción de Pearl Jam, Jeremy, canción inspirada en un caso real de un suicidio juvenil por bullying (y que curiosamente se parecía un poco a mi cuento), que casi no podía soportar mi culpa, recriminándome por mi timidez cobarde y cómplice. Definitivamente no merecía ser su amiga, pero es de los pocos compañeros por los que todavía me detengo a formular buenos deseos, esperando que haya encontrado mejores compañeros y mejores personas a las que pudiera considerar amigas.

El acoso escolar, ahora identificado como bullying, no es un fenómeno nuevo, ha existido desde siempre, todos conocemos un caso cercano; sin embargo, sí parece ser nueva la forma exponencial con que se está dando, tanto en cantidad como en preocupante agresividad. Los casos de violencia emocional y física son cada vez más alarmantes, al grado de provocar suicidios o asesinatos, además de lesiones, daño psicológico y secuelas, algunas tan graves, como las matanzas escolares. Los nuevos medios de interacción social, como el Internet y la mensajería por teléfono celular, ayudan a difundir el acoso y agresión escolares agravando el perjuicio. Ahora las humillaciones son perpetuadas en material multimedia y expuestas a todo el mundo para su difusión viral. 

El caso más reciente es el de Amanda Todd, adolescente expuesta en su intimidad, acosada por un depredador sexual, enjuiciada, agredida y discriminada por sus compañeros de escuela durante años y durante su peregrinar por varias escuelas, precisamente huyendo de las consecuencias de exhibirse semidesnuda en la red cuando tenía doce años. Finalmente tuvo éxito en su tercer intento suicida tras narrar su historia en un conmovedor video subido a Youtube. Sin embargo, no todo ha sido solidaridad hacia la víctima, aunque en mucho menor número de las manifestaciones de duelo e indignación, hay también mensajes de inclemente crueldad, de quienes la conocieron y siguen insultándola, y de quienes no tienen simpatía por ella, por lo que la concientización sobre la gravedad del problema que es el bullying, y las consecuencias tan nocivas que tienen en una persona, todavía se ve lejana y distante.

Amanda Todd, en una imagen del video en que narra su "historia sin fin" de bullying

¿Qué sociedad estamos formando para las nuevas generaciones? Si chicos que participan en el hostigamiento criminal hacia uno de ellos -pero más vulnerable-, no se conmocionan o se conmueven ni siquiera cuando ven consecuencias fatales, ¿qué nos espera cuando tengan mayor plenitud de acción? ¿Cómo avanzará esta problemática social, cuando en lugar de ayudar a difundir la indignación, las nuevas tecnologías parecen estar siendo usadas como un incentivo para esas prácticas, además de contribuir a la indolencia y la insensibilización?

Las víctimas cada vez son más jóvenes, ya no sólo son adolescentes o púberes, sino también niños de ocho, nueve o diez años que eligen suicidarse ante la desesperación de no saber como seguir soportando una situación tan hostil. Hay una constante en todos los casos: la ineficacia de las autoridades escolares ante la situación, aun habiendo peticiones de los padres de familia para poner un alto al abuso y acoso que recibían sus hijos. Incluso las autoridades escolares llegan a entorpecer las investigaciones, negando o maquillando la realidad.

El caso de Amanda Todd ha levantado revuelo e indignación a nivel internacional, de los que hay que valernos para fabricarles una realidad más amable a nuestros jóvenes, y para conformar las redes de apoyo que deben estar ahí para el momento en que ellos pidan ayuda. Así como crearles conciencia, tanto de los riesgos a los que están expuestos con las nuevas formas de relacionarse, como de la responsabilidad de cada uno para no causar una incomodidad y un sufrimiento tal, que orillen a una decisión trágica. Lamentablemente la indolencia nos va invadiendo demasiado rápido, a medida que las noticias de un nuevo adolescente suicida se suceden una a otra, ganándonos en tiempo para los cambios necesarios de hacer para revertir esta situación, ganándonos, también, en voluntad para el cambio de mentalidad necesario para erradicarla.

Ustedes, ¿cómo están pensando en actuar para ser parte de la solución?

ACTUALIZACIÓN:

El Signo de la Espada, amigo y comentarista habitual de este blog, nos comparte su testimonio en los comentarios, y además nos recuerda el conocido caso de Casey Haines, estudiante australiano de 16 años conocido como Zangief Kid a raíz de que, también por otro video viral, el mundo entero conociera como se defendía del bullying que sufrió por años. Aunque, también hay otra parte de la historia: el chico que aparentemente "recibió su merecido" tenía sólo 12 años, no fue él quien molestó al otro por todo ese tiempo, y después de conocerse el video también ha sido víctima de bullying, con la diferencia de que el bullying cibernético ha sido a nivel mundial, sin atraer las muestras de simpatía que Haines a pesar de que también él venía de vivir un ambiente familiar difícil.

5 ideas en tránsito:

El Signo de La Espada dijo...

Voy a aprovechar tu espacio para confesarme: Yo fui buleado (perdón por el selvático neologismo) Tal vez si me vieras en persona no lo creerías. Tal vez porque "soy espadachín" no me lo creerías, pero es verdad. Oh yeah, I was bullied, but guess what... I fought back.

Desde los 5años empezó todo el problema por ser el de más corta edad en el salón, y el único que se atrevió a hacer un número 9 correctamente en el pizarrón. Desde entonces, cualquier cosa que hiciera o dijera podía ser usada en mi contra.

Escupitajos, robos, empujones, falsas acusaciones se volvieron cosa de todos los días. Imagínate que te rodean 6 niños que te sacan como 2 y media cabezas de estatura, más pesados, más fuertes. Te empujan y te dicen cosas como "robalón, robalón" o "reprobón, reprobón" (yo hice dos veces el primer año de primaria, porque la primera vez estuve como oyente) Ahora imagina que tú rodeas a ese niño pequeño al que le sacas dos cabezas y media de estatura y ves como de la nada tumba de 2 golpes al más alto de tu tribu.

Pero a pesar de que me defendí, el bullying no paró allí. Empecé a ser llamado loco y cosas así, incluso en dos años distintos, por los profesores. Poco a poco se fue haciendo menos.

Al llegar a la secundaria, el bullying ya no fue físico, consistió en una red de calumnias que entre otras cosas me causó, pelear contra un amigo y también ser destituido como jefe de grupo. Un profesor me llamaba "jefe ex jefe" y solo podía aguantar las risas de esa panda de imbéciles.

El Signo de La Espada dijo...

Me encabronaba, pero aguanté y luego supe evadirlos, no se atrevieron jamás a meterse conmigo directamente.

En la prepa no hubo problemas. Pero en la universidad sí: mis compañeros jugaban a lazarse y lo intentaron conmigo, solo una vez y jamás lo volvieron a intentar. Sin embargo, los que no me conocían inventaron rumores sobre mi y pronto fui conocido por la facultad como "el satánico" "el psicópata" Los del grupo compuesto por hijos de presidentes municipales, diputados locales y funcionarios del estado se sentían con autoridad sobre mí y me llamaban con prepotencia, nunca por mi nombre y me decían: "te estoy hablando idiota" cuando no les hacía caso. Claro, otro veían que me llamaban idiota, y se les antojaba ese poder que da sentirse por encima de los demás.

No había por lo menos un miembro de los demás grupos que no intentara hacerme sancadilla o golpearme con el hombro. Pero los esquivaba, físicamente era difícil que se metieran conmigo y no me podían hacer daño de ninguna otra forma, porque no me importaba. Llegue a estudiar, no a ser el más popular.

Por supuesto, tuve amigos, muy valiosos y aun son ambas cosas. Pero novia? jamás, solo una compañera fue objeto de mis afectos en aquel entonces, pero nunca dije nada, solo lo sabían mis amigos, siempre lo callé, porque tenía miedo que se enteraran los demás, no queria que la molestaran por eso.

De nuevo un profesor tuvo que ver con el acoso y mandó a un estudiante de otro semestre a provocarme, para que todos vieran que estoy loco y que soy un peligro para México... que diga, para mis compañeros y el cuerpo docente.

Me la pelaron.

desde que supe qué es el bullying he tenido mis reservas al respecto y siempre me ha sorprendido que llegue a extremos como el suicidio. Yo creo que el bullying no mata, lo que mata es no actuar en contra: el valiente dura hasta que el cobarde quiere. No hace falta ser fuerte o hábil para pelear, ni ingenioso para devolver la burla de forma aguda y provocar la risa de los espectadores.

Ni siquiera hace falta que los demás metan mano, que es de ayuda, pero no es indispensable.
Me costó trabajo admitirlo, pero sí fui bulleado, pero no me dejé, quizá por eso tengo una perspectiva un poco menos fatalista.

Ahora que estoy en la maestría no me siento bienvenido: he encontrado mi bata tirada y manchada, o basura en mi lugar de trabajo, incluso post its que respondía a uno que yo dejé avisando que regresaba en julio y me escribieron cosas como: "no nos castigues" "no estés tan seguro".

Se supone que ser excluído de las actividades también es bullying, a un camarada lo han invitado como 5 veces a salir justo en mi cara y no me dicen nada después y me siento bulleado?? Tengo que admitirlo, sí. Me duele no sentirme bienvenido. Me duele sentir que se espera poco de mi y que da igual que esté o que no esté. Pero como dije en la universidad, no vine a hacer amigos.

Después de todo, hay muchas cosas que hago que me gustan y no los invito a ellos, ergo, con que autoridad moral los acuso de ser díscolos y no invitarme??

Así que no, el bullying no mata, lo que mata es dejarse. Y eso lo deberíamos de aplicar también como país.

POr cierto, para enriquecer tu post, te sugiero que pongas unos videos sobre el niño zangief, así los encuentras en YouTube, pasan la entrevista al chavo, a la mamá y obvio, como se defendió el chavo.

Y también te recomiendo que veas una película que se llama see you after school, también la encuentras en YouTube.

Saludos y perdón por abusar de tu espacio. Nos vemos!!

El Signo de La Espada dijo...

Híjole, qué feo escribí! Donde dice: no había un miembro etc etc, quise decir, no había un grupo que no tuviera al menos un miembro que intentara hacerme zancadilla o golpearme con el hombro.

Mira Malbi, este es el video de las entrevistas del Niño Zangief

http://www.youtube.com/watch?v=neR9D17wr98

Amatista dijo...

Quien no lo sufrio en mayor o menor grado, yo en menor grado, la gente directamente no sabia como abordarme, era parte de mi carácter. Pero de vez en vez alguien tocaba una fibra sensible mia ni te cuento las que se armaban..yo creo que uno se vuelve victima cuando se deja ver como victima...en la primaria la pase regular, y en la secundaria digamos que yo tenia un cierto aire que les hacia tolerar mi forma de ser y mis defectos; nadie me hizo jamas victima de bromas hirientes de manera permanente ni consecutiva, de vuelta en vuelta alguna mala pasada, pero solo lo normal..yo vivia muy encerrada en mi misma,dentro de mi propio mundo...pero si veía como era con los demas y como anécdota te puedo contar el caso de una compañera que recuerdo bastante bien..

Le habian transladado de otra secundaria, ella tenia un serio problema dental, sus dientes o su paladar era como que salia hacia afuera, tenia que seguir un tratamiento; lo que si los chicos no tardaron es volverle el blanco de sus burlas, le decian "caballo" dientes de caballo y cosas asi..tocaban sus cosas, jugaban por sus cuadernos, le tiraban papeles con dibujos obscenos etc...yo me harte de eso en la misma primera semana de su llegada y me sente a su lado, no es por presumir ni nada pero asi dejaron de joderle la vida, yo tenia un no se que que les hacia retroceder, fastidiaban siempre, pero no mas como antes ya no se atrevían a tirarle cosas conmigo cerca, (yo daba mas miedo je!)y me quedaba a su lado en los recesos hasta que por fin se logro integrar mas o menos con otros chicos y chicas y asi el acoso menguo...siempre siguieron las burlas, pero ya en un nivel mas tolerable...yo por otro lado seguia en lo mismo, pero quedamos como amigas siempre, aunque ella tenia otra forma distinta de ser, otros gustos, otros pasatiempos etc...no teniamos nada mas en comun...cada quien siguio su camino..es rara la vida...SALUDOS

marichuy dijo...

Muy triste, delicado, grave este asunto del bullyng (odio el término. Este y ‘community manager’. O más bien, odio los anglicismos en el idioma español. :P), desafortunadamente no hallo un equivalente en español para dejar de usar bullyng (acoso, fomento del odio/rechazo podrían sustituirlo, pero no estoy segura de que signifiquen lo mismo: mi diccionario de inglés no trae bullyng.)

Esto es tan grave y ha existido desde siempre. Sólo que hasta ahora se volvió ‘moda’ tras la difusión de casos en Inglaterra Canadá o USA y, claro, todo mundo empezó a hablar de ello y a alzar sus voz indignada. Cuando yo iba en la primaria era tan común ver casos así. Creo que a todos nos tocó ver muchos casos de niños y niñas acosados, burlados, estigmatizados en razón de sus características de apariencia física, su posición social, sus deficiencias o cualidades intelectuales, etc. La diferencia es que entonces no teníamos el internet, menos a nuestra disposición el uso de las redes sociales tan extendido y así poder darlo a conocer y mostrar nuestras protestas.

Este viernes se estrenó ‘Después de Lucía’, film de Michel Franco que trata el tema (yo también detesto su spot lamiendo las suelas de Calderón… digo, donde agradece el apoyo de su gobierno al cine mexicano, pero creo que esto no debe perjudicarnos para ver el film). Como sea, esta mañana leí una reseña de ‘Después de Lucía’ y creo que Carlos Bonfil –el crítico- lo resume muy bien: “Más que el bullying y sus efectos desastrosos, la cinta exhibe la fría indiferencia de un sistema educativo y de cierta gran familia mexicana que cotidianamente toleran, y en ocasiones favorecen, esta espiral de odio juvenil en las escuelas. Una película notable.”

Es ese el quid, me parece: la fría indiferencia del sistema educativo en general y de los profesores en particular, de la familia y la sociedad…

Un abrazo, Bichito

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